No obedeció nuevamente, acurrucándose en la fría losa de la bañera, lo más lejos que podía del arcángel. Tembló con la piel erizada, llevando solo el pantalón de Michael. Comenzaban a dolerle los músculos por la tensión y no podía dormir en tan incómodo lugar.
Trataba de no pensar en su situación actual, buscar distracciones. Pensó en los Winchester y en la negativa que Mike le había dado, en la que no creía. Tal vez no estaban muertos, pero si malheridos. De solo imaginarlo se le retorcía el estómago.
Se acurrucó más contra sí mismo, maldiciendo todo lo que podía maldecir. Rememoró sus días en la calle, vagando por un refugió y comida, solo. Su vientre rugió, recordándole que no había cenado cuando podía hacerlo.
Se alejó del baño, apagando la luz para sumergirse en la absoluta oscuridad de la habitación, solo alumbrada por la rendija bajo la puerta de entrada. A paso lento llegó hasta la despensa, sin voltear ni una vez hacia la cama. Había algo de pollo y puré de papas. Pensó que estarían frías de tanto esperar en el refrigerador, pero mantenían su perfecto calor aún. Buscó su tenedor y comió sentado en la pequeña mesada a un costado, justo por debajo de una ventanita. Vació el contenido de una botella de agua junto a su comida y dejó la bandeja vacía en el cesto de la basura.
Estuvo a punto de apagar la luz de la despensa, pero vislumbro por la rendija de la puerta, bajo la tenue iluminación que se escabullía por la puerta, la figura entre las sabanas.
Se veía tentadoramente cálida esa cama, y Michael quizá no se diera cuenta si regresaba con él. Apagó la luz y se ayudó de la poca visibilidad que le daba el exterior para buscar su lado de la cama. Con extremo cuidado apartó las sabanas y se adentró en la cama. Su cuerpo lo agradeció muchísimo, embargado por ese placentero calor.
Giró su mirada, distinguiendo apenas al arcángel. Podía escuchar con claridad su respirar suave, denotando lo agotado que realmente estaba. Castiel había estado a cargo de unos pocos ángeles en un tiempo, pero definitivamente no tenía idea de cuan duro era manejar un cielo enteró solo. Con la falta de personal, ángeles rebeldes y luchando en contra de su propio reino, demonios por doquier haciendo los que se les daba la gana, almas mal administradas y miles de cosas más, se sorprendía de que Michael no hubiese colapsado y arrasado con mucha más fiereza que el propio Lucifer.
Logró dormirse con mucha facilidad en aquella nueva calidez, pero no duro demasiado. Las alarmas sonaron y Michael se levantó rápidamente para volver a sus tareas. Cas no dijo nada mientras veía al otro vestirse en un segundo y salir a paso apresurado. Si fuese humano, Mike estaría muerto ya. Pero era un arcángel, el primogénito, el líder del cielo por sucesión de un padre ausente, responsable de toda creación posterior a la suya. Era admirable para el humano, a la vez que angustiante.
Su día fue tan aburrido como de costumbre. Los ángeles que pasaban a traer papeles no tenían conversaciones interesantes sobre el mundo que Cas se estaba perdiendo. Se puso un jean y una camiseta negra del vestidor, y aprendió a hacer algodón de azúcar con la pequeña máquina que estaba en el almacén, aun en su caja. Comiendo uno de esos, miraba afuera por su pequeña rendija en la puerta.
Michael finalmente se hizo escuchar, dando órdenes como siempre. Se encerró en la oficina, dispuesto a acabar con los papeles que tenía pendiente. Castiel le esperó, probando más dulces de su despensa, pero Mike no regresó después de horas.
Abrió nuevamente su rendija en la puerta, intentando escuchar algo en la oficina frente a él. Nada. Observó a ambos lados del pasillo, esperando visualizar alguno de sus hermanos. Nada. Entonces, a paso rápido, se adentró en la oficina de Michael.
Esperaba servir de ayuda, adelantando ese trabajo tan estresante, pero no espero encontrarse con esto. Michael dormía con su frente apoyada sobre sus brazos cruzados sobre el escritorio. Algunos papeles estaban bajo su peso y otros a cada lado de su cabeza, apilados. Dormía pacíficamente, y Cas temió despertarle. Era humano, pero no creyó que le fuese difícil llevarlo de vuelta a la habitación para que descansará adecuadamente. Movió la lámpara en la esquina del escritorio, para no tirarla mientras lo levantaba y ese fue su gran pecado.
Mike despertó rápidamente, manteniendo su mirada en la lámpara fuera de su lugar habitual.
- Deja eso donde estaba. – Ordenó sin mirarle.
- Lo siento. – Dijo, absolutamente desconcertado. – No quise despertarte.
El mayor se levantó perezosamente, acomodando la silla luego.
- ¿Qué quieres? –
- Necesitas descansar. – Aconsejó el ángel.
- Solo tomaba un receso. – Excusó. – Soy un arcángel, no necesito dormir.
- Ni Dios aguantaría el ritmo de trabajo que llevas. – Reprendió el menor.
Michael elevó una ceja ante el tono enfadado que el otro uso, como si tuviese la autoridad suficiente para mandarle a dormir.
- El desastre que tú y tus amigos empezaron, es lo que me tiene tan atareado. – Desafió.
El arcángel le esquivó, pero se dirigió a la habitación, dándole la victoria a Castiel.
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Sí, señor.
FanfictionMichael quiere castigar al culpable de su desgracia, pero termina descubriendo cuanto Castiel desea eso. Michastiel Michael x Castiel Advertencia: Sadomasoquismo.