Capítulo 25: Guerra, videos y... WTF?!

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(Emma)

Semana uno. Día uno.

 

Ryan encendió la videocámara y la apuntó a su rostro.

-        Día uno de la semana, estamos en el ascensor del hotel donde trabajan el tonto de Will y el malvado tío Marcus, iremos al comedor a buscar algo para comer. – dijo, sonriéndole a la cámara.

Volteó la videocámara en mi dirección.

-        Porque… ¿morimos de hambre? – pregunte divertida.

-        Exactamente. – se acercó a mí para grabarnos a ambos. – Will nos prohibió salir de su habitación así que tomamos una de sus diecisiete llaves de repuesto y salimos.

Me miró y yo a él.

-        ¿No crees que exageraste un poco con las diecisiete llaves?

-        Si, tienes razón, - devolvió su atención a la cámara. – son quince llaves.

-        Mejor. – sonreí.

Ayer en la noche vivimos todo un drama, además de enterarnos que debíamos quedarnos tres semanas en Denver.

Esta mañana encontramos esta videocámara de Will, se la pedimos prestada y nos la regaló, según él no funciona pero agradezcan que aprendiera a arreglar aparatos electrónicos. Si arreglarlos es golpearlos hasta que se dignen a encender, pues soy una experta.

Las puertas del ascensor se abrieron y Ryan apagó la videocámara antes de salir.

Hacia la izquierda estaban unos pocos escalones que conducían a unas mesas con manteles blancos adornados con encaje negro y servilletas de tela blancas.

Antes de acercarnos a una mesa nos miramos con cierta duda.

-        ¿Cómo hacemos para que no noten las esposas? – le pregunté en un susurro.

-        No lo sé.

Se quedó pensando con el ceño fruncido. Después de pocos segundos chasqueó los dedos.

Tomó mi brazo derecho y bajó la manga de la chaqueta lo suficiente para que no se viera el metal alrededor de mi muñeca y tomó mi mano dejando la cadena entre nuestras manos.

-        Es una idea de tercera pero es algo. – admitió.

Nos acercamos a la mesa y antes de que tomara asiento me susurro algo.

-        No sueltes mi mano, no queremos que alguien vea la cadena.

Debo admitir que quise preguntarle si ese era el único motivo por el cual no quería que soltara su mano.

-        ¿Vas a comer todo eso? – reí.

-        Por supuesto.

Ryan tenía frente a él huevos con tocino, tostadas con jalea y mantequilla, un pequeño tazón con frutas, un vaso con jugo de naranja, una taza de café negro, yogurt de fresa y un par de rosquillas de postre. Yo solo tenía crema batida con fresas sobre cuatro pancakes y una malteada de plátano. Amo las malteadas de plátano.

Ryan estaba comiendo de todo y mis risas imparables comenzaron.

Al terminar de comer Ryan suspiró.

-        No creo que coma en un par de horas.

Me reí, no por lo que dijo sino porque tenía el chocolate de las rosquillas en la mejilla izquierda y en la punta de la nariz.

El Asesino de mi HermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora