Prisionero de vacaciones.

670 70 42
                                    

Volvió a la misma habitación en la que despertó, sentado como indio sobre el blanco edredón, mientras comía una manzana. Sin su saco, ni gabardina y mucho menos zapatos, esperaba. Michael iba de un lado a otro, revisando papeles de un montón sobre el tocador y soltando su corbata con su mano libre.

Al parecer, el arcángel estaba demasiado ocupado y estresado para prestarle atención al reciente intento de huida de Castiel. Al verse atrapado, pensó que era su fin y lo mataría, pero Michael solo le dejó espacio para que marchara de vuelta a la habitación y continuó trabajando en sus cosas. Ignorándolo de forma épica.

Sin quererlo, una gota de su jugosa manzana cayó sobre la blanca cama. El primogénito detuvo su andar como si hubiese escuchado la gota caer y manchar imperceptiblemente su hermoso blanco. Hubo un pequeño gesto de asco que atravesó el rostro del arcángel por un segundo en cuanto vio la mancha diminuta. Chasqueó los dedos y la desapareció.

- No comas sobre la cama. – Ordenó continuando con su trabajo.

No era su cama de todas formas, Cas dudaba de que tan siquiera la usara o existiese antes de que esto entre ellos pasase. Es más, la habitación entera estaba hecha para el menor. Pero Castiel no estaba en posición de discutirle al arcángel de quien era qué.

Tomó su manzana y camino rápidamente a la despensa. Dejó los restos del fruto en la basura, y abrió el refrigerador. Pastel, más frutas, pollo, pasta... Su elección final fueron papas fritas, directamente de McDonald's. A pesar de ser prisionero y de la frustración de ser atrapado hace minutos, Castiel amaba la disposición de comida que tenía. Había pasado hambre hasta que su estómago dolió, y era algo que no deseaba volver a pasar.

En cuanto salió de allí y el mayor lo vio con sus manos repletas de sal y engrasadas, su cara reflejó el mismo tic de antes por la gota de manzana.

- Te lavas las manos antes de tocar cualquier otra cosa. – Más que una orden, fue una súplica de Mike.

De verdad que no necesitaban a Chuck, Michael se comportaba como el padre estricto que cualquiera padecería.

Castiel consumió sus papas apoyado en la pared, espiando que tantos papeles necesitaba ordenar el mayor. Firmó el ultimó y Mike recogió todo rápido, tomando desprevenido al ángel con un beso. Impregnado de sal, demandante y finalizado con una mordida que inició un sangrado en el labio de Cas.

Michael desapareció con sus papeles, dando la última orden de no desordenar demasiado.

El humano se quedó allí un poco más, saboreando su última papa mezclada con el sabor metálico. La sal ardió contra su herida y lamentó que fuese tan pequeña, como también lamentó que el arcángel se fuese. Se sintió un poco avergonzado de nuevo.

No había donde ir y nada que hacer. Se recostó con sus pies hacia el espaldar de la cama, dejando su cabeza colgar por la orilla, mirando la pared. Resignarse sonaba como una opción.

De ratos giraba en la cama, otros buscaba algo de comer, con pequeñas siestas intermedias. Esperaba que alguien apareciera por el pasillo o husmeaba en su gran vestidor a disposición. Hasta que se decidió a probar la bañera.

El agua salía a la temperatura perfecta, e incluso había sales y otro producto para disfrutar de un baño de burbujas. Castiel nunca probó una de estas en su extensa vida, y esto sería un golpe a su nueva sensibilidad humana.

Se sumergió en el centro de todas esas burbujas, disfrutando de la relajante sensación. De nuevo, no existía dolor ni frio y mucho menos preocupaciones. Estar prisionero en este lugar era como vacaciones y se sentía un poco culpable por disfrutarlo, pero que más podía hacer. No existía forma humana de salir de allí y Michael era muy receloso con sus cosas, y Cas empezaba a sospechar que era una de sus cosas...

La puerta sonó y el ángel se enderezó, escuchando los pasos del mayor por la habitación, seguramente buscándolo.

- Estoy aquí. – Dijo sin pensarlo, sobrepasado por la ansiedad de ser descubierto.

Michael elevó una ceja al verlo sumergido casi por completo entre la espuma, mirándole atentamente.

- El agua aún está caliente... - Soltó Castiel, impulsivamente.

El arcángel dio media vuelta y se fue nuevamente. Los hombros del ángel cayeron, pensando en lo estúpido que estaba actuando, como si deseara la atención constante del otro. Pero él solo quería escapar del cielo, ¿No?

Entonces Michael reapareció en su visión, sin su traje habitual. Todo músculos marcados en una tersa piel blanca. Despreocupadamente se sumergió junto al ángel, intentado comprender qué de todo esto amaban tanto los humanos.

- ¿Qué tiene de especial esta cosa? – Interrogó. Ceño fruncido inspeccionando la espuma pegada a su mano.

- Es... relajante. – Dijo Cas, apenas entendiéndolo también.

Pero todo era un desastre y podía ver como la espuma comenzaba a escurrirse por la orilla de la bañera, mojando su perfecto suelo negro. Su orden estaba siendo perturbado.

- No me está relajando en lo absoluto. – Se quejó, a punto de salir de allí y acomodarlo todo.

- Puedo ayudar en eso... -

Castiel estaba tan cerca de él para cuando se volteó que no pudo rechazarle.

Sí, señor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora