Capítulo 7

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_¿En qué quedo el asunto de los brolis? (libros)- ¿Hablaste con tu vieja, al final?

_No era que creías que me los había mandado un ex novio?

_Si. Lo sigo pensando. Pero igual tendrías que hablar con ella, es la única que le puede haber dado al chabón el número de teléfono.

Que Diego dice pavadas, ni lo dudo. Pero a veces me hace pensar. De todas las locuras que dice, siempre hay algo para rescatar. En ese momento, por ejemplo, me dio el empujón que necesitaba para llamar a mi mamá. Era cierto, después de todo: la única en Tapalqué que tenía el número de teléfono de la casa del señor Buitrago era ella. Y el paquete había venido de Tapalqué.
El jueves, a media mañana, le dije a Dora que iba  hasta la librería a comprar unas hojas y unos mapas y me fui al locutorio. Después me arrepentí. La conversación con mi mamá no duró más de tres minutos, pero el malhumor y la tristeza me duraron mucho más.
Por lo menos me quedó claro que ella no me mandó nada (como era lógico). Y que nunca le dio el número del teléfono del señor Buitrago a nadie, porque ni siquiera sabía dónde lo había guardado (tal como me lo había imaginado). Y según sus propias palabras, no tenía la menor idea de cuáles eran los famosos libros de mi papá, y que lo único que recordaba de esos libros era que había tenido que venderlos para darme de comer, cosa que yo jamás le había agradecido. Eso me puso furiosa y le conté que darme de comer o preocuparse por mí nunca había estado en su lista de tareas diarias. Me dijo que era una malcriada. Le dije que ella era egoísta e injusta. Me dijo que sus mejores años los había perdido con mi papá y conmigo. Le dije que le tenía lastima y corté.

_Si no fue tu vieja, ¿entonces quién? - me dijo Diego, camino a la escuela, cuando le conté la conversación que había tenido con mi mamá.

_No sé. Es un misterio.

_No me gustan los misterios. Me ponen nervioso.

_A mi también. Me gustan en las novelas y en las películas, pero en la vida real, no

_¿Y si tu vieja le dio el número al tipo y no te lo quiere decir?

_No la conoces a mi mamá. No le importó, ¿entendés? Mi papá y yo siempre fuimos una piedra en el camino, una molestia, un estorbo que hay que quitar del medio. Y no te creas que lo sé porque me lo dijo ahora. Lo dijo siempre. Igual, yo lo tengo claro desde antes, desde que nací. No hace falta que te digan que no te quieren con todas las palabras. Solamente te lo tienen que hacer sentir, nada más. Siempre fue mi papá el que se ocupo de mí.

_Sí, ya lo sé. Cuando era chico los escuchaba hablar a mis viejos en la panadería, a la noche, tarde, cuando amasaban el pan para el día siguiente. Yo me escondía detrás de un canasto. Ellos no sabían que estaba ahí. Me gustaba espiarlos y oírlos hablar. Una vez mi viejo dijo que su hermano no había tenido suerte, que se merecía una vida mejor y que por eso le había aconsejado que se separara de tu mamá y se viniera a vivir a casa con vos. Yo me alegré y lo di por hecho. Imagínate, si lo decía mi viejo, tenía que ser así. Pero como los días fueron pasando y ustedes no llegaban, una mañana le pregunté a mi vieja: "¿Y, cuando vienen el tío y Lucía a vivir con nosotros". Me deschavé solo. Desde ese día, nunca más pesqué una conversación secreta. Me cambiaron el canasto de lugar y ya no tuve dónde esconderme.

_Tu papá y tu mamá siempre me quisieron. Yo lo sé muy bien. Por eso me fueron a buscar a Tapalqué. Fue idea de ellos, no mía. Yo nunca les pedí que me trajeran con ustedes. Me daba vergüenza. No podía contarles las cosas que hacía mi mamá... ¿Para qué la habré llamado, Diego?

_Pues para aclarar el misterio de los libros, ¿para qué iba a ser, si no?

_Sí, pero no se aclaró nada...

_Hay que hacer otra cosa. Vos dejame a mí... Creo que ya lo tengo...

La Tercera Puerta (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora