Capítulo 27

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Leo salió del Argerich y decidió ir a su casa caminando. Quería tomar un poco de aire y pensar. En el hospital no lo necesitaban. Aunque les dijeron que no hacía falta, Dora y los padres de Diego igual se quedaron. ¿Qué iba a hacer él ahí, también? Mejor caminar un rato. ¿Qué estaba pasando,loco? Primero Lucía, ahora Diego. ¿Qué quería el Benito ese? ¿Matarlos, quería? ¿Por qué? Por suerte los dos estaban a salvo, pero... No, las cosas no cerraban. Algo había en el sótano. Algo vieron los dos, por eso el cso ese casi los mata. ¿Qué habrán visto...?
Leo caminó por Martín Garcia y llegó a Montes de Oca, dobló a la izquierda y siguió hasta Suárez. Volvió a doblar, esta vez a la derecha, y caminó hasta Herrera. Al llegar a la plaza, se paró junto al monumento de Larrea y se quedó unos segundos mirando la casa: las luces estaban apagadas. Cruzó y caminó despacio por la vereda; pegado a la pared de ladrillos del jardín, dobló por Quinquela, llegó hasta la casa vecina, retrocedió y se paró ante la verja de hierro. Había oído algo. ¿O le pareció? Prestó atención y, otra vez, sí, no había duda. Era un sonido ahogado, amortiguado por la distancia, pero certero, rotundo: un golpe de maza. Miró a su alrededor, por si alguien se acercaba, pero no vio a nadie. Aguzó el oído: más golpes. A una distancia de unos tres metros de donde él se encontraba, estaba la puerta del sótano. ¿Qué hacía Benito en el sótano de la casa, cuando toda la policía de Buenos Aires lo estaba buscando? Todos lo buscaban; el dueño de la casa, también. Se lo había dicho a Dora: “El señor Buitrago está buscando a Benito por su cuenta; el mismo quiere meterlo preso”. Y el tipo, en la casa. Claro, qué mejor escondite. ¿A quién se le iba a ocurrir buscarlo ahí? Pero... ¿Qué hacía en el sótano?
Como si ya fuera costumbre, Leo llevó la mano hacia su bolsillos trasero de su pantalón y palpó la ganzúa. Es la última vez, loco, la última. Cuando se aclare todo, las tiro a la mierda. Como antes, la verja del jardín se abrió con toda facilidad. Leo avanzó hacia la puerta del sótano, pero se detuvo en seco. Imposible entrar por ahí sin que el tipo lo viera. Ni quedaba otra más que la puerta principal. ?Y después? El ascensor, ni hablar, con ese ruido... Entonces se acordó: la tapa de madera que vio en el techo del sótano. Tenía que encontrará; seguramente estaba en el piso del comedor. O en la biblioteca. Recordaba que en el sótano la había visto no lejos del ascensor. Decidido, se dirigió hacia la puerta principal. Desde el sótano llegaban los mazazos de Benito. ¿Qué hacía el chabón?















Perdón por no actualizar, tuve muchos exámenes para aprobar el año, ahora vuelven las actualizaciones. Bye

La Tercera Puerta (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora