Capítulo 3: Un poco de harina.

170 63 22
                                    

Jueves, 25 de Enero del 2007

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Jueves, 25 de Enero del 2007.

Aquel día, fue el otro inicio de todo.

Valerie se la pasó todo el día anterior limpiando su casa, ya que estaba hecha un gran desastre.
Barrió, limpió, e hizo brillar su departamento. Todo su cuerpo estaba pesado y adolorido por frotar y enjugar.

Avan estaba un poco más relajado —no, no estaba drogado aún—; se dispuso a pensar que presentarse en esas condiciones a la primera sesión podría ser mortal. 
Si perdía la demanda, estaría totalmente en quiebra. No tenía dinero ni nada que dar a aquella chica que lo atacó.
Pero él no estaba exento de nada.
Él también la atacó. La golpeó duro en la cara.
Y ella...

«¡Vas a ver lo perra que soy!».

Era brava, tenía instinto. Era feroz pero tierna. Eso le gustaba.
Avan se sentía extrañamente limpio, y lo estaba: estaba sobrio y con los pies en la tierra; se bañó después de 2 días sin tener agua; botó todas las botellas y bolsas que tenía sustancias ilícitas lejos de su casa. Tenía que demostrar que era un hombre "de bien".
Aunque nadie iba a verlo limpiando su casa y cuerpo, igual tenía que hacerlo. Así se sentiría libre de cualquier culpa.

Valerie estaba en el mismo plan. Las palabras de la doctora Ally le motivaron a dejar la bebida durante un buen tiempo (aparte está presente la demanda, el incidente de la anterior noche, y las consecuencias de estar ebria). Cada vez que recordaba las palabras de aquella mujer se sentía mal. Repudiada por la sociedad de mente cuadrada. Necesitaba controlarse a sí misma, y probablemente pueda conseguirlo, o tal vez no.

Se le había ido de la cabeza algo importante: 
¿A qué hora comenzaba la sesión?
No recordaba que la doctora Ernest le haya dicho la hora en la cual comenzará dicha sesión.
Tenía su tarjeta, tenía la posibilidad de llamarla, pero sentía vergüenza. ¿Qué pasa si, en realidad, sí le dijo la hora? Ay no.

Dejó atrás la vergüenza y el miedo de ocultarse atrás y lo botó junto con las ganas de beber.
Marcó el teléfono en su móvil Nokia, tardó unos segundos en apretar el botón de llamar. Tragó saliva, inhaló profundo, y llamó.

Notaría de Fe pública del Gobierno autónomo municipal de Camden. Londres. ¿Qué necesita? —contestó la misma voz versátil de Ally Ernest.

—¿Doctora Ernest? —pregunté con inseguridad—. Soy Valerie Martinez...

¡Señorita Martinez! —respondió ella con cierta alegría en sus palabras, o más bien, con cierta sorpresa—. ¿Dónde se encuentra? Yo ya estoy en el juzgado.

—¿A qué hora me dijo que era? —soltó de una Valerie.

¡Cierto, no le dije! Ay, que bruta que soy. Discúlpeme, señorita Martinez...

—No, no se preocupe —calmó la joven. Se sintió aliviada, no tuvo la necesidad de pasar vergüenzas.

Es en 40 minutos, siempre llego temprano a estos "eventos", si se podría decir así dijo ella ya calmada—. ¿Consiguió al abogado que le recomendé?

Psicodelia: Dueños Del Delirio. #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora