Capítulo ocho
La calle está prácticamente desierta, me pregunto si acá también las aceras se llenan de hojas secas como en las plazas de mi ciudad. Después de haber disfrutado del mejor almuerzo que haya tenido, decidimos volver al apartamento. Sigo sin creer lo ricas que eran esas papas. Creo que estaré con esta sensación el resto del día.
Roxi se aferra a mi brazo con determinación, la imito en la acción. Sus pasos son relajados pero a la vez rítmicos, fáciles de seguir. Es sorprendente cómo sabe manejar los silencios de manera de que no sean incómodos.
- Lastimosamente no tenemos red wifi propia en el apartamento, usamos la del edificio, lo que hace que sea algo lenta.
- No es problema, estoy acostumbrada a comprarme pack todos los meses.
- Por lo que no vas a tener excusas, fantástico.Ha estado contándome desde que salimos una lista de series que tenía que ver, creo que ya perdí la cuenta de cuales eran a la que pertenecían a la sección "lo mejor que existen en este jodido mundo". Quiero pensar que con solo asentir con la cabeza, logre engañarla de que recordaba todas. Aun así planeo cumplir con mi promesa de ver cada una. Tal vez tarde un par de años, pero lo haré.
Es interesante conocer cuales son sus gustos, los que a decir verdad son más que variados, pero tenía una inclinación más que obvia a las sitcoms. No quise revelarle que un par en realidad ya las he visto y que las amó al punto de que las he vuelto a ver más de una vez. Decidí dejar eso para otra conversación más adelante, porque alguna sorpresa tenía que tener para ella.
Nos corrimos a un costado para dejar pasar a un par de señoras, pero cuando estas pasaron a nuestro lado se nos quedaron mirando de reojo. Como si estuvieran determinado si éramos un par de amigas unidas o una pareja. Una de ellas prestó demasiada atención a Roxi, o así lo sentí. Sin embargo, no me preocupé mucho por ellas porque rápidamente desaparecieron de mi visión. Estoy acostumbrada a este tipo de cosas, que la gente juzgue lo que hago.
Mire a mi costado, porque sentí como la voz animada de Roxana se apagaba por completo. Un silencio abrupto se instaló entre nosotras. Intente seguir hablando de algo intrascendente pero veo como ha perdido su entusiasmo en la conversación y en su lugar tiene el ceño fruncido.
No soy buena socializando. Mi anterior amiga hizo el trabajo por mí. Ella sabía entenderme con una mirada las cosas que me costaba decir. Las fiestas no necesitan interacción, es todo carnal y visual. Bebes y juegas con lo que te llama la atención. En mi caso solo bebía.
Mantengo la vista al frente, aunque dirijo a ella cada tanto una mirada suplicante. Me pregunto porque a veces nos afecta tanto lo que piensan las personas de nosotros. Como un desconocido logra tener tanto poder en uno. Aún así no la culpo por molestarse, sino a mi por no sentirme como ella por la actitud de esas señoras. Con los años he naturalizado ese tipo de actitudes.
Su mirada endurecida y rostro frío lo decía todo. Está molesta. Aunque vislumbre una extraña mueca que no termino de interpretar. Es obvio que lo que pasó despertó en ella diversas emociones y pensamientos. Decidida a romper mi zona de confort busco alguna excusa de conversación en mi mente.
-¿Cuáles son las advertencias? -intente distraerla, pese que sentía un presentimiento extraño.
- No son muchas, pero son importantes -mantiene una actitud relajada.
- De acuerdo -puedo aceptar cualquier cosa, nada podrá comparar a lo que hacía antes.
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La escasa luz que compartimos
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