Inguz [Emiliano]

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Extra
Acontecimientos del capítulo "La cita" desde los ojos de Emiliano

Son las siete de la mañana y sigo dando vueltas en la cama. El dolor de cabeza no ha desaparecido después de esa aspirina, aunque cabe la posibilidad de que lo que siento no sea algo físico sino más bien emocional.

Llama mi atención los jadeos del otro lado de mi pared. Me levanto sin pensarlo, y me calzo rápidamente mis zapatillas. Caminó con sigilo por precaución, no sea cuestión de que si Roxana aún no se ha despertado no hacerlo yo.

Por el repentino silencio cálculo que ha vuelto a dormir, en cierta manera me alivió pero sé que es momentáneo. Tomó una de sus tazas favoritas y comienzo a preparar un submarino, ya que lo dulce siempre la hace sentir mejor después de una pesadilla.

Veo al chocolate derretirse lentamente, y me quedo a esperar lo inevitable. Quiero mentirme a mí mismo para creer que estar así alerta es una buena señal, que esperar algo es una misma señal de la vida, de que existe.

Por fin se escucha el grito final, el que muestra que por fin terminaron las pesadillas de hoy.

En parte estoy agradecido, me gusta sentir ese sentimiento de vez en cuando. Es decir, uno quiere creer en el fondo que esperar algo tanto tiempo vale la pena. Pero en algo que están incomprensible para mí como las pesadillas de Roxi sólo puedo pensar que es positivo que cada vez son menos, que cada vez tiene menos miedo.

Me deslizó despacio por el trecho que separa la cocina del cuarto de Roxana, para no despertar a Cass que está en otra habitación.

Tocó la puerta de Roxi con cautela, recién cuando escuchó un susurro que me invita a pasar es cuando entró.

Ella está acurrucada a su almohada, temblando de miedo. Verla así me recuerda que en realidad no somos tan fuerte como a veces queremos aparentar sino que en el fondo tienes miedos primitivos, que vienen de la misma culpa.

Supongo que es algo de familia lo que nos motiva vivir. Siempre la culpa de lo que hicimos y lo que no. No creo en absoluto que es una buena forma de vivir, sin embargo es lo que nos motiva, los que no saca adelante incluso cuando no queremos seguir más. La culpa es lo que nos mueve. O por lo menos a mí.

Me acercó a ella y le ofrezco la taza, no sonríe ni se mueve, simplemente me contempla esperando que diga algo que la consuele. O eso siento, aunque nunca sé qué decir, no me encuentro en silencio porque en realidad siento exactamente lo mismo que ella. Terror de que despertemos ese mismo día en el que ocurre la peor tragedia que hemos vivido.

Sé que el de ella es el día que perdió a Lucia. Para mí siempre será aquel día en el que casi la pierdo a ella. Aún hoy me cuestiono si en verdad fue un accidente o en el fondo también quería acabar con su vida. Porque sentía que no había nada más por que luchar.

No tengo a nadie a quien compartirle mi culpa, sólo me corroe por dentro.

Recuerdo cuando de niños solíamos ser los mejores amigos, no había nada que el otro no supiera. Luego nos separamos por cosas que pasan y no le dimos mucha importancia a nuestra relación.

Había vuelto por ella, pero aún así la sentía lejana. Fue cuando casi la pierdo que fui consiente de que a veces la vida se mueve de a momentos. En un instante puedes perderlo todo, más de una vez.

¿Qué hubiera pasado si Mirta no hubiera estado ahí?

Sé que hubiera pasado, me duele saber que sé qué pudo haber pasado. Sólo porque me descuide un momento.

   – Gracias -su voz suena lejana y monótona, pero es lo suficientemente firme para devolverme de mis reflexiones-.

   – De nada, pensé que una bebida caliente te ayudaría a controlar el frío.

La escasa luz que compartimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora