Capítulo 32: Dueños del Delirio.

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Valerie

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Valerie.

Prometimos hasta media noche, y él aceptó con felicidad y orgullo. Habíamos decidido ir de fiesta. Pensaba que no iba a ser una duradera, o que iba a ser hasta altas horas de la madrugada, pero no fue así.
  Las horas pasaron muy rápidas, sumando a las imágenes borrosas de los hechos que se esfumaron para después volver a aparecer. Después de su sonrisa enternecedora, pisó el acelerador con emoción, y comenzamos a vagar por la ciudad en busca de un lugar de "diversión". 
 
  Pasamos por la costa de Londres, donde se encontraba Brighton Beach, llena de faroles y emociones derrochadas. Había gente que saltaba y jugaba, mientras que otras personas preferían estar sentadas y analizar el suave sonido del mar.
  El movimiento del auto era totalmente brusco y desequilibrado. A Avan le encantó que le haya dicho sí. Pero comenzó a marearme un poco, e hizo que me arrepienta un poco.
«Sólo serán unos tragos. ¡Para festejar!».

—¿Avan? —le pregunté por breves instantes, pero tenía la sensación que, no le iba a prestar atención alguna.

—¿Sí, Val? —respondió Avan atento.

—Nada, nada...

—¿Segura? —comenzó a preocuparse más y a mostrar más interés—, porque si quieres, vamos al departamento ahora y...

—No, no... Vamos, tú tranquilo. —Tenía la leve impresión que me iba a arrepentir.

—¿Te sientes bien? ¿No quieres que vayamos a la farmacia? —No tenía idea de cómo supuso que me sentía un poco mal. El malestar ya había pasado casi por completo, pero con los bruscos movimientos del automóvil, parecía que quería volver.

—Sí, creo que eso sí... —Me apoyé al vidrio de la ventana de su auto, y cerré los ojos con fuerza, dejando que la cabeza vuelva a dolerme por la supuesta borrachera. Avan me comenzó a acariciar el hombro. Su mano subía y bajaba y comenzó a estrecharlo. Se veía preocupado. 

—¿Segura que estás bien? —volvió a preguntar, insistiendo. 

—Absolutamente. Sólo necesito agua y ya. 

  En vez de ir a una farmacia, fuimos a un local que de día era una tienda común y corriente, y de noche era una licorería común y corriente, como cualquier otro local sin tener nada en especial.
  Apenas Avan detuvo el auto y salió para ir a comprar agua, yo me acosté. Hice que el asiento se haga reclinado, y apoyé mi cabeza en la dura cabecera del asiento de cuero. Cerré los ojos por unos instantes y escasos minutos. Apenas sentí a Avan salir del lugar, volví a estar como antes. Como si nada hubiera pasado.
   Él entró y me entregó una botella de agua. Pero me fijé bien, y habían dos.

—Una es fría y la otra es tibia. ¿Cuál de las dos quieres? —dijo bastante servicial.

—La tibia, por favor —me limité a decir.
 
Comencé a beber el agua poco a poco. Sorbo tras sorbo. Sin perder ningún tipo de cansancio al introducir el sano líquido por mi organismo. Todo con calma.
  Era lo que necesitaba. Mi cuerpo comenzó a sentirse aliviado cuando tomé agua. Me sentía fresca y ya no indispuesta.
  La magia que puede hacer un líquido, que irónicamente, sin éste, no habría vida.

Psicodelia: Dueños Del Delirio. #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora