Fin - También puedo sentir, Jennie.

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Había llegado el día, por fin uniría su vida a la de Lisa completamente.

Estaba nerviosa, habían tenido solo un par de ensayos y harían algunas de las cosas que acostumbran hacer en las bodas tailandesas, agregar alguna de las costumbres coreanas también fue parte del plan, pero se quedaba con lo mágico que sería según lo que logro entender.

Esa mañana Lisa la había despertado con besos en su rostro mientras le repetía lo hermosa que era y lo mucho que la amaba, parecía una pequeña niña emocionada, eso solo encendió su nerviosismo al recordar la fecha y en cambio la rubia parecía más confiada que nunca. Después de tomar el desayuno juntas se separaron para seguir con los procedimientos, había llamado bastantes veces a la rubia para preguntarle si estaba segura de casarse con ella y Lisa solo respondió: “No te desharas de mi hoy.” aquello le causó un poco de tranquilidad. Después de ese par de llamadas estuvo sin saber de ella por unas horas hasta que Jisoo le informo, que según Rosé, la tailandesa estaba tranquila jugando con su teléfono, entonces recordó aquel estúpido juego que la australiana y su prometida tenían sobre peces recolectando estrellas en el espacio, era como una combinación de las menores y le daba ternura, pero Lisa se había vuelto adicta.

–Luces hermosa, mi amor.– dijo la madre de la castaña desde la puerta. Su madre había llegado hace unos días, en esos días estuvo conviviendo con Marco y la familia de Lisa, y aunque su madre era muy distinta a aquellas personas, logro adaptarse y sentirse parte de ellos. –Fuí a por mis guantes blancos, los había olvidado en el auto.– informo entrando completamente a la habitación. –¿Dónde están tus amigas?– pregunto la mayor dejando su bolso en una de las sillas que estaban ahí.

–Jisoo fue a dónde Rosé, Irene mencionó algo sobre no hacer molestar a Seulgi y Nayeon fue por más broches para el cabello.– respondió la castaña mirándose al espejo.

–Antes de venir a Tailandia, me tomé el atrevimiento de pasar a tu casa y recoger algo.– comento la mayor colocándose detrás de Jennie.

–También es tu casa, mamá.– aseguró Jennie levantando la mirada para lograr ver a su madre.

–No sabía si hacerlo, pero es un día importante y quise traer la urna de tu padre.– dijo yendo a dónde estaba su bolso. –Espero no sea algo inapropiado, cariño.

La menor se levantó de su lugar y camino hacia su madre para ver aquella elegante caja dorada en sus manos y asintió antes de abrazarla. No era para nada inapropiado, de hecho ella misma quiso pedírselo pero no se atrevió.

–Gracias.– murmuró tomando la urna para después repasar con la yema de su dedo el nombre grabado en el recuadro que tenía aquel objeto. –Supongo que la familia está completa ahora.– susurro Jennie casi melancólica.

–Tú padre y yo siempre fantaseamos con esto cuando eras pequeña, imaginábamos como sería cuando este día llegara.– contó la mayor. –Y, puede que el no esté aquí físicamente pero sé que está orgulloso de ti tanto como yo lo estoy. También sé que el hubiese amado desde el primer segundo a la doctora Manoban solo la manera en la que te hace sonreír, no soy buena con las palabras mi amor, así que solo puedo decirte que deseo lo mejor para ti y si eso lo tienes a lado suyo, yo estaré más que feliz de darles mi bendición.– la castaña que trato de contener las lágrimas pero todas las emociones de ese día estaban rindiendo cuentas. –Has pasado por mucho y has estado haciendo mucho por sobrevivir, tu recompensa es ese enorme amor que ella demuestra tenerte, así que se feliz mi amor.– dijo la mayor secando las lágrimas de su pequeña. –Te amo.

[...]

–¿Nerviosa?– pregunto Marco a lado de la tailandesa justo donde esperaba la llegada de Jennie.

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