¡OH, MY DAD!

559 65 16
                                    

Las esposas se retiraron de sus muñecas, y Castiel aún no podía creerlo. Sus hermanos fueron dejados atrás y solo Michael caminaba a su lado. Sabia adonde iban, al menos lo recordaba.

- ¿De verdad vas a borrar mi memoria? – Interrogó, con la libertad de estar solos.

- No dije que haría eso. – Dijo el arcángel, su mirada fija al frente.

Pero seguía sin especificar que realmente haría, y su misterio estaba estresando a Cas.

- Entonces, ¿Qué va a pasarme?

Michael abrió las puertas del recinto, en un gesto amable, permitiendo entrar primero al ángel. Era una enorme sala, donde se entrenaba a los ángeles desde el día uno. A través de las ventanas a la derecha, se podían ver los entrenamientos físicos dispuestos a lo largo y ancho de todo el terreno.

- Creare más ángeles, y serán entrenados como cualquier otro. – Explicó Mike, acompañando a Cas en ver el exterior. – Ya que tu rango fue removido hace tiempo, estarás en esa unidad.

- ¿Cómo sabes crear ángeles? – Fue su primera duda.

- Padre me enseño lo suficiente, y pienso que debó poner en práctica lo aprendido debido a la situación urgente que atravesamos.

- Entiendo.

Mike entrelazó su mano con la del ángel, tirando de él para acercarlo.

- Sin embargo, no quiero nada de "charlas inspiradoras" con los nuevos, Castiel. – Amenazó. – Te salve esta vez, pero no me gustan las traiciones.

- Lo sé. Nunca empujaría a nadie a rebelarse. – Concluyó el menor. – La humanidad es admirable, pero no es bonito estar solo en un mundo que no comprende ni que eres.

- Me parece un buen razonamiento. – Sonrió, contagiando al ángel. – Mientras, puedes volver a tu habitación.

- ¿Eh?



Fue difícil enfrentar un juicio con sus hermanos rodeándole y creando su propio juicio interior sobre él. Pero era una tortura caminar por los pasillos hasta la habitación, cruzándose al 90% de los ángeles en el cielo. Muchos le miraban con despreció, otros con confusión, pues no sabían lo que realmente estaba pasando entre el arcángel y él. Mantuvo su mirada baja, caminando rápidamente.

Cerró la puerta y se apoyó en ella, como si alguien fuese a intentar abrirla de nuevo a su infierno personal. Comprendía a sus hermanos, y él mismo hubiese deseado una condena más horrible. Pero su tiempo en la tierra, le había cobrado todo lo que debía, aunque su familia no lo viese.

Deshizo la corbata y se tiró de espaldas en la cama. Sus alas le abrazaron, intentando aislarlo de todo. Pero entonces comprendió algo, podría volver a este lugar cuando quisiese, y ver a Michael...

Obviamente que tendría horarios apretados como cualquier principiante, aún más en un entrenamiento intensivo como el que Mike les daría. Sin embargo, nadie podría prohibirle ver a arcángel... principalmente porque era el quien ponía las reglas en el lugar, y ahora sabía que no se negaría.

Tenía permiso de recorrer el cielo, aunque no hubiese cosas demasiado divertidas en un lugar hecho para trabajar y no por ocio. Entonces miraba a la puerta y se negaba a atravesarla. Tendría que atravesar el laberinto de espinosas miradas de nuevo, esas que le repetían que no era merecedor de nada, y ningún lugar del cielo era valía la tortura psicológica.

La puerta se abrió tiempo después, quizá mucho; pero Cas no lo sabía por estar demasiado concentrado en el techo. Esperaba la voz de Michael, pero en cambio...

- Cas.

- ¿Gabriel? – Se enderezó rápidamente. - ¿Qué haces...?

- Michael me dejó pasar. – Dijo, saboreando una paletita. – Después de mucho rogarle. – Se quejó.

El arcángel se sentó a un lado de Castiel, inspeccionando de nuevo la habitación.

- ¿Ahora si me explicas que demonios está pasando? – Exigió. – Empezando por tu suite presidencial.

- Es una larga historia... - Intento excusarse.

- Tengo todo el día, hermanito. – Sonrió sínico. – Habla.

Cas jugó con sus manos nerviosamente, buscando las palabras más suaves para decirlo.

- Michael y yo tenemos relaciones. – Admitió muy rápido y bajo.

- Ya, eso me quedo claro la vez pasada. – Dijo Gabriel, levantándose para hurgar el almacén. - ¿Por qué? ¿Desde cuándo? ¿Estás loco? Eso es lo que quiero saber.

- Solo... no te burles. – Pidió. – Mi humanidad, al parecer, tenía un pequeño fallo, y me gustaba...

- ¿Qué? – Apremió.

- Las heridas me excitaban y luego yo...

- ¡OH, MY DAD! La inocente criaturita que siempre fingiste ser era... ¡Masoquista! – Exclamó.

- ¿Maso... qué? –

Castiel no tenía idea que eso era, no normal, pero conocido por la humanidad desde hace mucho tiempo. Pero Gabe, experimentado en todo el área de sexualidad, lo tenia muy claro.

Gabriel le abrazó sorpresivamente.

- Eres mi héroe. – Dijo a su oído, exagerándolo todo. – El virginal ángelito resulto un pervertido.

- No me digas así. – Reclamó.

- Ok, entonces, Mike se aficionó a lo mismo ¿Y te convirtió en su juguetito personal? – Supusó el arcángel.

- No, bueno, más o menos. – Replanteó.

- ¿Y ahora qué? Ya no eres humano, no sientes lo mismo...- Guiño un ojo. – ¿Finges que te gusta para seguir aquí?

- Claro que no, Gabriel. – Lleno de enfado. – Esto cambio... para ambos.

- ¡OH, MY DAD AGAIN! – Gritó otra vez. - ¡¿Enamoraste al grandote?! 

Sí, señor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora