Una noche larga

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Capítulo quince

¿Alguna vez has visto un tornado?
Son un desastre natural muy famoso. Por lo general destruyen todo a su paso, pero lo extraño de los tornados es que en el centro de ellos hay calma. Un espacioso reducido de engañosa calma. Ver esa extraña interacción de primos fue como estar en el centro del tornado. Nadie me prestaba atención si me quedaba quieta en mi lugar.

La cena quedó arruinada. Emiliano no salió de su cuarto, aunque lo oí maldecir varias veces mientras Roxi lloraba. Un enorme desastre del que no fui parte. Me sentí una espectadora, incapaz de reaccionar.  Cuando el lugar quedó en silencio por fin desperté. Mis pensamientos, entumecidos por la sorpresa y shock de esa discusión, comenzaron a revolotear. Muchas cosas se dijeron que quedaron suspendidas en el aire incrementando mi curiosidad.

Fui en busca de mi bloc de notas. La única forma que tengo para organizar mis pensamientos es escribirlos. Así que me vi en la obligación de comprar uno nuevo dado que mi anterior cuaderno quedó en casa. No, ya no es mi casa. Tampoco sé si puedo decir libremente si este lugar es mi casa, aun es muy pronto para hacerlo.

La aburrida libreta color gris tiene garabateado mi nombre y nada más. Me invita a rallarla y plasmar todas mis ideas confusas. Sin embargo no puedo, la birome se detiene en el aire ¿Por qué no puedo? Por más que miro la hoja en blanco, no puedo.

Tengo miedo. Si, es eso, es miedo. Un terror desconocido de mi ante la sola idea de ver todas mis preocupaciones en una hoja y descubrir… que son estúpidos. Darme cuenta que fue una tontería huir, venir a este lugar, vivir con estos dos locos e ir a una extraña entrevista de trabajo. 

Porque si la razón es tonta me sentiré culpable. Me volverá loca la culpa de que tire una estable vida por la ventana para subir a una montaña rusa de la que no conozco el final. Siempre supe a donde iba mi vida. Sabía dónde viviría, quien sería mi dama de honor y mi esposo. Que tendríamos dos perros y un gato antes de tener hijos. Mi vida monótona y predecible estaba planeada.

Ya no hay plan. No hay dama de honor, ni novio. Hubiera aceptado gustosa esa vida monótona por ellos así de mucho los quería. Esos dos imbéciles, hermanos tenían que ser. Arrojo la libreta frustrada. Los odio.

– Esa libreta debió ser toda una idota para que la arrojes así

Se me escapa un chillido del susto. Roxana permanece de pie a la entrada de mi cuarto. Sus mejillas están pálidas y los ojos hinchados por llorar.

– Se cree muy lista -balbucee con una sonrisa de alivio-. Solo por tener hojas recicladas, se cree mejor que yo.
– Que estupida libreta.

Le hago un espacio en la cama que ella ocupa con gusto. Nos tumbamos boca arriba en silencio. La noche se hace visible por la ventana, oscura y eterna.

– ¿Por qué esta ciudad se llama Playa negras, si no tienen playa?

Mi pregunta le saca una carcajada a Roxi. No se si se ríe porque en verdad le causó gracia o por la tensión acumulada en el lugar. Dio un sonoro suspiro y se calmó.

– La ciudad se llama así porque hace mucho, no me preguntes cuanto, aquí había pozos con agua de color oscuro. Al ser tan grandes las personas de esa época la llamaban playas, porque se metían allí a bañarse y esas cosas.
– ¿Por eso el nombre de playas negras?¿Por los pozos de agua sucia?
– No seas despectiva con nuestras leyendas. No está sucia, se ve oscura por los componentes de la tierra, el agua está limpia. El nombre proviene de nuestros ancestros, fuimos fundados por una antigua población aborigen.
– Te agradezco por la clase de historia -musite con somnolencia.

Ella se contagió de mi fiaca y bostezo de forma exagerada. Me gusta estar así. Sin pensar, limitarme a existir.

– Sé que piensas que soy extrovertida y alegre -murmuró con cuidado-, pero lo soy. Lo era… lo fui.
– Aun lo pareces -comente observándola de reojo.
– Quisiera que dejen de tratarme como si fuera cristal -su voz sonó quebradiza-. Quisiera que Emiliano se enojara y gritara. Me gustaría ser la persona que se que él necesita.
– ¿Él te pidió que lo fueras? 
– No, creo que ni sabe que necesita un amigo que escuche todo lo que le pasa. Siempre está en silencio, incluso cuando está hablando.

La escasa luz que compartimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora