Capítulo 31: Fragancia Lila.

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Valerie

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Valerie. 

   Avan había llamado dos veces más después de ese bochornoso día, tratando de arreglar algunos cabos sueltos que se produjeron en esa llamada. Se suponía que iban a ser más llamadas que sólo dos, pero en las otra ocasiones, no quise responder. No quería que me escuche en tal estado. Aunque él ya haya respondido una llamada en esas condiciones, yo no quería que en mi caso, sea así. Me gustaba beber en silencio. 

   Él no había regresado a la fecha que se estableció en un inicio. Cuando la supuesta fecha de llegada ya había caído, me emocioné bastante. Esperé una llamada durante toda la maldita tarde. Sentada en el sofá. Mirando perdidamente al aparato. Mordiendo y comiendo las comisuras de mis dedos, producto de la tan temida ansiedad. Ansiosa, con las uñas en mi boca, esperé solo una llamada. Una. Más tarde, agarré el teléfono por la tremenda ola de nerviosismo, y marqué a Avan. 

   Esperé durante algunos instantes, pensando que esa vez, sí me respondería. Me mandó directo al buzón de mensajes. 

  No aguanté la ansiedad hirviendo en mi cabeza, así que, decidí ir al aeropuerto a ver si conseguía al menos una respuesta. Salí con mínimas esperanzas. Nimias. Pero aun así, eran esperanzas. Había tardado demasiado en llegar a ese aeropuerto. Había esperado demasiado en esas sillas negras frente a las escaleras mecánicas. Mi cabeza no paraba de pensar en él y en su llegada. En la posibilidad de verlo bajar de esas escaleras, con su maleta en mano y madre a lado. En la mirada que me dirigía, y en esa supuesta sonrisa que aparecería a la imagen en frente: A mí. Cosa que no había probabilidad de que sucediese. Y fue un producto de la imaginación, que se esfumó entre el humo de los fumadores que fueron obligados a salir del lugar. Y tuve que resignarme a la imagen que solo vivía en mi cabeza, y a aceptar que toda esa espera fue en vano. Y a que él, no bajaría de esas escaleras, tal como lo había imaginado. Comencé a caminar por el aeropuerto, y quise comprar un poco de comida rápida, pero todo estaba demasiado caro en el lugar. Decidí ir a un puesto de comida hamburguesas. 

«Lo primero que comiste con él fueron hamburguesas». 

   Y estuve allí, sentada en esa silla de plástico al aire libre, comiendo una hamburguesa que se suponía que tenía que comerla con alguien. Pero estaba sola. Muy sola. Con la hamburguesa en manos, sentí el celular vibrar en mi bolsillo trasero. 

   No era alentador estar así. Sentirme sin ganas de hacer nada, y sentir que estás completamente sola. Junto con la impotencia, la molestia, y el sentimiento huraño de que, esa persona, en realidad, no te aprecia. Eso sentía a cada momento, como un martillo que golpeaba constantemente mi pecho, y cada vez, caía con más fuerza, a punto de destrozar mi corazón.

«Lo siento, Val. No llegaré hoy. Tal vez en la próxima semana». 

El mensaje de Avan había sido enviado hace media hora. Si lo hubiera leído antes, me habría ahorrado todo el viaje al aeropuerto, y también las ilusiones e imágenes que había creado en mi mente como una loca. Era agridulce la sensación. No llegó ese día, pero tampoco me dejó con la incertidumbre. Era medio punto para él.

Psicodelia: Dueños Del Delirio. #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora