Capítulo 28

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Sin mirar hacia atrás ni a los costados (total, ya estaba metido hasta el pescuezo), Leo entró en la casa. Después de cerrar la puerta, se quedó parado, inmóvil, tratando de habituarse a la oscuridad. Algo de luz se filtraba desde la calle por los vidrios biselados de la parte superior de la puerta y por la celosía apenas abierta de una de las ventanas. Leo se quedó escuchando. Ningún sonido llegaba hasta él, aparte de los golpes del sótano. Se acercó a la escalera y subió unos escalones; nada, ni un mínimo rumor. Tampoco se veía ninguna luz. Evidentemente no había nadie. Nadie más que Benito. Siguió, concentrado en la casa y con todos sus sentidos alerta, en una situación por demás conocida para él, aunque no quería ni siquiera recordarlo. Pero estaba ahí otra vez, en una casa ajena, a la que había entrado con su ganzúa, sólo, pero diferente. Ahora, diferente. No había entrado a robar. Estaba ahí por una buena causa. Buena, sí, pero mejor que nadie lo viera porque seguro que terminaba en cana otra vez. Basta de pensar en eso, se ordenó. Vamos, Leo, rápido. Hay que llegar al sótano sin que el coso ese se avive.
De rodillas en el piso del hall de entrada, lo recorrió íntegro palpando la madera con precisión, cada juntura, los bordes del zócalo, toda la superficie cercana al ascensor. Luego hizo lo mismo en la biblioteca y después en el living comedor. Levantó una alfombra, corrió dos sillones, volvió a intentar en las cercanías del ascensor, pero no encontró nada. Se concentró en la tapa del sótano, tal como la había visto allá abajo; calculó la posición en relación con el ascensor y llegó a la conclusión de que tenía que estar por allí, en ese sector: entre el ascensor y la escalera. Estaba seguro. Su sentido de la ubicación jamás le había defraudado. Por tercera vez, recorrió de rodillas y con la cara pegada al piso el mismo espacio del hall de entrada junto al ascensor y la escalera. Por tercera vez, se convenció de que en ese piso de madera reluciente no había absolutamente nada que pudiera hacer pensar en una tapa. Entonces reparó en el armario.
En el espacio que quedaba debajo del primer tramo de escalera había una pequeña puerta disimulada, un panel de madera pintado de blanco con una cerradura dorada y una llavecita. La abrió . Era uno de esos armarios que se construyen debajo de las escaleras para aprovechar el espacio. No había gran cosa, solo unas pilas de diarios y revistas que Leo sacó rápidamente. Luego, siguiendo el mismo procedimiento de antes, palpó el piso detenidamente. Y sí. Ahí estaba la tapa. Un simple cuadrado de madera de unos cincuenta o sesenta centímetros de lado, con una manija redonda de metal. Acostado en el piso, tiró de la manija y empezó a levantar la tapa. Apenas la levantó, una franja de luz llegó hasta sus ojos. El ruido se oía más fuerte, pero no veía a Benito, ni siquiera veía la pared o lo que fuera que estuviera golpeando. Levantó la tapa un poco más. Ahí estaba el freezer con la tapa abierta y los envoltorios de carne y pollo que había visto antes, amontonados en el piso. ¿Qué sentido tenía todo esto? Volvió a levantar la tapa, apenas unos centímetros más, y vio al tipo, de espaldas y agachado, junto a una pared rota. Manipulaba algo en el piso, se movía hacia un costado y hacia el otro. De repente, se enderezó con dificultad, como si intentara levanatar algo muy pesado. Efectivamente, Leo notó que abrazaba un paquete de su misma altura; algo envuelto en plástico que el tipo empujó contra la pared, mejor dicho, contra el hueco que se veía en la pared. El envoltorio entraba justo; el tipo terminó de acomodarlo con unos golpes de pala y se detuvo a mirar si había quedado bien. Leo creyó comprender, pero quiso estar seguro. Entonces levantó un poco más la tapa y ese fue su gran error: la madera crujió con una especie de lamento y el tipo se dio la vuelta antes de que Leo atinara a bajar la tapa y salir corriendo. Es que ya era demasiado tarde. El tipo lo estaba apuntando con una pistola. Y no era Benito.















CHAN CHAN CHAN, EMPEZAMOS DICIEMBRE CON TODO,
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La Tercera Puerta (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora