Capítulo 22: Aburrimiento Y Libby En El Bar.

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Valerie

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Valerie.

Estaba en el bar, cantando.
  La noche cayó con rapidez y aburrimiento. El día pasó con apuro, pues las horas parecieron ser cortas y sin vida.

  No supe durante todo el día sobre Avan.
No me ha llamado.
Ni enviado un mensaje avisando algo.
«Val. Hoy estaré ocupado». Nada.

   Absolutamente nada.

Mi turno estaba por comenzar. Faltaban algunos minutos para comenzar a cantar.
  Estaba aburrida. No tenía qué hacer hasta mientras.
Oh. Puedo llamar a Libby.
  No le había contado nada.

Salí del bar para ir al teléfono público de la esquina. No tenía crédito para llamarla así que tuve que hacerlo a la antigua.
  La maquina era terriblemente fea. A uno no le daba ganas de llamar a nadie y mataba el entusiasmo.
Olía a orina. Muy fuerte.

Evitando el desastroso olor, llamé a Libby:
Esperé un poco, hasta que contestó.

—¡Libby! ¡Libby! ¡Libby!—Grité al otro lado de la llamada, donde probablemente mi hermana esté tapándose el oído por mi griterío.

—¿¡Qué!? —respondió con el mismo tono que el mío.

—¡Adivina! —le dije, dejando a que ella averiguara.

—Adivino... —me siguió la corriente, sabiendo ya de lo que hablaría—: Avan.

—¡Sí! —espeté de forma sonora en su oído.

—¿Qué pasó? —dijo, esperando el chisme.

—Pues... ¡Ya somos novios!

Ella también gritó a mi oído, retumbando el mío instantáneamente. Ya sé qué se siente.

—¡Qué buena noticia! —se alegró incluso como yo.

—¡Lo sé, Libby! ¡Lo sé! —estaba muy emocionada—. Lo hice de la forma más bonita...

  Comencé a explicar detalle por detalle. Momento tras momento. Sentimiento tras sentimiento.
  Ella escuchaba con atención a mi fantástica historia de la otra noche, hace como tres noches, y cómo le pedí.
 Con el teléfono al oído, apoyada en la pared de cristal y jugando con el cable del teléfono con el dedo índice.

—¡Eso es realmente bueno, Valy! Hiciste un buen trabajo —me felicitó.

  Hablé con Libby durante un largo rato. Ella me contaba de su vida y yo de la mía.
  Me habló un poco de mamá.
Dice que está un poco amargada, como siempre.
  Mi madre siempre ha tenido un carácter duro, pero cuando estaba de buen humor, podría ser la mejor persona del planeta. Cuando estaba molesta, todo lo era distinto: Papá lo que hacía era alejarse y no hablar con ella. Sería un suicidio a quemarropa.
   Yo era la que ocasionaba sus enfados y molestias. Aveces me encontraban ebria en mi habitación de adolescente, y ella me jalaba del pelo para meterme a la ducha helada y completamente fría. Después de reaccionar, comenzaba el verdadero dolor de cabeza: Aveces me golpeaba el brazo, muy pocas veces en la cara, casi nula. Pero sus regaños...
  Siempre me decía que parara de una vez, que podría matarme si llegaba a extremos.

Psicodelia: Dueños Del Delirio. #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora