Una carcasa rosa y un par de auriculares

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Capítulo tres


Bajar del colectivo me había dado una sensación de renovación. Como si mi mente y cuerpo estuviera listo para iniciar algo nuevo.

Llevo la mochila a mi espalda y ya he retirado mi bolso de la parte de las maletas. Es casi una mala broma como toda mi vida entra en estas dos cosas, pero no lo suficiente para hacerme reir.

Me mezclo con los demás al entrar a la estación de colectivos. Es impresionante lo grande que es, para no ser la ciudad capital. Es decir no es como la capital, pero le hace competencia. El espacio es casi hipnotizante con sus decoraciones. Hay una gran colección de pinturas, cuadros de artistas locales al parecer. En los techos colgaban ostentosos candelabros color dorado Los arcos que se extendían a lo largo del lugar eran elegantes columnas de la arquitectura clásica romana. Supongo que era su forma de enamorar a los turistas. O personas como yo, que planeaban ser nuevos habitantes.

Camine abriéndome paso en este mar de gente. Fue una verdadera travesía hallar un baño que no se encontrara lleno de personas. Quién hubiera adivinado que había más mujeres en los baños que afuera. Tampoco tenía las agallas suficientes para meterme en alguno de los baños de hombres aparentemente vacíos.

Se me escapó un suspiro de alivio cuando me encontré al fin uno al otro lado de la estación vacía. La puerta está entreabierta. Antes de poder entrar me pareció escuchar algo, al mirar descubrí que era solo una chica mirándose en el espejo. Trate de disimular en la puerta antes de entrar, esperaba que saliera o se metiera en algunas de las puertas.

Pude apreciar desde la pequeña abertura como olvidaba su celular sobre el lavamanos. No veía a nadie más allí, supongo pensó que no pasaría nada, o tal vez ni siquiera lo noto. Entré de manera silenciosa y puse rápidamente mi bolso sobre el teléfono, por si alguien entraba no supiera que había debajo.

Si, estoy robando. Fantástica forma de iniciar mi nueva vida. Sin embargo es mi mejor oportunidad para por fin tener algo con que comunicarme, es demasiada presión estar constantemente preocupada por usar mi celular. Me volveré loca a éste paso.

Guardo el celular dentro del bolso en uno de los bolsillos que tiene a los costados. Entre al primer baño con la puerta abierta y la trabe. Mi corazón se agitaba nervioso en mi pecho. Lo hice. Robe y no hay testigos.

Mire el teléfono con más detenimiento. Parecía un modelo nuevo, la pantalla protectora estaba intacta, lo que mostraba que la chica lo cuidaba bien. Igual lo más llamativo para mi era la tierna carcasa rosa chicle que tenía.

Nunca antes había robado, así que no se que se supone debo hacer. Lo primero en lo que pensé fue en tapar el parlante con uno de mis dedos, para poder silenciarlo así la chica no me descubre. A no ser claro que me haya visto cuando entre y eso arruinaba toda mi cautela.

Un sentimiento de culpa se forma en mi estómago. Lo retuerce. Una forma de castigarme.

Le estoy robando el celular a una persona que se esforzó en conseguirlo ¿Quién tiene tiempo para la empatía cuando su vida se está yendo a la mierda? Al parecer mi consciencia. Esa perra debería tomarse vacaciones. Resoplo ante mí aún existente amabilidad.

Tiro de la cadena del baño para crear suficiente ruido. Con un rápido movimiento quite la carcasa y procure no ser muy ruidosa. Esa chica tiene suerte, solo le voy a robar su tarjeta SIM. En realidad no es robar, es un canje sin el consentimiento del otro. Intercambio las tarjetas y vuelvo armar el celular.

Escucho a través de la puerta con atención para saber si ella ya ha salido. Al parecer no, salgo ocultando el rostro y lanzó el celular al lavamanos.

La escasa luz que compartimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora