La chica de ciudad

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Capítulo uno


Soy un maldito desastre.

Es el primer coherente que logró hilar después de quien sabe cuanto tiempo. En algún momento conseguí dejar de llorar, lo más probable porque ya no tenía nada más agua dentro de mi. Todavía puedo sentir la humedad en mis mejillas. En mi boca persiste el intenso sabor del tequila mezclado con la amargura de mis lágrimas. Mi rostro se encuentra entumecido de estar apoyado sobre la gélida ventanilla del colectivo durante tanto tiempo.

He perdido la noción del tiempo, solo tengo la leve sensación de que ya llevo más de tres horas de viaje, pero no me atrevo a encender mi celular para comprobarlo. En todo caso sería inutil porque estamos en medio de la nada.

Mi reflejo es un recordatorio cruel del caos dentro de mi. Mi rostro es la evidencia de los pensamientos entumecidos en mi cabeza, un poco por alcohol y otro poco por el dolor. Tiene sentido porque todos me miraron raro, tengo el rímel corrido, los ojos y los labios enrojecidos de tanto llorar. Podría buscar con facilidad en mi mochila algún pañuelo o toallita húmeda para limpiarme, pero aun me siento desganada. Así que me escondo detrás de los mechones de mi cabello.

Escucho por los pequeños parlantes el aviso de que apaguen las luces para que los demás pasajeros puedan dormir. Hago un rápido movimiento para tocar el interruptor, pero mis planes fallan porque mi brazo izquierdo tira de mí. No me sorprende, estuve todo este tiempo en la misma posición y ahora está dormido, casi como peso muerto. Masajeo un poco mi antebrazo para volverlo a intentar, esta vez con mejores resultados. Si bien éramos pocos los que aún teníamos la pequeña luz encendida puede notarse una gran diferencia en la ambientación.

Me froto las manos para crear un poco de calor con la fricción, el frío se me cuela hasta en los huesos. Necesito desconectar mi cabeza. Es difícil cuando el sonido de los ronquidos de la persona al lado mío me distrae, es increíble como algunos tienen la capacidad de dormir en cualquier lado. Este hombre no ha dejado de roncar desde que abandonamos la estación. Se me escapa un minúsculo bufido.

Tal vez debería estar agradecida de que no viajo adelante de algún niño inquieto, de esos que te patean el asiento. Respiro profundo mientras acomodo mi cuerpo de forma tal de que dormir no sea tan incómodo. No quiero moverme tanto para no llamar la atención, por lo que me quedo estática a penas logró una posición un poco cómoda.

Inclino mi cabeza a un costado para poder contemplar por la ventana. Afuera no se puede ver nada, es una vasta llanura que con la oscuridad de la noche parece un cielo sin límites. En mi cara se asoma una tímida sonrisa, una que pensé que no volvería a tener. Si, mi necesidad de romantizar los viajes es algo que conservo desde niña. Creo que aunque no hay nada en particular que observar, hay cierto placer en detenerse a admirar un paisaje.

Mis ojos se esfuerzan en encontrar la luna, para que su luz de alguna manera me narre alguna historia trágica de las miles que sé que presenció. Pero no está por ninguna parte y me toca conformarme con la luna que tengo en los retazos de mi memoria. Aunque con el desastre que hay dentro de mi cabeza dudo que pueda hacerle justicia a la belleza que tiene para mi. En cierta manera sería igual a como sale en aquellas fotos de mala calidad en las que parece un foco. Se me escapa una pequeña risa borracha ante la idea.

Debería contentarme ante la idea de que por lo menos no luzco como una borracha melancólica, todavía conservo un poco de sentido del humor. Mi vista ya se ha acostumbrado a la oscuridad del colectivo, hay una sinfonía de ronquidos en este lugar, al parecer la persona a mi lado no es la única que sufre de un sueño ruidoso. Cierro los ojos con fuerza esperando atraer el sueño a mi. Sin embargo, mi mente está inquieta, con todo lo que pasó solamente unas horas antes. Hago mi mayor esfuerzo para suprimir esos recuerdos, de manera que queden escondidos en aquella parte de la mente donde ocultamos todo lo que aparentamos nunca pasó.

¿Cuántas cosas se esconden allí?¿Cuál es el límite de mierdas que puede soportar? Imagino que funciona como una casilla de spam. Con todo lo que pasó esta noche, error, en mi vida entera, estoy segura que en algún momento saltará un aviso de espacio lleno.

Los movimientos bruscos del colectivo me devuelven a la realidad en la que estoy, para mi mala suerte. Me acomodo mejor la campera para tratar de combatir con el frío que se cuela por la ventanilla y congela mis dedos.

Colocó mis manos bajo mis brazos para entrar en calor. Suelto un pequeño suspiro que en el aire forma un vaho, verlo me transporta a otras épocas. Con esos recuerdos antiguos en mente, vuelvo a cerrar mis ojos. Obligándome a soñar. Estas desgraciadas no me pueden seguir acosando mientras estoy dormida.

La borrachera no había sido de mucha ayuda, tal vez los sueños si me ayudaran a olvidar el dolor, el ruido, el frío, la oscuridad, los recuerdos, pero sobre todas las cosas, la soledad. Esa dulce compañera que ahora susurra en mis oídos dulces historias. Quiero creerle cuando me dice que con ella las cosas mejorarán.

No fui consciente de cuando me quedé dormida, pero estoy agradecida de que mis sueños me recibieron con la proyección de los recuerdos más hermosos de mi vida.

La escasa luz que compartimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora