Capítulo 4

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Después de ese magnifico día que la chica había pasado acompañada de su mejor amigo donde en ese pequeño local había conseguido recuperar un poco de lo que hacía un tiempo que no tenía. Cuando llego el domingo no había pensado ni una vez en si a alguien de los demás alumnos que la conocían le había dado por mirar en la misma sección de la biblioteca que a ella, en el mismo pasillo que a ella, en el mismo libro que a ella y en la misma página que a ella.

Puede que para todos fuera una idea remota que era casi imposible que se cumpliera, pero para ella era algo que podía pasar perfectamente un día normal y sin previo aviso. Amaneció en su habitación cuando el sol estaba ya alto, rondarían las once de la mañana cuando bajo a la planta baja de su sala común.

Típico café y típico croissant que siempre que se levantaba de buen humor se tomaba. Según su cabeza era algo en lo que solo se había fijado ella misma, pero alguien le iba a demostrar en unos instantes que no era así para nada.

- Hacía un tiempo que no estabas de muy buen humor ¿no? - Le preguntó la voz de su amiga, Paula, a sus espaldas.

- Sí, se podría decir así. - Respondió sonriendo a su amiga mientras que le ofrecía el café que se acababa de preparar, las dos tenían gustos parecidos en lo que a cafés se refiere. - ¿Qué tal todo, Pau? Hace un tiempo que no hablábamos y ya no estoy al día con vuestros amoríos.

- Pues bueno, sigo con el mismo chico en el que te quedaste y las cosas entre nosotros de momento van bien. Ya sabes que para que yo aguante dos meses y alfo seguidos a una persona del sexo opuesto es una cosa que no pasa todos los días. - Ese apunte tan de su amiga consiguió sacarle una sonrisa sincera a Emma.

- Pues me alegro mucho por vosotros, de verdad Paula, y lo siento por no haber estado mucho a vuestro lado en estos días. - Le contestó la cobriza abriendo los brazos para intentar volver a sentir a su amiga cercana, el abrazo fue correspondido y ambas estuvieron un rato más hablando de varios temas hasta que una de ellas vio el reloj.

- ¡Por Merlín! Ya llego tarde a San Mungo- Le dijo su amiga la cual cogía un abrigo que había dejado en una de las sillas a toda prisa.

- ¿Vas a San Mungo? - Preguntó Emma sin que la pregunta tuviera demasiado sentido. - Pues claro que vas, si me lo acabas de decir. - Murmuró para sí misma. - Yo iba a ir a ver a Cedric, voy contigo y así me acabas de contar la historia que ahora tengo curiosidad.

Las dos chicas cogieron lo que necesitaban y fueron andando lo más rápido que sus piernas les dejaban a lo largo de todo el castillo hasta que encontraron la chimenea que buscaban y que estaba habilitada para trasportarse hacia el hospital mágico.

Cuando llegaron al edificio se separaron ya que cada una iba por una cosa, mientras que Emma iba a ver a su amigo y ver cómo iba avanzando, su amiga debía ir a una revisión que llevaba un tiempo esperando porque no tenían cita antes.

Ya se sabía el camino que la llevaba a la habitación donde estaba el moreno. Cuando estaba a punto de llamar a la puerta la abría una de las enfermeras de allí.

- ¿Viene a ver al señor Diggory? - Le preguntó mirándola de arriba abajo. - ¿Es su novia? Bueno eso no es asunto mío, pero tengan cuidado no queremos embarazos tan pronto, todavía tenéis mucha vida por delante. - Y sin decir nada más aquella señora pasó a la siguiente habitación acompañada del carrito que había sacado también de la habitación de Cedric.

- ¿Se puede? - Preguntó antes de entrar aun que seguía más roja que el pelo pelirrojo de su novio. - Soy yo.

- Claro pasa - Como suponía, no se acordaba de su nombre. - ¿Emma? - Acabó diciendo no muy seguro de si era su nombre.

Semi-Corazonada | Fred Weasley  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora