Federico

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 Capítulo dieciséis
Una semana antes del caos

  Viernes 3 de mayo del 2019

Ella sigue probándose vestidos escotados, cortos, también con espalda al descubierto. Pero todos le provocan el mismo rechazo. Ninguno la emociona. Es raro en realidad que disfrute de este tipo de compras, por eso siempre prefiere venir acompañada.

– ¿Y este? ¿Qué te parece? -Cass se da una vuelta mostrándome la parte detrás del vestido.
– No lo se Cass, para mi este te queda igual de espectacular que los once anteriores ¿Qué es lo que no te convence?

  Ahora lleva puesto un hermoso vestido color champán que le llega por encima de las rodillas y sabe destacar su busto. Se levanta ese pelo rebelde que tiene, para verse la espalda en el espejo. En comparación a los anteriores este muestra menos su espalda.

– ¿No es muy corto?
– Sí, pero qué más da, tienes piernas hermosas, no veo porque no mostrarlas.
– Para ti tengo piernas hermosas, espalda hermosa, un cuello hermoso y no se que más -bufó exasperada.

Sé que no está molesta conmigo. Esa frustración no tiene que ver con cómo la halago en exceso. En realidad ni ella debe saber porque estas enojada. Ella se presta para esto, aunque no lo quiera admitir.

– Me encantaría poder ver esa belleza de la que tanto hablas -masculla soltando su cabellera cansada.
– Cass, tengo ojo de artista. Yo veo belleza en donde tu ves simple normalidad.

   Ella se volteó para enfrentarme con aquellos decididos ojos ámbar. Se leer esa expresión a la perfección, la ha hecho en más de una ocasión. Es su cara de: “Me estás tomando el pelo”. En parte sí. Necesito algo de diversión después de estar una hora sentado frente a un vestidor viéndola hacer pucheros.

Hizo una mueca disgustada, he cruzado el límite. Ella tiene una paciencia infinita, pero creo que después de una hora de comentarios sarcásticos, encontré un atajo para finalmente enojarla.

   – Amor, ¿te enojaste?

   Cass me dio la espalda, su cabello revolotea en el aire con un azote. Se cruzó de brazos ofendida antes de meterse nuevamente en el vestidor. Sí, efectivamente se enojó. Aunque se porqué, solemos tratarnos así todo el tiempo. Por esta vez decidí ignorarlo, sus enojos suelen durar solo un momento. Nunca son la gran cosa.

Para mi sorpresa volvió a salir, esta vez con un vestido largo color rojo. Me quedé sin aire ante esa imagen de ella. Otro modelo con espalda descubierta, debo admitir que son mis favoritos.

  – Fede, ayudame con el cierre, por favor.

  Obedezco hipnotizado todavía con esa preciosa visión de ella. Sus hombros tiemblan ante mi tacto, es débil ante mi cercanía. Con suave tirón le cerré el vestido. Ambos nos miramos en el espejo, su suave rostro lucía triste pero en cuanto notó mi mirada sonrió con timidez. A veces desearía saber que pasa por su cabeza para poder espantar esas ideas que la deprimen.

El reflejo de los dos, me hizo imaginarnos de grande, viviendo por fin la vida que nos negaban. La abrace desde la cintura y coloque mi rostro junto al suyo. Encajamos a la perfección. Nos quedamos embelesados mirando aquella imagen de dos espíritus complementandose. Amándose sin más. Ella es tan perfecta, hermosa, triunfadora. Y yo su complemento, el arte, la locura, y su mano amiga.

La escasa luz que compartimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora