Compartimos

310 106 7
                                    

Capítulo final
Casandra


Estoy desesperada, con frío, y tropezando con todo. Cargar con mi mochila, mi bolso y una maleta adicional sea vuelto una tarea pesada. No sé qué me pasa por la cabeza. Debo estar peor de lo ya me imagino.

Tomó asiento en uno de los bancos de la plaza, para idear un nuevo plan. Porque obviamente mi idea de irme de inmediato no ha funcionado. Es que ni siquiera había contado el hecho de que tal vez no hubiera ningún colectivo. Me pasa por ilusa, por basura e insensible. Creía que marcharme sería tan fácil como la primera vez. Que tendría miles de opciones de destinos pero resulta que sólo tengo dos. Y son solamente las más rápida.

Es increíble que tenga que esperar hasta las tres de la tarde para poder tomarme el primer colectivo. Estoy hecha un desastre. Pero no me importaba, hacia esto por Roxana, para demostrarle a su madre la grandiosa persona que es, lo fuerte e increíble que puede llegar a ser su hija. Deseaba que pudiera entender que no lo hacía porque había dejado de quererla, sino porque lo hacía más que nunca.

Sacó de mi bolsillo la carta de Emiliano, y la vuelvo a releer por decima vez este noche. Otra vez estoy llorando ¿Cómo podía hacerle eso? No creo que me lo perdone nunca. No tener ninguna excusa, o explicación por mi partida. Supongo que no importa que tanto huyas de tus viejos hábitos vuelven a reclamarte. Una maldita daña hombres. Se lo había hecho a grandes empresarios, a Federico, a Héctor, y ahora a Emiliano. De todos él era como una daga a mi costado, dañandome a cada paso que daba lejos de él.

Las palabras que le deje en mi carta me dan una jaqueca insoportable.

"Emiliano, nunca quise lastimarte. Supongo que sólo sabemos hacernos daño"

Esas últimas palabras me dejaban un gusto agrio en la boca. Tal vez porque eran una vil mentira, o una interpretación de nuestra historia un tanto cruel. Lo que yo estaba llamando daño, eran a sus defectos. Que ni siquiera considero defectos. Era su instinto natural de protección, la dedicación de cuidar a las personas que ama.

Pensar en él me hacía sentir peor de lo que ya estaba. Tenía tanto para decirle, para desearle, para despedirme. Pero sentí que de esa manera seria más sencillo que me odie. Aunque no quería que lo haga, no quiero. Es tan confuso. Y me siento tan mal. No puedo llevarme todo esto a cualquier parte que vaya. Entonces se me ocurre por fin una idea. Le marco a Juana, consiente que son más de las 5:30 de la mañana. El tono suena un rato hasta que por fin atiende.

   – ¿Hola? -su voz suena entre adormecida y confundida, pero sin embargo es ella-.

   – Juana soy yo, necesito tu ayuda -iba irme y no me había despedido de la persona más buena de esta tonta ciudad, ¿qué pasaba conmigo?-.

   – Cass, cariño ¿Dónde estás? -no hay reproche, sólo una voz serena y calma-.

   – Estoy en la plaza central, la de la fuente. Necesito que vengas por mí.

   – De acuerdo, espérame que enseguida estaré ahí.

Después de eso corta la llamada, y vuelvo a estar sola con mis pensamientos acusadores. He visto tantas personas vivir sin complicaciones ni preocupaciones, ¿cómo no se daban cuenta lo afortunadas que eran? Aunque tal vez sea solo un prejuicio mío, no todo es como lo vemos.

Es decir alguien que no me conoce habría pensado que no sería capaz de abandonar al chico más maravilloso que conocí. Que no me separaría de alguien tan leal como Roxi. Seguro si me vieron sonreir supusieron que tendría una vida sencilla. Estarían tan equivocados. Sin embargo no puedes culparlos, solemos hacer eso con todo. Necesitamos controlar lo que nos rodean y le asignamos una explicación a partir de la poca información que poseemos.

La escasa luz que compartimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora