Guardamos la última maleta en baúl del auto, escucharlo cerrar me provoca una inexplicable sensación de satisfacción. Roxana de los tres es la que está más emocionada con estas vacaciones, son como una pequeña probada de libertad antes de que nos mudamos de aquí. En nuestros planes ya está decidido que cuando ella saque su título el próximo semestre, nos vamos definitivamente.
Para mientras disfrutaremos de estos momentos lejos de la ciudad. Han sido más que crueles al marginal y tachar a Emi como un futuro asesino, pero él está acostumbrado a lidiar con sus prejuicios. No ha demostrado que eso lo afecte. Pero en el fondo Roxi y yo sabemos que algo le molesta. Menciono algo de las últimas palabras de su padre. Que se cuestionaba que tan reales podrían ser.
Fuera de eso es lo único que en verdad hace flaquear su ánimo. Lo hemos visto afrontar peores cosas, no dudo que con nosotras respaldándolo, saldrá adelante.
– Creo que estamos listos -nos informo Emi luego de revisar por tercera vez el estado del auto-.
– Ya guarde todo, y coloqué los protectores de asiento para mi hijo -agrego Roxana mientras se limpiaba las manos-.
– Queda sólo que vayas a buscar a tú hijo -ella sonrío a mis palabras-.
– Pues vamos, se nos va la luz del día -camino hasta mí y me tomó del brazo-.
Emiliano nos siguió por detrás a la casa de Juana jugando con las llaves en sus manos. En el ambiente se podía sentir los nervios de todos. Mirta, Jorge y Juana nos habían preparado un almuerzo especial para despedirnos. Pero sé extendió unas cuantas horas, que dieron las cinco de la tarde. Fue cuando Mirta y Jorge se despidieron para ir a revisar cómo estaba el local y luego también a preparar sus cosas.
Ellos igual aprovecharían las vacaciones para ir a ver a la pequeña Josefina por primera vez en vivo y en directo. Juana era la tía más orgullosa del mundo, a diario le mandaba audios cantándole canciones de cuna o vídeos para que la conociera.
A diferencia de nosotros, ellos estarían máximo dos semanas fuera de la ciudad. Mientras que nuestras vacaciones eran de tres meses aproximadamente. Aprovecharíamos todo el verano.
Juana estaba en el pequeño sillón echada acariciado a Gato detrás de la oreja como a él le gustaba. A Roxana se le había hecho divertida la idea de llamar a su perro Gato. Nadie la contradijo, tampoco es que fuera probable hacer que cambie de opinión. Había decidido adoptar a un cachorro después de que su psicólogo lo aprobará.
Ella corrió para alzarlo en brazos, como de costumbre. El perro estaba más acostumbrado a estar a upa que a caminar.
– ¿Estás listo para viajar mi amor? Claro que sí, eres un perro muy aventurero -Roxana hablaba agudizando la voz, y su hijo se emocionaba de sólo verla-.
– Espero que siga entrando en el coche cuando vuelvan -comentó Juana levantándose mientras se agitaba de la ropa los pelos que le quedaron-.
– Cualquier cosa sacamos Emi para hacer espacio -Roxi se rió ante su propia broma-.
– Por cosas como esas es que desaparece tu chocolate de la casa -le contestó Emiliano cruzado de brazos-.
– ¡Sabía que eras tú! Me querías hacer quedar como una loca.
Ella bufó, y se retiró muy digna con su hijo en brazos. Negué con la cabeza ante el teatro de ella.
– Muy bien, es el momento más difícil -empezó a decir Juana- Les deseo a todos un maravilloso viaje, se lo merecen más que nadie. Fue un año duro para todos.
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La escasa luz que compartimos
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