Capítulo 32

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La tarea que llevó a cabo la policía a partir del hallazgo del saco de Benito fue sencilla y rápida -además de fructífera, como ya se verá, por la peculiares ramificaciones que de ella se derivaron- y contribuyó a cerrar definitivamente el caso del asesino de Barracas. Por que no sólo el saco se encontraron en el taller abandonado, sino también el pantalón de corderoy y la gorra, entre otras cosas. Pero lo más importante, a falta de cadáver, fueron las huellas digitales que estaban desparramadas por todas partes y que resultaron decisivas en el momento de identificar al cadáver ausente o, dicho de otro modo, al cómplice del señor Buitrago.
Dada la estratégica ubicación en el taller, ningún vecino había visto jamás a Benito entrar o salir de allí. Los galpones, que supuestamente también estaban abandonados , se usaban, en realidad, para guardar mercadería robada. Los vecinos también ignoraban este asunto. Alguno llegó a declarar que alguna vez había visto un camión del que descargaban cajas , cosa que no tenía por qué resultar sospechosa para nadie. Pero este desprendimiento, por llamarlo de algún modo, de la causa principal nada tiene que ver con ella. Fue la simple casualidad la que hizo que los policías allanaran los galpones en busca del cadáver desaparecido. El taller, que efectivamente estaba abandonado desde la muerte de su dueño, ocurrida cinco años atrás, pertenecía a sus herederos, un conjunto de nueve o diez personas, entre primos y sobrinos, todos de la provincia de San Luis, que ni siquiera habían iniciado los trámites de la sucesión.
Sólo un niño pequeño, que vivía en una casa de inquilinato de la calle Irala, le había dicho una vez a su madre que había visto a un hombre con joroba y saco a cuadros salir de la parte de atrás del taller. La madre, que fue quien habló que la policía, declaró que no le había echo caso a su hijo porque era un chico muy fantasioso.
No se hallaron en el taller más prendas que las que mencionadas, además de un par de zapatos buenos, un bolso de lona con herramientas, una peluca de pelo negro y alborotado y una extraña prótesis dental. A esta altura de los hallazgos, o sea inmediatamente después de haberse producido, la policía ya casi tenía confirmadas sus sospechas. Aunque, por supuesto, aún faltaba el análisis de las huellas digitales y del ADN de un pelo blanco hallado en el interior de la peluca.
Eso sí, una vez que estuvieron los resultados, todos, absolutamente todos, dijeron: “Era obvio”.

















Sólo resta 1 capítulo para el final de esta increíble historia.bye

La Tercera Puerta (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora