Roxana

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Capítulo veinte

– I want to break free from your lies
You're so self satisfied I don't need you

Esos idiotas me dijeron que vendrían hace horas y sigo esperando. No se puede confiar ni en los conocidos ni en los desconocidos. Si tan solo Emi respondiera el teléfono no sentiria la ansiedad acabar con mi cabeza acelerada. Ni siquiera la mágica y melodiosa voz de Freddie me tranquiliza.

Necesito distraerme de la preocupación que tengo en el pecho. La única persona que aún recuerda mi número de teléfono es mi madre, pero no ando con ganas de lidiar con sus reclamos. La música sigue sonando, pero esta vez más bajo que mis pensamientos. Concentro mi atención en el horno.

Puedo sentir el aroma de los brownies inundar el lugar. Quise prepararles algo especial y nada mejor que un postre. Hacía rato que tenía ganas de probar esta receta con café, y considerando la adicción de Cass, la pondría de buen humor. A diferencia de mí, claro.

Siento llegar mi parte favorita de la canción.

  — When I walk out that door
Oh how I want to be free baby
Oh how I want to be free
Oh how I want to break free.
   
   No sé si estoy pronunciando la letra bien, pero sé que estoy disfrutando mi momento de  diva. La música se frena, otra vez alguien marca a mi nuevo número. Sé que bloqueé el número de esa chica, pero con los demás me arrepentí al instante. No sé qué supone que está bien en estos casos, solo he tenido una amiga y no tuve este tipo de problemas.

En verdad quiero hacerlo bien. No quiero perder a otra amiga. Menos con este tipo de dilemas tan superficiales. Apago la música amargada. El momento de diva murió.

El celular suena a causa del mismo número que sigue insistiendo. Empezó a llamarme poco después de que Juana me dijera lo del sujeto extraño. Mi presentimiento me decía que ambas cosas están conectadas. Aunque también podría ser que mi lado ansioso/paranoico estuviera tomando el control. Un olor a quemado me despierta de mis pensamientos.

– ¡Mierda!

Del horno salen brownies más oscuros de lo habitual. No puede ser. Los arruine. La charola cae conmigo al suelo. Antes de darme cuenta no puedo parar de llorar. Mi cabeza empieza jugarme de nuevo una mala pasada.

– basta, basta, basta -suplico al aire, a la nada.

No hay nadie que me ayude. Alcanzo a duras penas el celular y marco el número del trabajo de mi primo. No tengo opción, no soporto el silencio y la soledad. Al segundo timbre atienden.

– ¡Buenas tardes somos…
– CON EMILIANO CONTE POR FAVOR -grito con la voz temblorosa y aterrada.
– En seguida.

Pasan unos segundos de música horrible. Fragmentos del pasado me llevan a mi infierno personal. Mis pulmones empiezan a fallar.

– ¿Roxi? -La voz sin aliento de mi primo me devuelve la paz.
– No me siento bien -mascullo con dificultad.
– En cinco estoy.

La llamada se corta sin esperar mi respuesta. Sería un alivio de no ser que cinco minutos es mucho tiempo. Nadie sobreviviría a cinco minutos dentro de mi cabeza. Voces acusadoras y culpas venenosas. Trato de pensar en otra cosa. Por ejemplo que Emi debe estar yendo a todo lo que da su viejo auto para llegar aquí.

Si no estuviera tan dañada él podría tener su propia vida. Seguro estaría en un lindo departamento con una chica amable pensando en algún día formar una familia. Lo más probable es que estaría haciendo pasantías para terminar su carrera. Sería la persona que siempre deseó ser. No obstante está atado a mi. Mi torturado y amable primo.

La escasa luz que compartimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora