Capitulo 3:

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Daba infinitas gracias a mi genética por haberme dado una resistencia bastante decente, si no, no habría llegado a tiempo, unos mortífagos llegaban ya casi a la parte alta de la torre donde estaba siendo llevado a cabo la parte más importante del plan. Cuando iba a lanzar un hechizo fue Fred quien apareció a mi lado.

- No sé qué es lo que estás planeando, pero sé que es algo bueno, así que ve a donde sea que se te necesite, yo me ocupo de estos. - Me dijo rápidamente bajando mi varita y lanzando una breve ceguera a quien quiera que fuese con quién iba a luchar.

Asentí y salí en dirección contraria, concretamente en dirección a las escaleras, de donde venían Hermione y Ron con una expresión victoriosa por haber destruido el siguiente Horrocrux, lo que me hizo gritar en mi interior, bueno y que estuvieran cogidos de la mano también tuvo algo que ver. No me dio tiempo para hacer nada antes de ver una gran luz proveniente del lugar donde había dejado a Fred, una carcajada se escuchó antes de ver algunas escaleras de madera caer y ver que estaban destruidas.

Juré a todos los dioses que conocía que si alguien le había hecho daño se lo haría pagar pero que muy caro. Cuando todo estuviera dispuesto para poder desatar todo lo que se acababa de despertar en mi interior, pero ahora no era el momento. Cerré los ojos con toda mi fuerza para recuperar el poco control que podía quedarme y volver a seguir mi camino ante la mirada de la nueva pareja. "Está claro que por cada cosa buena que se pone en tu camino hay algo malo" declaré para mí misma.

Ahora sólo me quedaba esperar e intentar salvar a la mayor cantidad de gente posible, protegía a los demás grupos que ya habían acabado con su parte, probablemente ya habían reunido al grupo que necesitaban y se dirigían a la parte más alta del castillo. Y ese era mi deber, comprobarlo y escoltarles hasta ese punto.

Cuando ya estaban todos allí hubo un evento que no había incluido en el esquema. La voz de Voldemort resonó en todo el lugar, o puede que fuera en la cabeza de cada uno, tal y como había pasado en el Gran Comedor, dejando entrever una tregua, y allí se retiraron los mortífagos que quedaban libres en el lugar, probablemente que la cara del culpable de todo esto fuera algo digno de retratar. Un sonido que se puede asemejar a una risa se escapó por mi boca, nunca había pensado que aumentaríamos la ventaja gracias al otro bando.

Los grupos pudieron irse tranquilamente a la cúpula de protección que habían creado los aurores que colaboraban en mi plan para poder esconderse allí y seguir acabo con los hechizos con más tranquilidad.

- Decidle a los demás que no reduzcan el ritmo, por favor. - Le dije a Paula, el grupo que iba a empezar a escoltar antes de la tregua. Ella asintió y pasó una mano por mi hombro volviendo a la marcha con los niños tras ella.

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- ¿Es resistente? - Pregunté a Kingsley, el auror más cercano que había reunido.

- La que más, nunca había creado algo así. - Contestó sacando de su túnica, ahora manchada por la batalla, uno de los pergaminos que había recogido en mi reciente viaje.

- Es un último recurso el que hemos usado, pero saldrá bien. - Respondí de vuelta con una fugaz sonrisa que me devolvió.

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El grupo de pelirrojos que lloraba desesperadamente abrió un hueco con mi aparición. Mirándome como si fuera un cachorro al que le acaban de abandonar, esa era, de hecho, una descripción bastante exacta de cómo reaccioné ante la imagen de Fred tendido en el suelo con los ojos cerrados y la sonrisa borrada de su cara.

Me agaché a su lado poniendo su cabeza sobre mis rodillas y agachándome para juntar nuestras frentes como habíamos hecho en vida cientos de veces. Una única lágrima hizo su aparición y acabó cayendo sobre el carillo del pelirrojo deslizándose hasta desaparecer de mi vista. Aún conservaba el calor de la última carcajada que había soltado, ahora lo tenía claro, había sido suya. Y pensaba hacer pasar por el peor de los infiernos a la persona que le hubiera hecho esto.

Ahora no quedaba más opción, tenía que funcionar. No podía quedarme sin él.

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El de gafas se acercaba a mi despacio, sin saber si poder acercarse o no, dudando como nunca antes había visto.

- Tengo que hablar contigo. - Declaré aún sin verle, me había sumido en un completo trance al ver una imagen a través de la ventana, que ya no tenía ni cristal así que tenía la mejor vista posible de cómo volaban los animales sobre el bosque prohibido y no pensaba apartarla de allí.

- Lo siento, es mi culpa. - Me dijo acercándose un paso y deteniéndose allí, a un paso de mi espalda.

- Esto va mucho más allá de eso, es la lucha por el futuro de las siguientes generaciones. A parte, no puedes hacer nada sobre el pasado, - "Habló..." me dijo mi voz interior. - pero sí que puedes mejorar el futuro, Harry, tú no tienes la culpa, pero sí tienes la solución. - Le ofrecí una sonrisa que me obligué a mantener durante un breve periodo de tiempo.

- Ayúdame, no sé cómo hacerlo. - Respondió de vuelta casi en un susurro, creo que sabía que su voz no iba a aparecer muy potente, por eso antes de hablar se juntó a mi para que pudiera oírle.

- ¿Me prometes no llamarme loca? - Le pregunté girándome por primera vez en toda la conversación hacia él. Su cara expresó todo lo que quería ver, primero frunció el ceño; luego, miró a las criaturas mágicas, dudando; y, al final, acabó asintiendo volviendo a mirarme. - Bien, pues escucha con atención...

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Me refugiaba tras una columna, dejando el momento que el trío de oro necesitaba para poder despedirse. No escuché su conversación para dejarles privacidad, no era quién para escuchar cómo suplicaban que se quedase con ellos, que podríamos conseguirlo sin que el niño que sobrevivió muriera.

Ante lo que supuse que serían sus negativas se abrazaron entre ellos dejando ir a Harry, el cual me dedicó una última mirada, mucho más confiado que antes de contarle el plan. Vi el rayo de esperanza en sus ojos y en ese momento temí, temí haber devuelto los sueños, los "algún día" y las metas a gente que puede que perdiera todo si un mínimo dato estaba mal. Pero, es lo que se arriesga en la guerra, ¿no?

El pelinegro no se detuvo, siguió adelante ante la atenta mirada de los que estaban llorando a los muertos y preguntándose por qué tenían que haber muerto la gente cercana a ellos y no ellos mismos, sabía cuál era esa sensación.

Semi-Corazonada | Fred Weasley  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora