Michael se recostó sobre el verde pasto, bajo un roble enorme. Se tomaría solo 5 minutos, que consideraba necesarios para poder lidiar con todo el peso del cielo. Joshua apareció en su visión periférica, mirada preocupada en él.
- ¿Estas realmente seguro de lo que estás haciendo? – Puso en duda el ángel.
Joshua, por mucho tiempo, se convirtió en su mejor amigo; el único con el que realmente podía decir lo que pensaba o sentía. Nunca le había juzgado y no era su superior como para tener que mostrarle su constante imagen de líder. Joshua era uno de los cercanos a su padre, y Michael jamás tuvo poder de ordenarle.
Confiaba en el ángel, porque Joshua no temía a decirle la absoluta verdad con las palabras más dulces.
- Es lo correcto. – Dijo, cerrando los ojos. – Se tiene que hacer.
- ¿Y por eso tienes que castigarte a ti también? – Había algo de regaño en sus palabras.
- Yo no me...
- Trabajas sobreexigiendote para pagar el precio de sentir algo que crees que no deberías.
- Joshua, eso no es... no es correcto. Ni para él y mucho menos para mí. – Se enderezó apenas, mirando directo a los ojos al otro. – Es... un pecado.
- Castiel dejó de ser solo un juego para ti en el preciso momento en que la partida comenzó, ¿Por qué abstenerte de algo que quieres hacer? Sería la primera vez que haces algo sin pensar en los demás.
Joshua se acercó, sentándose a su lado como un igual. Intentando descifrar la salida que el arcángel necesitaba.
- Es difícil para ti romper las reglas, lo comprendo. – Dijo el ángel. – Pero eso no significa que debas sumergirte en la soledad.
- Se irá. – Aseguró, con su vista clavada en el falso atardecer. – Como todos, se irá.
- Fue uno de tus soldados más fieles por mucho tiempo, ¿Por qué te traicionaría ahora que siente más que lealtad por ti? – Replicó el menor. – Y si tan seguro estas de esto, ¿Por qué aun no le has dicho que tienes su gracia?
Michael hurgó en su bolsillo, sacando el pequeño recipiente de brillante energía atrapada.
- Se justo contigo mismo, Michael, no mereces estar solo.
Castiel dejó que la ducha le ocultara las lágrimas. Se sentía débil y atacado por las emociones que no controlaba del todo bien. Michael no volvería, y no necesitaba que nadie se lo dijese para estar seguro.
Le había propuesto algo simple. Si podía comprobarle que se sentía lo mismo por él con o sin su gracia, le permitiría quedarse a su lado. Si no, estaba dispuesto asumir cualquier castigo.
Mike sonrió, sin realmente aceptar la apuesta, y se marchó. Su condena estaba escrita y firmada. En cuanto encontraran su gracia, Michael sería un recuerdo lejano de los buenos tiempos.
Se apoyó contra el frio azulejo, creyendo que caería tan rápido como esta pequeña aventura lo hacía.
Pero entonces sintió una mano sobre su hombro, y un beso a su espalda. En seguida giró, aferrándose a Michael como si la vida se le fuese en eso.
- ¿Qué me has hecho? – El arcángel se separó lo suficiente para mirarle a los ojos. – Eres mi más grande pecado y quiero seguir cometiéndote.
- Pues espero tú seas mi redención.
Se besaron con devoción bajo la lluvia de agua caliente, manteniéndose lo más cerca posible, disfrutando de algo que probablemente tendría un final. Castiel no deseaba la sensación de su piel rasgada por la navaja, solo quería memorizar lo que el otro causaba a su corazón.
El pequeño recipiente danzaba entre las manos de Castiel, quien no podía despegar la mirada de su celeste. Una toalla negra cubría su desnudez del frio, mientras dejaba caer su mojado cabello sobre el hombro del arcángel. Estaban en la bañera vacía, solo charlando.
- No pensé que la encontrarían tan pronto. – Lamentó el menor.
Ocultó su gracia en su puño y se acurrucó más contra el cuerpo ajeno. Era el final y este momento, la despedida.
- ¿Quieres ir a la cama? Estas muy frio.
- Si muriera de hipotermia, lo agradecería. – Sentenció el ángel.
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Sí, señor.
FanfictionMichael quiere castigar al culpable de su desgracia, pero termina descubriendo cuanto Castiel desea eso. Michastiel Michael x Castiel Advertencia: Sadomasoquismo.