Miles de estrellas y secretos [Parte 2]

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Capítulo diecisiete
Segunda parte

  Estoy calmada y serena cuando llegó al local. Lo cual no ha sido una tarea fácil, porque no dejo de sentirme una basura de persona después de decirle algo tan cruel a Roxana. Ella fue tan buena conmigo, incluso me dió la oportunidad de ser su amiga literalmente después de verme intentar robarle.

  ¿Qué pasa conmigo?

   Pero no sería tan grave de no ser que sigo enojada. Siento aún la ira que hierve dentro de mí rogando salir y atacar a alguien más. Hago mi mayor esfuerzo para lograr controlarla, bajo una capa de sonrisas superficiales.

   Distraigo mi cabeza con tareas rutinarias y triviales. Primero barro el local, y levanto las sillas para que Juana pase el trapo, mientras yo ordenó la barra.

   El lugar está reluciente, y el aroma a cerezas ya inunda el aire. Consulto el reloj de la pared, solo faltan un par de minutos para abrir. Por lo que voy a buscar mi uniforme en la oficina. Al entrar el lugar está en silencio, por lo que supongo que Mirta debe estar cocinando la última tanda de galletas.

   Mejor así, o no. Una parte de mi deseaba encontrarla aquí, y me preguntara como estaba, incluso siendo innecesaria mi respuesta porque de alguna manera ella siempre parecía saberlo. Sólo que seguro culparía a mi padre, y a su dichosa carta. La cual por alguna razón es lo que menos me preocupa de todo al mi alrededor.

   Era tan extraño albergar tantas emociones contradictorias contra él. Hizo mi vida una tarea constante de complacerlo. Y lo odio por aún tener tanto control sobre mí.
Sin embargo no podemos negar la sangre ni los recuerdo, por más que lo intentemos. Así también lo extraño, o lo añoro, porque no deja de representar para mí ese lugar seguro.

   Cierro fuerte mis ojos, pongo la mente en blanco y me concentro en el ahora. Respiro profundo varias veces, y vuelvo afuera.

   Juana está charlando con Jorge desde la ventanilla, se ve alegre y despreocupada. Me pregunto que se sentiría ser ella un día. Lidiar con un grupo de mujeres que tienen como objetivo de vida arruinar su local a toda costa, sólo por no compartir sus ideales, además tener como empleada a un completo desastre porque no tienes opción.  Era tan extraordinario aún así verla sonreír, como si desafiara a la misma vida, y le dijera, no me importa que me pongas, no voy a dejar de ser feliz.

    Ella mira a su costado, y con una seña amistosa me llama para que me vaya a su lado. No lo dudo. Me incluyen sin problemas a su conversación.
  
   — No quiero aceptar esa oferta, tenemos este lugar desde hace años —Jorge hablaba despacio, casi con cautela—.

   — ¿Qué oferta? ¿Qué sucede? —pregunté sin más, era raro que ellos me negaran respuestas—.

   — Es que la "gran dama" se cansó de mandar amenazas de que este lugar es una ofensa a las buenas costumbres, y ahora está interesada en comprarlo —la voz de ella sonó fastidiosa, y tal vez con un odio silencioso escondido—.

  — Esa mujer no parece nada agradable —admito que no soy la mejor aportando cosas a la conversación—.

  — No sé si será agradable, no he tenido el placer o privilegio de conocer algún lado bueno de ella, si es que existe—dicho eso Jorge salió de la ventanilla y se metió de nuevo a la cocina—.

  Juana solo soltó un suspiro sonoro, y sacudió su cabeza velozmente. Supongo para ahuyentar todos los pensamientos negativos.

   Se fue de la barra para ir a bajar las sillas de las mesas ahora que el piso estaba seco. La acompaño en la tarea en silencio. Sólo cuando terminamos es que me mira por fin, analizando hasta qué punto se que tan frustrada está.

La escasa luz que compartimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora