Capítulo 10 [Parte 2]

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Le repito agente, ayer llegué temprano porque me peleé con mi hermana, por eso. Nos llevamos bien, pero cada tanto discutimos un poco. Y ayer, qué quiere que le diga, me puso más nerviosa que otras veces. Mi hermana es una mujer de muy buen corazón, pero habla demasiado. No le gusta escuchar. Ella habla y somos los demás los que tenemos que poner la oreja para que la señora tenga quien la escuche. Y bueno, a veces me cansa. Y ayer me cansé, por eso me fui más temprano. La deje con la palabra en la boca, como quien dice...
Y... Serían las siete, siete y media; no sé, más o menos. Me acuerdo de que en la televisión estaban dando ese programa horrible que dan los sábados. ¿Cómo se llama...? Ese de cumbias, con unos cantantes que vaya a saber de dónde los sacan y con esas chicas que bailan mostrando el traste. Disculpemé, pero es así. No sé si alguna vez las habrá visto. Están casi desnudas, dele moverse mientras los cantantes se desgañitan ante el micrófono. A mi hermana le gusta esa porquería, qué le vamos a hacer. Igual, mucha atención no le presta porque no para de hablar. Digamos que usa el programa como música de fondo. ¡Qué música, madre mía! En fin... Bueno, como le decía, estaban dando ese programa y mi hermana me estaba contando algo de la peluquera de la esquina, nada importante, un chisme de barrio, y cuando yo quise meter un bocadillo -porque más no me deja- me hizo callar porque anunciaban al último cantante del programa. Y ahora que lo pienso, tendrían que ser las siete o siete y media, porque el programa termina a las ocho y si era el último cantante, bueno, qué sé yo, serían las ocho menos cuarto, más o menos. La cuestión es que me fui. Mi hermana terminó con mi paciencia. Fue la última gota del vaso, qué quiere que le diga. Habla ella sola y cuando voy a abrir la boca para decir algo, me hace callar para escuchar lo que dicen en la televisión. No; es insoportable. Me levanté y me fui...
Ya le dije agente. Cuando llegué, estaba Benito trabajando en el sótano. Yo empecé a llamar a Lucía en voz alta, por si estaba arriba y no me oía. Después cada vez más fuerte, de habitación en habitación, y nada. Volví a la cocina  y al ratito lo vi a Benito que se iba. Entonces llamé por teléfono a la panadería de Aída y Osvaldo, que son tíos de Lucía, y además amigos míos, y ellos tampoco sabían nada. Me preparé unos mates  y traté de calmarme, pensando en que a lo mejor Lucía había salido a hacer algún mandado. Aunque sé perfectamente que los sábados nunca sale; y esto también ya se lo dije agente. Puede salir a la mañana, mientras estoy yo, a comprar alguna cosita para la escuela, pero nada más..
No, agente. Si le digo que mientras yo no estoy en la casa, ella no sale, póngale la firma de que es así. Lucía no es como las chicas de ahora. Es distinta. Es una chica de pueblo. De Tapalqué. Y le repito que no tiene novio. Estoy segura. A mí me cuenta todo, por eso sé la historia de la madre, que es bastante terrible. Está bien que la mayor parte la sé por Aída y Osvaldo, que son amigos míos desde hace muchos años y nos tenemos una confianza ciega. Osvaldo es hermano del papá de Lucía. Bueno, era, porque el pobre hombre murió, el papá de Lucía, digo. Un hombre maravilloso, pero con una suerte de perros. Mire que morirse tan joven... Y tan mal, porque estuvo postrado más de doce años. Y la mujer, la madre de Lucía, una sinvergüenza. No hace falta que le dé detalles, se los puede imaginar usted. Una sola cosa le voy a decir, mire la vida que estaría llevando esa mujer después de la muerte de su marido - y antes, porque la cosa viene de lejoa- que Aída y Osvaldo se fueron a Tapalqué, decididos a traerse a esa pobre chica para darle un hogar como la gente ¿Qué ejemplo tenía con esa madre que nunca se había ocupado de ella y, ahora, peor, porque con el marido muerto andaba hecha una loca desatada con cuanto hombre que se le cruzaba en el camino? Imaginesé, de fiesta en fiesta, volviendo borracha a la madrugada, con hombres...

La Tercera Puerta (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora