Repasó una vez más el recinto, todo parecía en su lugar. Los números daban bien y muy pronto tendría nuevos soldados activos. Ya no le interesaban los informes de rebeldía, solo le prestaba atención a aquellos revolucionarios que causaban problemas o los sediciosos.
- Señor, podremos comenzaron cuando usted ordene. – Se acercó uno de los ángeles.
- Preparen todo. – Ordenó Michael.
El ángel se retiró, dejando como último sonido el cierre de la puerta. Este era un nuevo comienzo para el cielo, y quería que fuese bien esta vez, haciendo todos los ajustes que su padre no hizo por abandonar el proyecto. A decir verdad, los ángeles eran todo lo que tenía y todo por lo que vivía desde hace tiempo... antes de que Castiel tomará relevancia en su vida.
Se escuchó una especie de corneta a sus espaldas y pequeños corazones rosados de papel cayeron a su alrededor. Apartó esas cosas de su traje y de la planilla que sostenía, volteando con sed de sangre en su mirada.
- Te mataré. – Sentenció.
- ¡No seas aburrido, Miky! Hay que festejar el amor. – Animó Gabriel, tirando más corazones a su alrededor.
- Ya viste a Castiel, ya te puedes ir. – Ordenó, quitándose los malditos corazones y caminando lejos de su hermano menor.
- Cassie me contó sobre su secretito. – Rio el otro. – No te tenía así, Miky.
Michael detuvo su huida, enfrentando de nuevo al menor.
- Te mataré en serio. – Amenazó, a lo que el otro retrocedió.
- Escucha, tu secreto está a salvo conmigo. – Prometió con una mano en el corazón. – Soy tu leal hermano.
- Ya perdí a todos mis hermanos. Lárgate.
Gabriel dejó de lado su emoción y corazones rosados, afrontando la situación.
- Siempre vuelves a lo mismo. Eso ya paso, Mike.
- No para mí, yo sigo arreglando vidrios rotos, Gabriel.
Castiel interrumpió la nueva pelea que comenzaba a nacer, volviendo todo más incómodo. Es que no pudo evitarlo después de que Gabe le dijese que necesitaba molestar a su hermano, sabiendo que eso solo traería problemas.
- ¿Puedes acompañar a este... individuo a la salida, Castiel? – Pidió Michael.
- Voy solo. – Dijo Gabe. – Nos vemos, Cassie.
La puerta se cerró, dejándolos solos.
- Lo siento. – Se disculpó el ángel.
No estaba seguro si realmente Michael se enfadaría por su confesión a Gabriel, pero no quería que lo hiciese. Sin dudas, no esperaba ser atrapado en los brazos del otro.
- Tengo bastante trabajo de nuevo, ¿Me ayudas?
Michael era ese tipo de personas que prefería morir desangradas con lentitud a que alguien le ayudase con algo, por muy mínimo que fuese. Siempre fue autosuficiente, y como el primogénito, su padre le enseño a asumir las responsabilidades solo.
Pedir ayuda era un signo de... confianza, profunda confianza.
Castiel asintió, agradeciendo que Gabriel no hubiese causado otro conflicto entre ellos. Aunque tenía claro que el problema entre los arcángeles seguía en pie y más fuerte que nunca. Su familia era una herida en carne viva que escocia a Michael desde hace demasiado, intentaba arreglarlo todo a su alrededor... pero eso era irreparable.
Chasqueó la lengua viendo que aún le quedaba una torre más de archivos por revisar. Quizá esto podría hacerlo una máquina, pero Michael era anticuado y quería que las cosas se hicieran de esa forma; Cas no podía quejarse, esa eran una de las características que le gustaban del otro.
Llevaba una semana haciendo ese pequeño trabajo de medio tiempo, como le llamaban los humanos. Entrenaba junto con el grupo de nuevos ángeles, pero se saltaba las clases teóricas que él se sabía de memoria; entonces, usaba ese tiempo libre para ayudar al arcángel en lo que podía.
Recordaba haber hecho alguno de esos trabajos cuando era joven, y cada día de entrenamiento le traía nuevos recuerdos. Su mente viajaba, pero mantenía la suficiente en tierra para no perder el ritmo.
Pero entonces se presentó un informe de rebeldía. Balthazar. Leyó su propio nombre a media página, acusándolo de haberlo apuñalado. Pero... no decía asesinado.
Abajo, allí donde se redactaba el estado... ¿Balthazar estaba vivo?
Apretó el selló en su base de tinta y sopesó antes de pegarlo al papel. Si fallaba en esto, se agregaría a sus cargos y no estaba seguro de Michael podría dejarlo pasar. Se sentía culpable por lo pasado con Balthazar, pero no lo condenaría a nada malo si lo atrapaban, pues solo debería volver a jurar lealtad.
Tomó aire y selló el papel.
Balthazar: Búsqueda y captura.
Cerró el informe, que sería enviado al área de misiones. Un grupo de sus hermanos serían enviados a por él, intentando no hacerle daño, pero tendrían la orden de asesinarlo si algo salía mal y continuaba negándose a volver al cielo.
Solo rogaba que Balthazar se comportará.
Luego de acabar con los archivos, volvió a la habitación. Michael, como nunca, estaba allí de espaldas a la puerta. Su saco sobre la cama, junto a la corbata. Castiel lo abrazó por la espalda, ahora ambos estaban cansados.
Mike entrelazo sus manos con las que lo rodeaban, respirando con tranquilidad. Cas sintió algo caliente en su tacto, pero el otro no le permitió quitar las manos.
- ¿Dormimos? – Propuso el arcángel.
- Ya no duermo. – Recordó, recostando su cabeza en la espalda ajena.
- Podría ayudar.
Cas aceptó. Mike chasqueó para apagar las luces y se dio la vuelta hacia el ángel. Sus labios se unieron en la inocencia de una bienvenida, pero el menor pudo sentir al otro trastabillar un par de veces.
Se separaron y la respiración del arcángel era forzada.
- ¿Michael?
El otro no respondió y solo cayó, dejando todo su peso sobre el ángel. Castiel chasqueó los dedos, encendiendo las luces de nuevo. Todo era sangre y gracia en sus manos... y eran de Michael.
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Sí, señor.
Fiksi PenggemarMichael quiere castigar al culpable de su desgracia, pero termina descubriendo cuanto Castiel desea eso. Michastiel Michael x Castiel Advertencia: Sadomasoquismo.