Capítulo 10 [Parte 3 Final]

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Sí, sí, le sigo contando los hechos, cómo no. Bueno, puse el mate y traté de tranquilizarme, aunque mucho no me tranquilicé, para que le voy a mentir. Llamé otra vez a Aída y Osvaldo y me puse peor. Me daba siempre ocupado. Mire que insistí, pero no había caso. Lo que pasa es que los sábados tienen muchos pedidos en la panadería. Ya sabe cómo son estas cosas, la gente ahora acostumbra a pedir comida por teléfono, y Aída y Osvaldo tienen de todo, no vaya a creer que hacen pan... Bueno, no sé cuantas veces más llamé y nada. Al final se me ocurrió llamar a mi hermana. ¿Vio que a veces pasan estas cosas? Uno se enoja con alguien y piensa que no le va a volver a hablar en varios días, pero después pasa algo grave y uno se olvida del enojo y acude a esa persona. Claro que, después de todo, esa persona es mi hermana y uno sé muy bien que puedo contar con ella para cualquier emergencia. Entonces la llamé y le conté rápido lo que estaba pasando para que no me interrumpiera. Menos mal que se me ocurrió hablar con ella, porque me dijo algo inteligente: “¿Po qué no llamas a Dieguito al celular?”. Mi hermana está en todo, como verá. A mí esto del celular se me escapa bastante. No estoy acostumbrada, pero ella, que mira tanta televisión, hasta se compró uno y hay que ver cómo lo usa. Claro, como la cuenta no la paga ella, qué le importa. Se la paga el hijo. Un pan de Dios, mi sobrino. Bueno, como le decía, llamé a Dieguito...
Ah, sí, se me olvidaba, perdón. Diego es hijo de Aída y Osvaldo. Y estudia con Lucía. Van los dos a la nocturna. Viera lo bien que le va a Dieguito en la escuela desde que empezó a estudiar con la prima. Ella es muy estudiosa y se le puso entre ceja y ceja sacar al primo adelante. No sabe lo contentos que están Aída y Osvaldo. Dieguito era un vago terrible. Los pobres padres ya no sabían en qué colegio meterlo. Menos mal que ahora le va a las mil maravillas. Bueno, como le decía, lo llamé al celular, y qué le cuento que tampoco pude hablar. Hablar con él, quiero decir, porque hablar, hablé, pero con el contestador. Le dejé un mensaje...
Sí, cómo no me voy a acordar. Dije que llamaba para saber algo de Lucía, por si se había comunicado con él. Que no la había encontrado en la casa y que yo estaba muy preocupada...
No, no me llamó. Vaya a saber dónde estará ese chico. Con los amigos, seguramente. Imaginesé, sábado a la noche...
No, a la casa no volvió. Esta mañana, apenas amaneció, la llamé a Aída otra vez, y me dijo que Diego todavía no había vuelto. Los chicos de ahora hacen así, se mandan a mudar y aparecen al otro día cuando la mesa está servida qué se le va a hacer...
Sí, agente, yo entiendo lo que usted dice, pero le repito que Lucía es diferente. No es una chica que se vaya así porque sí. Ya se lo dije. Está desaparecida...
¿Cómo que se escapó? ¿Qué me dice, agente? ¿Por qué se iba a escapar...? Nunca vivió tan bien como ahora...
¿El nombre de mi patrón? Se llama Nicanor Buitrago. Un señor, con mayúsculas, para que sepa. Es la persona más decente y más buena que conozco...
¿A qué hora llegó? Y... Yo todavía estaba tomando mate; está bien que puse varias pavas en el fuego y cambié la yerba veinte veces. El mate es una compañía ¿vio? A ver... Me acuerdo que ya le había dejado el mensaje a Diego... Y, alrededor de las diez, diez y media... No sé, más o menos... El pobre señor me vio tan mal, que se desvivió por tranquilizarme, me dijo que en cualquier momento íbamos a tener buenas noticias, y que a lo mejor Lucía había salido por alguna emergencia y no pudo avisar. El pobre señor trató de  calmarme, pero yo estaba cada vez peor. Quiso convencerme de que comiera algo y me fuera a dormir y me dijo que si alguien llamaba por teléfono, me iba a avisar. Pero yo, nada. Me quedé en la cocina hasta la madrugada, y él, haciéndome compañía y tratando de calmarme. Un ángel, ese hombre. Al final, hubo un momento en el que el sueño me venció y, bueno, le di el gusto y subí a mi habitación. Tenía razón el señor Buitrago, no hice más que acostarme y me dormí como un tronco. Pero un rato, nomás, porque después me desperté sobresaltada. Tuve una pesadilla horrible. "Soñé que Benito estaba trabajando en el sótano y golpeaba las paredes con una maza enorme... Son los nervios, que siguen trabajando hasta cuando dormimos, qué se le va a hacer. La cuestión es que no pude volver a dormirme y bajé a la cocina otra vez...

                FIN DE LA SEGUNDA PARTE.
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La Tercera Puerta (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora