Capítulo 4:

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Peleas entre estudiantes. Discusiones entre profesores. Y ambos lados peleando entre si al mismo tiempo. Si a todo esto le sumamos la brecha entre las cuatro casas que cada vez se estaba haciendo más y más grande, ¿qué creéis que podríamos tener de resultado?

Efectivamente, tener a bastantes de los alumnos de intercambio llorando por los pasillos y corredores de todo Hogwarts. Y por consecuente, ellos volverían a sus casas con sus familias por órdenes directas del jefe, de Albus Dumbledore. Ya no se encontraban casi grupos de alumnos de diferentes casas entremezclados entre sí, por lo que los pocos amigos o conocidos que habían podido llegar a hacer en su estancia se estaban distanciando de ellos, ese sentimiento horrible era el que hacía que sus maquillajes acabaran fuera de su lugar y las mangas de las impolutas camisas blancas acabaran ennegrecidas o con una gran mancha de agua. De ahí la orden del director.

De hecho, este año era el director el que brillaba por su ausencia, mientras que otros años en los que era menos necesitado se le podría ver cualquier día por los jardines o por los pasillos, este año que es cuando se necesita más de su presencia y de la sabiduría de sus palabras no hay forma de que se le vea aparte de en los banquetes. Lo que en vez de calmar las aguas y hacer un llamado a la cordura y a la coordinación entre las cuatro casas del colegio, estaba teniendo el efecto contrario, cada vez menos personas confiaban en él.

Y ahí estaba yo, junto con los demás prefectos, en la estación donde íbamos todos los años para empezar el nuevo curso. Bueno, más bien en el otro extremo, si siempre partíamos de Kings Cross para llegar a Hogsmeade, ahora estábamos haciendo el recorrido, al contrario. Se había decidido que los anteriores prefectos, ya que los alumnos de intercambio eran los que ocupaban el puesto de prefectos y todavía no se había decidido quienes serían los que les sustituirían, los acompañáramos en el viaje de vuelta a su casa. Pero, pese a todas las suplicas que habíamos presentado a los profesores, que no fueron especialmente pocas, solo habíamos conseguido que nos dejaran llegar hasta la estación de tren.

El viaje pasó muy rápido, los profesores se habían ido a un vagón para ellos solos, mientras que nosotros, por el contrario, decidimos estar en uno de los últimos vagones todos juntos mientras jugábamos a los gobstones. Me sorprendió mucho ver cómo les interesó tanto el simple juego que no tenías que hacer más que distraer a quién fuera el rival para ganar. Aun así, la cosa se empezó a complicar cuando se me cayó la baraja de naipes explosivos que me había dado Fred en su última visita. Unas miradas de unos a otros fue lo único que necesitamos para empezar el juego.

Obviamente, queríamos salir vivos de ese compartimento, pero a medida que la torre de cartas se iba haciendo más y más grande algunos, incluyéndome, empezamos a dudar de nuestra supervivencia.

- Deberíamos de... desarmar la torre. - Ofreció la chica que me había sustituido como prefecta.

- Estoy de acuerdo, si lo pensamos bien, es muy probable que muramos hoy, y yo quiero llegar como mínimo a graduarme. - La sinceridad e inocencia que le puso la ex-prefecta de Huffelpuf a las palabras hicieron que las risas estallaran en el compartimento. Para nuestra suerte o nuestra desgracia, en ese momento la puerta se abrió dejando ver a una profesora Sprout que iba empezando a ponerse roja de la furia.

- Díganme que eso no son naipes explosivos. - Nos dijo como una mitad exigencia y mitad súplica después de haber cogido aire profundamente durante casi un minuto.

- Por lo que Fred me dijo, eso parece. - Contesté mirando desde el suelo hacia la inmensidad de torre que habíamos construido. Seamos sinceros, no era mi mejor época y tampoco el mejor día de mi peor época, estaba espesa y se podía ver si había poca luz las marcas de unas bolsas del color de la poción multijugos debajo de mis ojos. Estaba bastante espesa ese día.

Semi-Corazonada | Fred Weasley  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora