Lucía

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Extra

Lunes 18 de enero del 2016

Sólo una vez más. Es todo lo que necesito, ese sentimiento de plena vida, a través de mis venas. Es lo que en realidad todos anhelamos, en lo más profundo de nuestro ser.

Escuchó la puerta del departamento abrirse. Roxana llegó un poco antes de lo planeado. Así que me inyectó rápido.

Seguro se enojara, porque tiré cinco meses de abstinencia a la basura, pero no importa, ya no volveré a caer.

Algo malo ocurre, generalmente mi sentimiento de tranquilidad y felicidad instantánea empieza a surtir efecto ahora. Pero en su lugar hay algo más similar al ahogo. Mi corazón late a una velocidad muy agobiante, demasiado rápido para ser natural, para ser normal. No entiendo, era la misma dosis de siempre.

- Lucía, ¿estás acá? -la voz cantarina y alegre de Roxana llega a mis oídos, pero carezco de la fuerza suficiente para contestar.

Sus pasos recorriendo la sala son rápidos, y ruidosos.

- ¿Lucía? - su tono ahora es de preocupación; era increíble cómo podía deducir que algo andaba mal, aunque todo permaneciera en aparente calma.

La puerta de mi cuarto está abierta a lo lejos, no tardará en descubrir mi mochila con la dosis que decidí dejar para otro día. O tal vez nunca más, en su momento no estaba segura.

Comienzo a vomitar, y mi cuerpo tiembla sin control. Lágrimas escapan de mis ojos del dolor que estoy sintiendo.

Golpes fuertes en la puerta lograron despertarme de este espacio entre la vida y la muerte.

- ¡LUCÍA! ¡Por favor! No hagas esto, por lo que más quieras no lo hagas.

Pero ya lo hice, es demasiado tarde para mí.

- Lucía ábreme, te juro que no te diré nada, si quieres no te acusare, pero ábreme la puerta Lucía.

Escucho su llanto desesperado. Sabía que estaba dispuesta a ignorarlo de habérselo pedido. Incluso tal vez sino lo hacía, pero jurara jamás caer de nuevo. La puerta tiembla ante su impacto, pero no lo suficientemente. Trata de tumbarla, pero creo que ninguna de las dos posee las fuerzas suficientes. Me arrastro a la puerta, pero no logro moverme un centímetro que vuelvo a vomitar.

Fue una dosis muy grande, mi cuerpo se había limpiado y librado de ella, en todo este tiempo. Ya no la aceptaba ni la soportaba.

- Lucía, solo dime si ya lo hiciste, dime si estás bien, por favor. Sé que es difícil, pero te prometí que estaría a tu lado. Mi vida igual es mala, te comprendo más que nadie, así que por favor, solo contéstame.

Quiero hacerlo. Decirle que la quiero, porque fue una amiga grandiosa. A diferencia de mí, ella era la que me cuidaba, pero jamás pude protegerla de sus padres, de sus fantasmas.

Vuelvo hacerlo por ella, me arrastró sobre mi vómito, que a estas alturas es sólo bilis, hacia la puerta.

- Hola, necesito ayuda. No lo sé, creo que mi amiga se desmayó. Es que se encerró en el baño y no puedo abrir la puerta. Porque es drogadicta, es decir lo era, no se por favor solo necesito que alguien venga, el que sea.

Llama a emergencias, creo que al fin comprendió lo inevitable. Su respiración es agitada, y su voz sale alterada y dolida. Pero Roxana no sabe que es demasiado tarde. Veo el rostro de la muerte sonreírme, invitándome a irme de aquí.

- Lucía, te quiero, ¿okey? No me importa si volviste a caer, lo solucionaremos, como siempre lo hacemos. Pero si puedes, por favor ábreme.

Tarde.

Para mí siempre lo fue.

Estoy al lado de la puerta, con mis escasas fuerzas y sale de mí, como mi último suspiro de vida.

- Yo también te quiero.

- ¿Lucía? -hay tanta esperanza en su voz que casi me duele oirla- Lo sé, yo igual te quiero, quédate conmigo, ¿sí? Ya alguien viene, estará todo bien. Lo vamos a solucionar.

Su voz se vuelve lejana. Ya no estoy en este mundo. Espero algún día me perdone. La muerte me recibe en sus brazos. No me juzga, supongo que su trabajo es no hacerlo.

Poco a poco el mundo que conocía se apaga. Y descanso en una eterna oscuridad.

La escasa luz que compartimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora