Tercera oportunidad

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Capítulo veinticuatro

Uno creería que al vivir en un mismo departamento habría tenido infinidad de oportunidad de encontrarme con Emiliano para disculparme. Pero no. Me equivoque. Han pasado semanas.

Semanas.

Si, han pasado semanas desde esa noche. Su presencia se esfumó por completo. Se que vive ahí porque aún deja cosas para nosotras. Él hace la compra semanal, deja lavado los platos o aumenta el surtido de chocolate de Roxana.

Me he esforzado en permanecer despierta para encontrarlo de casualidad en la mañana, pero fue inútil. En un intento desesperado me obligue a quedarme en el sillón de la sala mirando mi serie favorita por mi celular. Por supuesto me quedé dormida. Lo peor de todo es que al otro día cuando me desperté tenía una manta encima. Una manta.

Soy la peor. No porque mi padre crea que soy una vergüenza, sino porque fui innecesariamente cruel con alguien que no hizo nada malo. Froto con frustración la barra de nuevo, hasta que una voz familiar me devuelve a la realidad.

– Creo que esa es la mancha que de vez en cuando saca de quicio a Juana –Roxi toma asiento en la única banca libre de la barra.
– Es una mancha orgullosa y a mi no me gustan las manchas orgullosas.
– Ahja.

No es raro verla por aquí. De vez en cuando a Roxana le gusta venir a almorzar y disfrutar un poco de mi reducida compañía. Hoy la tienda está más tranquila que otros días por lo que me puedo quedar cerca de ella.

– ¿Qué vas a querer?
– El plato del día –contestó con una sonrisa brillante.

Fui a entregar la orden y un mal presentimiento rondó alrededor de mi. Si bien me gusta que ella venga a verme sé que está tramando algo raro, lo presiento. Está más feliz de lo habitual.

Roxana ha decido ser imparcial en el asunto. No abogado ni una sola vez por mi frente a Emiliano, o sea no me consta, pero de haberlo hecho estoy segura que las cosas no estarían así de frías.

Veo de soslayo como Juana se acerca a saludar a mi amiga. La capacidad de Roxana para pretender que todo está bien me sorprende. Sabe enmascarar todos sus sentimientos detrás de una sonrisa. Estoy tan concentrada mirándolas que Jorge tiene que chasquear sus dedos frente a mi.

– Estás más distraída de lo normal Cass, ¿algo te molesta?

La voz amable de él hace que me sienta más relajada. Conoce todo el drama que estoy atravesando, no porque quería contarle, sino porque es excelente interrogando.

– Nada en especial.
– Supongo que tendré que creerte –hizo una mueca antes de hacer sonar la campanilla–. Orden lista.

Tomó las quesadillas con salsa picante, nuestro plato del día, para mi linda amiga. Esta loca si cree que va a soportar la receta picante especial de Jorge. Al llegar interrumpo una conversación incómoda.

– Oh yo las recibo Cass, son para llevar –me indica Juana tomando el plato con cuidado. 
– ¿Para llevar? –observe a Roxi buscando una respuesta.
– Emi ama las quesadillas de acá.

Claro, ahora tiene sentido. Él sí es fanático de la comida picante al extremo. Aunque eso ahora lo sé no porque charlemos, sino que lo evidencia su colección de picantes en la heladera.

Juana me hizo una seña para que lo acompañe aparte, por su rostro puedo deducir que me quiere decir algo importante. Su mirada por lo general serena esta vez tenía cierta urgencia.

– ¿Qué pasó? –murmuro presa de la curiosidad.
– No le dijiste lo de tu padre –reconocí el tono de reprimenda en su voz.
– ¿Cómo?
– Estábamos hablando y me di cuenta que no le contaste que últimamente has estado estresada por culpa de tu papá.

La escasa luz que compartimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora