Capítulo dieciséis
Estoy apoyada en la barra del restaurante de Juana. Fue un alivio inexplicable saber de parte de mi jefa, que no se le había pasado por la cabeza el despedirme. Y es más, me dijo que le informará cualquier inconveniente. Mirta igual estaba feliz de verme el día siguiente llegar con una sonrisa al local.
El lugar está lleno de voces de niños, risas, y del sonido de Jorge cocinando. Atiendo a todos con gracia y amabilidad, incluso los que me miran aún raro por ser la nueva de la ciudad. A pesar de que hace dos meses que ya vivía aquí.
Sólo cuando el reloj marca la una, me tomó mi descanso para pensar y reflexionar un poco. Espero hasta que salga el último para cerrar la caja, y luego ir a la cocina con los demás.
Al entrar estan riendo mientras que comparten una pequeña fuente con papas que quedaron. Me sirvo un vaso con agua y me siento en la ronda. Por lo que entiendo charlan de unas viejas vacaciones a unas playas no lejos de aquí.
Me permito imaginarme en una playa, disfrutado del sol, la arena y el mar. Hace mucho tiempo ha pasado de la última vez que fui a una playa a descansar o vacacionar. Intento prestar atención en la conversación, pero mi mente esta dispersa.
Ya han pasado 2 meses de haber conocido a Roxana, pero aún no podía determinar si era mucho o poco tiempo. Es increíble lo relativo que puede llegar un concepto tan rígido como el tiempo. A veces me preguntaba si realmente fue algo del azar, o si el destino ya había planificado que nosotras nos volvamos amigas.
Miró a Jorge abrazar a su esposa con cariño, y recuerdo aquella conversación pendiente. La probabilidad de que haya conocido a mi madre es tan remota, pero a la vez ahí tengo un poco de esperanza.
He pensado, y probado diferentes ideas para hallar algo de información sobre ella, de quién pudo haber sido. Pero todas terminaron siendo una decepción.
Debo admitir que me alivio no tener noticias tanto de Federico como de Teresa; y también de Marisa. A diferencia de mi padre, de él estuve enterada de casi toda la situación. Actualmente estaba en medio de un juicio por todos los fondos que movió a empresas fantasmas. Estoy más que segura que la personas de la firma saben más de lo que han declarado. Pero supongo es su manera de lavarse las manos del asunto.
Eran como ese dicho que usaba mi abuela, cuando el gato se va los ratones salen a bailar. Ahora las personas disfrutaban de la ausencia que dejo Samuel. Sé que yo la disfrutaba.
- ¡Oye Cass! ¿Estas aquí? Pareces distraída -Mirta hablaba suave, como si supiera que estaba adormilada por mis pensamientos-.
- Sí, no me he ido. Solo pensaba un poco en la gran cantidad de gente que vino hoy -sabía que ellos notaban cuando buscaba despistar, otra cosa más que agradecerles-.
- Te dije que este nuevo especial sería un éxito, pero tú seguías insistiendo que la gente solo ama lo salado- Jorge sonrió burlón a todas, aunque él había dicho que sin salados el especial sería aburrido-.
- Pareces preocupada, ¿Estás segura que esta todo bien? ¿Tu padre te volvió a contactar? -Juana fijo su mirada en mis manos, comprobando si temblaba-.
- No, creo que espera aún que conteste la primera carta. Tal vez sea lo mejor, aún no estoy lista para enfrentarlo.
Mi respuesta era vaga, pero creo que en esencia lo dije todo. Era absurdo ocultarles algo, Mirta parecía tener un sexto sentido para detectarlo. Aunque en cierto modo era un alivio no tener que fingir cuando me encontraba preocupada.
Tomé una papa para no tener que decir nada más, porque estaba segura que esperaban alguna explicación más.
- Entonces ¿Qué te preocupa? -Mirta hablo con cariño y autoridad, mostrando que no se andaba con rodeos-.
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La escasa luz que compartimos
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