–¿Estás lista Pranpriya?– pregunto su padre como lo hacía a diario y la pelinaranja asintió frunciendo el entrecejo.
Pranpriya era su nombre de nacimiento, ni siquiera sabía el porqué de aquel nombre, su padre nunca se lo explico y su madre no tuvo la oportunidad de hacerlo, ya que murió después de que la tailandesa naciese.
–Cinco segundos para el minuto.– murmuró caminando tomada del brazo de su padre. –¿Te gusta la impuntualidad?– le preguntó y solo escucho la risa del mayor junto con un apretón amistoso en la mano que tenía enganchada a su brazo.
–Estamos a tiempo, cariño.– aseguró el hombre arrepintiendose de haberle comprado aquel reloj con segundero a su única hija. –¿Quieres almorzar en la sala de maestros?– le pregunto soltándose de su agarre con cuidado mientras le acomodaba la mochila en las manos.
–Si, lo acepto.– respondió sin mirarlo.
–¿Necesitas que venga a por ti o llegarás por tu cuenta?– pregunto él de nuevo y la pelinaranja negó con la mirada perdida en los folletos frente a ella en aquel pizarrón. Los había aprendido de memoria desde hace tiempo, se preguntaba por qué no los habrían cambiado ya, si la semana de vacunación había pasado. –Bien, esperaré por ti o tú espera por mí si no me notas en la sala.– pidió su padre y se despidió dándole un apretón afectuoso en su hombro.
Marco Brüschweiler había criado a Lisa desde que ella nació, había conocido a su madre en una pelea que la ya fallecida estaba teniendo con el padre biológico de Lisa. Después de ofrecerle su ayuda y salvarla de aquel suceso se enamoró perdidamente de ella, meses después de que su relación con la madre de Lisa se hiciera formal descubrieron que había quedado embarazada, Marco intento darle su apellido a la pequeña, pero no se le fue permitido ya que su verdadero padre se opuso a ello. Según a lo que su padre le contaba antes de dormir, su madre enfermo con gravedad después del complicado parto. Lisa había nacido dos meses antes del tiempo marcado, las complicaciones del parto empeoraron para ambas estaban en riesgo de morir, su madre rogó a Marco para que la pequeña fuera la que permaneciera con vida y así fue, pero no significaba que todo estuviese perfecto para ella, Lalisa, como ella había decidido llamarse después de salir de Tailandia, había sido diagnosticada con autismo desde temprana edad, pero su padre sin estar conforme siguió buscando el mejor diagnóstico para su pequeña hasta que lo encontró en corea después de llegar. El médico les había explicado que era normal entre ellos confundir diagnósticos si se trata de aquella enfermedad, Lalisa padecía Asperger, muchas veces confundido con autismo y viceversa. Gracias a su temprana edad les había funcionado pedir ayuda psicológica y así mostrarle a Lisa como poder convivir y ser rodeada por personas sin sufrir alguna crisis, se les había explicado también que dicha enfermedad no tenía cura o medicación definida, solo se les otorgaría algo para la ansiedad y el insomnio. El comportamiento de Lisa podría pasar por rebeldía si se era ignorante de aquella enfermedad, podría llegar a decir cosas que parecerían groseras o sinceras de más, le era difícil comunicarse con las demás personas y su padre aún así decidió llevarla con el al instituto. Normalmente al hablar hacia demasiadas señas con las manos o gestos, era fácil saber si algo le gustaba o molestaba eso se notaba siempre en su rostro, el contacto físico para ella era algo nulo, no le parecía cómodo que estuviesen alrededor suyo robando su espacio personal.
Su padre había decidido sacarla de las clases en casa, las terapias de Lisa siempre mejoraban pero nunca eran suficientes, siendo el director del instituto donde actualmente su hija estudiaba, decidió adaptar un aula para Lalisa y así dándole oportunidad a otros chicos con este tipo de enfermedades de tomar clases y sentirse parte del mundo al que todos llamaban “normal”. Había estrictas reglas y medidas rodeando aquella ‘Clase especial’ principalmente no se permitía el acceso de otros alumnos si no era para algún asunto importante, aquella aula se mantenía alejada de las otras para que el ruido no inquietara a los alumnos ahí dentro, se mantenía una psicóloga pendiente de ellos junto a una maestra y una enfermera, solamente ellas y los maestros tenían acceso a la clase especial.
–Cuidado por dónde caminas.– comento cuando su cuerpo fue casi tacleado por alguien más. Si se tratase de otra persona aquello hubiese sonado como una petición llena de amabilidad, pero era Lisa por lo tanto aquello sonó más como una orden casi brusca y sin tacto.
–¿Qué dijiste?– pregunto una chica mayor que ella y probablemente más fuerte.
–Dije, cuidado por donde caminas.– repitió Lalisa sin quitar el tono de orden y con la mirada hacia donde su botella de agua había rodado. Lisa no lograba captar las amenazas o insinuaciones.
–¡Hwasa!– exclamó la chica que se encontraba a su lado. –No hagas nada estúpido y vámonos.– casi rogó la chica tomando a su amiga del brazo para arrastrarla hacia otro lugar lejos de la pelinaranja.
Lalisa sabía bien que aquello no había sido accidente, la mayoría del tiempo lo decían porque creían que era estúpida y no lo notaría, pero siempre lo notaba.
A la distancia, tres pares de ojos observaban en dirección a dónde la tailandesa recogía sus pertenencias del piso entre curiosidad, burla y enojo.
–Si Hyuna no hubiese detenido a Hwasa probablemente Manoban estaría muerta.– aseguró una chica con cabello morado.
–Hwasa la empujó, aún no entiendo el afán por molestar a Lalisa.– la chica con ojos felinos y la pelimorada la observaron ya que se notaba molesta.
–¿Quién es Lalisa?– pregunto una vez más la chica del cabello morado y pelinegra apunto a dónde estaba la tailandesa. –Pense que se llamaba Manoban.– aseguró haciendo reír a la castaña con ojos felinos.
–Ese es su apellido, Jisoo.– casi soltó un gruñido alejándose del abrazo de la surcoreana. –Tengo que irme.– dijo antes de marcharse.
–¡Rosé!– grito Jisoo sabiendo que se había molestado. –¿Qué demonios cree que hace?– pregunto molesta al ver como ayudaba a la tailandesa a recoger las cosas del piso. –¿Jen?– gruñó al ver a su amiga casi dormida, con fuerza estrelló la palma de su mano contra el casillero haciendo que la castaña saltara del susto.
–¡Jesús, Jisoo!– se quejó presionando con una de sus manos la zona donde se encontraba el corazón, como si eso fuera a detener los rápidos latidos. –¿Esperabas que estuviera atenta a tu pelea con la ardilla?– pregunto dejando salir un bufido.
–Es mi novia, Jennie y se llama Chaeyoung.– respondió un tanto molesta por aquel apodo.
–¿Te imaginas cómo será la frustración de esa chica al ligar?– pregunto Jennie restando importancia al asunto de su amiga. Jisoo miro hacia donde Jennie y observo como Rosé aún sonreía hacia la tailandesa, pero la última en mension parecía con la mirada perdida hacia otro lugar y sin mostrar emociones en su rostro o algún interés en saber qué era lo que Rosé decía.
–Y es aquí donde me pagas la apuesta, tienes que acostarte con Manoban o volverás donde tú padre y le dirás que tú tomaste los ahorros para huir.– Jisoo golpeó duro y Jennie lo sabía. Miró de nuevo hacia la pelinaranja y suspiro.
¿Cómo hará aquello? Ni siquiera sabía bien qué o quién era Lalisa Manoban, pero no se arriesgaría a enfrentarse a sus padres y volver a ese infierno, era más fácil tirarse a alguien que no tenía lo suficiente en la cabeza para negarse o eso pensaba ella.
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ASPERGER → Jenlisa.
Teen Fiction«También puedo sentir, Jennie.» Aquellas palabras se las había dicho llenas de dolor, su condición no le permitía demostrar a las demás personas lo que realmente sentía, su mirada la mayor parte del tiempo se encontraba pérdida entre algún lugar u o...