Miles de estrellas y secretos [parte 1]

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Capítulo diecisiete
Primera parte

- ¿Me estás jodiendo?

- No, por quinta vez consecutiva no te estoy mintiendo.

Roxana seguía repitiendo la misma pregunta desde que había llegado. ¿Por qué me baje del auto? Bueno, algo así, aún no podía creer que lo obligará a dejarme en medio de esa calle.

Ella estaba sentada en mi cama, con el cabello rubio atado en un rodete desordenado. Saltaba emocionada en la cama en lo que repetía lo que le dijo su primo de lo que paso. Para mí no era la gran cosa, no era la primera vez que me tocaba escapar de un auto. Si deseaba que fuera la última.

Se levantó, y fue hasta mi lado observando cómo avanzaba en el mural de mi cuarto. No era una gran pintora, pero de a poco iba formando la imagen que deseaba.

Calculaba que aún me quedaba una hora libre antes de volver del trabajo, así que cualquier avance era un triunfo para mí.

- No puedo creerlo, ¿Y de verdad hubieras gritado secuestro?

- No es que me divierta gritando algo tan serio y horrible como lo es el secuestro, pero si me obligaba hacerlo, lo hubiera gritado.

- ¿Obligarte a qué?

- A seguir en el auto, es más que obvio.

- No creo que eso sea tan malo.

Bufé por lo bajo, claro que para ella no era tan malo. Estaba acostumbrada a ver todo el desfile de novias de su primo desde hace años. Aunque también podría ser desde hace poco, no lo conocía lo suficiente para asegurarlo. Pero eso no cambiaba nada, yo no era tapete de nadie para estar aguantando eso. Menos cuando cada vez que veía todas a esas chicas bonitas y perfectas, me sentía humillada.

Noté el leve temblor en mis dedos en las pinceladas debido a la ira bajo mi piel. Estaba dejando que las emociones negativas otra vez me gobernaran. Respire profundo, y exhale lentamente.

- Creo que me voy a duchar, si me disculpas -lo dije desganada, pero más bien estaba irritada-.

Dejé el pincel en el suelo con el reto de las cosas. Tape las pinturas, y me saqué el delantal que usaba para pintar.

Roxana me tomo el brazo con fuerza, y me obligó a mirarla. Su mirada estaba fría e intimidante.

- ¿Te pasa algo? Estuviste actuando extraño el último mes. ¿Es por algo que hice? Es decir, no solo actúas así, también te vez rara a mi lado o de Emi -gruñi por lo bajo al escuchar el nombre de su primo-.

- No, solo me quiero bañar.

-¿Y qué desde hace un mes que te quieres bañar? -sonrío esperando que riera a su broma, pero su ceño se frunció al ver que no la acompañaba- Cass por favor, te siento lejana. Y respeto mucho tu espacio, pero no puedes excluirme así de tu vida.

Me liberé de su agarré, y mantuve mis ojos posados en aquella mirada tan brillante. Pero fue como retroceder diez casilleros, porque podía ver el reflejo de todos mis recientes secretos. Los que me sentía obligada a ocultar.

Ella espero expectante una respuesta, pero solamente obtuvo el verme tomar una toalla, e irme al baño. No me voltee para comprobar si eso la había herido, porque ya me sentía lo suficientemente mal conmigo misma.

Emiliano estaba sentado sobre la isla de la cocina hablando animado por el teléfono. Miró a un costado para ver quien había salido, pero como siempre, evite su mirada.

Sus estúpidos ojos verdes. Aún con todo el enojo que me provocaba seguía teniendo ese poder en mí. Jodidas joyas de ojos heredó.

Me metí rápidamente al baño. El agua tibia fue un alivio para mí. No me había dado cuenta lo cansada que estaba hasta que sentí el descanso con el golpeteo rítmico de la ducha sobre mi cabeza. El vapor del calor del agua inundaba el baño. Cerré la canilla, tenía ganas que esa ducha no acabará, pero no podía desperdiciar tanta agua así.

La escasa luz que compartimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora