Llanura

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Capítulo veintiuno

Lo primero que puedo pensar apenas veo a Emiliano es que es un maldito genio, luego sí prestó atención a que tiene el labio partido. Se acerca a nosotras sonriendo, y siento como se me revuelve el estómago, incluso aún peor que cuando tuve la cita con Héctor.

Trato de disimular mi emoción por verlo, muerdo mi mejilla interna para dejar de sonreír de una vez. Roxana no deja de verme con ese gesto divertido, como si estuviera mirando un capítulo de su serie preferida.

Con todo lo que sé ahora, lo veo distinto. Percibo sus ojos más verde que antes, su sonrisa más brillante, su pelo más impactante. Me acordé cuando conocí a Roxi, como me sentía un estúpido insecto. Volvía a sentirme igual, pero por su primo ahora.

   – ¿Listas para partir? —su voz sonaba animada—.

   – ¿Qué te pasó en el labio? —Roxana ni siquiera hizo el amague de levantarse, permanecía sentada esperando una respuesta—.

Él saco el celular del bolsillo de su jeans, y observó su reflejo en el mismo. Primero se asombro, y resopló con desenfado. Y supe que apenas abriera la boca diría una mentira.

   – Me golpee con la puerta del taxi. Ya sabes que con los autos nuevos no necesitas hacer mucho fuerza. Acostumbrado a mí viejo coche tire con más fuerza de la necesaria, y me golpee en el labio. No pensé que dejaría marca, ahora deja en evidencia mi torpeza.

   – No necesitas un labio roto para evidenciar eso —comentó a secas Roxi, que como yo, no le había creído ni una sola palabra—.

   – Hubiera jurado que eso era secuela de un golpe en la cara —lo desafíe a mentirme mirándolo directamente a los ojos—.

   – Bueno en el lapso que me toma llegar aquí sólo hay dos opciones con los que pude haberme "peleado", el portero y el taxista. Y te aseguro que pague el viaje.

   – Supongo que existe una tercera persona que nunca vas a mencionar —para mi sorpresa Roxi dijo exactamente lo que pensaba—.

   – Creo que nunca lo sabremos, ¿verdad?

Había demasiada seguridad en su respuesta, que lo único que me hacía pensar es que ocultaba. Porque obviamente era un maestro en hacerme creer lo que él quería.

Sin embargo ahora que necesidad había para mentir. Ya no podía verlo como una persona horrible, era tan caótico como lo soy yo ¿A quién estaba encubriendo? Y lo que más me intriga ¿Lo hacía por nosotras o por él?

   – Roxi ve al auto, creo que Emiliano nos va invitar la comida para la noche —me esforcé para que mi tono no parezca una orden. Sus ojos verdes rastrearon en mi rostro algún indicio de mi intención, no creo que encontraran nada—.

   – De acuerdo, por cierto dejé el café para ti primito, al fin al cabo eres el conductor designado —ella tomó su taza y la mochila que llevaba su primo—.

   – Que afortunado soy de tenerte.

Su sarcasmo habitual sólo hizo sonreír más a Roxi. Dejo pasar el empleado que entraba al local, el cual ella miro con desagrado, y luego salió en plan de diva.

Vaya personaje de amiga que había encontrado.

   – ¿Quién fue? — rápida y sin tapujos*¹ tire la pregunta—.

   – Supéralo, fue una puerta.

Él comenzó a caminar hasta las góndolas con comida. Agarró un paquete con galletitas surtidas y otras que eran solo de chocolate. Supongo pensando en Roxana.

La escasa luz que compartimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora