Advertencia: La versión de Michael en la que me inspire es la de Matt Cohen. Comienza a partir del capitulo 9x03.
El frío suelo bajo él, blanco y pulcro, enfriaba su humano cuerpo hasta hacerlo temblar. O quizás, su estremecimiento se debiera a los múltiples golpes, sellados en hematomas, a lo largo y ancho de todo su cuerpo. Un puñetazo en la sien había logrado sumirlo en la inconsciencia por un tiempo, hasta ahora.
Consiguió escabullirse del cielo durante mucho tiempo, pero era humano y por mucho que su tatuaje le ocultara celestialmente, todos le conocían. No supo cómo o cuando pero le encontraron. Tiraron abajo la puerta de la amable chica, que Cas ignoraba que fuese una parca, arrastrándolo de vuelta al cielo.
Sus hermanos le habían dejado solo en esa habitación, hace bastante y sus piernas comenzaban a necesitar suministro sanguíneo. No levantaría la cabeza, hacerlo solo sería un motivo para empeorar su castigo. Se mantenía arrodillada, su pecho contra sus piernas, y las manos extendidas sobre la blanca losa. Su camisa había perdido los botones y solo llevaba su ropa interior por debajo. No se le permitiría conservar cualquier cosa que pudiese usar para escapar aunque fuese inimaginable usar botones para ese fin.
Solo existía una cosa que tenía clara, no debía levantar la mirada por nada. Era algo que no necesitaba que le ordenaran; por mucho que sus piernas dolieran.
La puerta a su derecha se abrió, pero no levantaría la mirada, no debía hacerlo. Los zapatos negros danzaron hasta posicionarse frente suyo. Todo era un desastre allí arriba, pero fuera de la jaula, Michael intentaba a toda costa ponerlo de vuelta en orden. Tardó un tiempo, pero no demasiado en escapar de la jaula siendo el mismo quien la forjo, conociendo todos sus trucos. El cielo le atareaba, pero tenía tiempo para descargarse con el ángel que poseía parte de la culpa en todo esto.
El aura de Michael era tan oscura como un arcángel podía llegar a tenerla. Estaba de mal humor y, aunque Cas no tenía demasiado trato con él, sabía que eso no eran buenas noticias.
Sin previo aviso, una patada directo a la mandíbula del ángel le hizo caer sobre su costado y escupir sangre, pero aun así no levantó su mirada.
- Castiel.
El nombre fue pronunciado con lentitud, saboreando cada letra. El ángel no pudo verlo, pero sabía que Michael sonreía, ahora podría descargar toda su frustración en él.
- ¿Sabes que pase un tiempo en la jaula? – Se hincó a un lado del menor. – Estamos de acuerdo en que tienes parte de culpa, ¿No?
El arcángel presionó sus puños, haciéndolos sonar, y Castiel se estremeció sabiendo que no tendría escapatoria. Pero en vez de usar sus puños, inesperadamente Michael se puso de pie, pateando de nuevo al ángel. Este rodó por la habitación, estampándose contra la pared, mientras un dolor intenso recorría la fila de costillas de izquierda. Apenas tuvo tiempo de emitir un quejido.
Michael volvió a acercarse mirándolo desde arriba, menospreciándolo. La imagen se aclaró poco a poco para Cas, calmando su respiración a la vez. Pero entonces, el mayor se hincó, posicionando su rodilla sobre el pecho desnudo del ángel, sin olvidarse de presionar allí donde las costillas le escocían.
Castiel intentó escapar por puro instinto, buscando expandir sus pulmones sin mucho éxito.
- Cuando termine contigo, me encargaré de enviarles el cadáver a tus amiguitos Winchester. – Prometió.
De su bolsillo, el mayor sacó una pequeña navaja, suficientemente afilada para herir a un humano de gravedad. Castiel apretó los ojos cuando la hoja le rozó el rostro.
- ¿Qué se siente ser tan débil? – Se burló el otro. – No creo que sea suficiente pagó por lo que me hiciste.
La navaja bajó por el rostro del menor, cosquilleando; pronto llegó a su cuello y la presión se aumentó lo suficiente para trazar una grieta en su piel. Castiel gritó, intentando arquear su espalda inútilmente, apretando sus manos a cada lado de su cuerpo. La electricidad recorrió su columna, enviando señales confusas para él. La sangre comenzó a escurrirse, causándole escalofríos, mientras su parte baja empezaba a sentirse extraña.
Michael sonreía suavemente y Cas no podía parar de mirarlo directo a los ojos con descaró. El mayor no tardó en desconcertarse con esa mirada sin miedo ni dolor alguno, parecía pedir más en realidad. En un ataque de ira, apartó su pierna y abrió una herida mucho más profunda en diagonal sobre el pecho del ángel.
Castiel volvió a gritar, pero no existía agonía en ese sonido, más bien...
Ese dolor era tan distinto a los golpes que había estado recibiendo, este le gustaba. La forma en que sentía arder su carne, la sangre brotando y escurriéndose, eran gloria. También estaba desconcertado por su reacción, pero aun había mucho por explorar siendo humano.
Michael dejó la navaja a un lado de la cabeza del ángel y apretó sus manos alrededor del frágil cuello.
- ¿A qué estás jugando, Castiel?
Las mejillas del susodicho estaban carmesí, mientras sus ojos brillaban como nunca antes. Su respiración seguía siendo forzosa, pero ya no tenía la pierna de Michael sobre sus pulmones, ahora existía otro motivo para respirar así y no se trataba de las manos ajustada a su tráquea.
- No lo sé. – Admitió. – Pero hazlo de nuevo. – Suplicó con esfuerzo.
Michael empujó la mandíbula ya lastimada del ángel hacia arriba, abriendo más la herida en medio de su cuello y arrancándole un gruñido. Castiel asió sus manos a las muñecas del mayor, intentando detener su acción. Le gustaba la sensación en su herida, pero sus vertebras no podían curvarse más.
- Podría acabar contigo si empujará un poco más, ¿Lo sabes? – Amenazó, observando como el otro comenzaba a sentir dolor verdadero. – Y eso te asusta, - Conjeturó sintiendo las manos del ángel apretarle con más fuerza, rogando que parara. – ¿Por qué la navaja no causa el mismo efecto en ti, Castiel?
Las lágrimas comenzaron a escapar de los ojos del ángel y comenzaba a quedarse sin aire. Pataleó y se aferró al traje de Michael, hasta que le soltó. Libre de toda atadura, giró sobre sí mismo, tosiendo rasposamente.
Pero el arcángel estaba lleno de curiosidad, y ya que iba a matarlo de todas formas, ¿Por qué no jugar con su prisionero?
Alzó a Castiel con brusquedad, arrinconándolo contra la pared. Mágicamente la navaja estaba en su mano de nuevo. El ángel esperó con ansias la dirección, profundidad y largo de su próxima herida, pero Mike quería probar otra cosa.
Se acercó lo suficiente para que su respiración chocara con la de Cas, donde pudiese ver cada pequeño cambio en su expresión. Lentamente, tortuoso para el menor, presionó la punta de la navaja en el costado derecho de su estómago, penetrando con lentitud la carne.
Esta vez, Cas si pudo arquear su espalda, con cuidado de no acelerar el proceso que le estaba empezando a gustar. Sus uñas intentaron clavarse en la lisa pared mientras apretaba sus ojos y gemía... gemía con cada centímetro que entraba.
Michael le observaba aun, sin parpadear para no perderse de nada. Le asombraba que estuviese a punto de morir y Castiel solo pudiese sentir placer. La hoja desapareció por completo en el cuerpo del menor, y el arcángel espero hasta que el efecto pasase.
Entonces los ojos volvieron a mirarle ansiosos. Mike retiró la navaja con el mismo cuidado, pero esta vez el ángel se inclinó sobre él, respirando entrecortadamente contra su cuello. Ahora no veía la reacción de Cas, pero sentía su temblar y los gemidos sonaban más claros contra su oído.
- Me gusta este juego. – Aceptó. – Vamos a jugar, Castiel.
Cuando la hoja estuvo fuera, paso su pulgar por encima de la herida para sanarla y darle un poco más de tiempo a la diversión. Cas se apartó solo un poco, lo que la mano sobre su espalda le permitiese, entonces Mike acarició los labios frente a él con la navaja, ensuciando al ángel de su propia sangre.
Castiel intentó seguir a la navaja con su mirada hasta que desapareció de su visión cuando Michael le besó, dominante y preciso como él era.
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Sí, señor.
Fiksi PenggemarMichael quiere castigar al culpable de su desgracia, pero termina descubriendo cuanto Castiel desea eso. Michastiel Michael x Castiel Advertencia: Sadomasoquismo.