Capítulo trece
Hice algo estupido.
No algo tonto como por ejemplo chocar con una silla. Sino más bien estupido-imprudente. Porque solo una tonta buscaría noticias de su ciudad cuando está apunto de ir a una entrevista de trabajo.
Cerré todas mi redes, pero aun así use las de Roxi para averiguar las secuelas del desastre de esa noche. Encontré la foto de mi padre por todos lados, comentarios de odio a la orden del día. Lo único bueno es que mi nombre no estaba por ningún lado. Sin embargo, mirar todas esas noticias devolvieron a la vida a todos mis fantasmas.
Esta ciudad está tan aislada de los dramas de la capital que es como si vivieran dentro de su propia burbuja. Soy muy consciente que esto me hace sonar exactamente como una chica de ciudad, pero no puedo evitarlo. Si supieran el peso que tiene el apellido Ross en este momento no tardarian en volverme una paria social.
Aparto esos pensamientos inútiles al entrar al local de comida. Me recibe ese delicioso aroma a cerezas que sentí la primera vez. No hay mucha gente, o por lo menos no tanta como la vez anterior. Juana está atendiendo a una pareja de jóvenes sentados cerca de la barra. Apenas me nota me hace señas para que la espere.
Voy hacia una de las sillas al final de la barra cerca de la puerta. La contempló moverse segura detrás de la barra, sirviendo todo a gran velocidad siempre con una sonrisa. Entiendo porque ha logrado a pesar de todas las dificultades hacer que este lugar siempre esté lleno. Es ese encanto que desprende que hace que la gente vuelva. Al terminar se acercó a mí con el cansancio dibujado en su rostro.
– Cass, cariño, ¡Viniste! -la sorpresa de su voz también se ve reflejada en su mirada.
– Pero… dije que vendría, ¿por qué no lo haría?
– Admito que después de tantas entrevistas rechazadas, perdí la fe en un nuevo par de manos que me ayuden.
– Bueno, todavía no pasó la entrevista.Ella se rió por lo bajo, es la misma reacción que Roxi ¿Por qué todos parecen tan convencidos de que puedo conquistar a esa Mirta?
– Nunca es bueno venir con bajas expectativas a una entrevista de trabajo.
– ¡Tengo grandes expectativas! -exclame de forma exagerada.Juana apretó los labios conteniendo la risa. Le agradecí esa consideración. De verdad no sé venderme a mí misma ¿Pero me culpan? Es mi primera entrevista, técnicamente mi papá me contrató y jamás di una entrevista.
– El mejor paracaídas para las grandes expectativas es un poco de pesimismo -argui al fin.
– Por cosas como esa sé que no tendrás problema en la entrevista.Ella sonrió y levantó la abertura de la barra para mi. Ese aire maternal me dio un poco de confianza por lo que la seguí hasta el fondo del local. A mi parecer la puerta hasta la que me guió se parece más a la de una oficina que la entrada a una cocina. Toco la puerta con solemnidad y cuando una voz amortiguada le dio permiso para pasar la abrió para mi.
Un paso me separa de esta nueva oportunidad y huir. Doy una profunda respiración y me arriesgo.
El espacio es reducido, en el aire se siente un delicado perfume a lavanda. Detrás de un viejo escritorio hay una mujer mayor leyendo una novela. Su pelo platinado está atado en un rodete alto. Al verme abandona su lectura, fijando sus ojos café saltones sobre mí.
Trato de lucir lo menos asustada posible. Puedo ver en aquella señora el reflejo de una mujer que no se deja doblegar por nadie, mucho menos un grupo de mujeres prejuiciosas.
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La escasa luz que compartimos
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