Perfecto para ti.

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No creía ser capaz de crujir los huesos de sus manos tantas veces, pero lo hizo posible. Su pierna izquierda era incapaz de quedarse quieta, y respiraba como si estuviese corriendo la maratón más larga del universo. Los restos de bolígrafos y lápices yacían en el cesto de basura, junto a bolas de papeles.

Todo parecía bien, había amanecido normal. Se había despedido de su ángel y un día más volvía a trabajar. Pero solo paso un rato para que volviera a sentir esta incontrolable energía tirando de él.

Miraba la puerta con deseo, pero se obligaba a quedarse sentado en su silla, aunque la desesperación lo ahogara. No quería lastimar nadie, no quería ir a por Castiel de nuevo, y mucho menos destruir el cielo entero.

Pero, como maquinado por un destino malévolo, uno de sus soldados tocó a la puerta. Dudo en permitirle entrar, pero estaba seguro de poder controlarse si nada malo desataba su ira. Gadreel estaba en su primer día, después de haber aceptado sin problemas la oferta de Castiel, y no tenía idea cuanto podía empeorar esto.

- El informe, señor. – Dijo el ángel, entregándole un archivo.

Los arcángeles, en otros tiempos, eran difíciles de ver. Si había alguna decisión a tomar, quienes se encargaban de informarles era los superiores, los cuales Gadreel solo conocía a uno de ellos. Pero en estos tiempos, con la falta de personal y los asuntos verdaderamente importantes que manejaban, era bastante común verlos. El ángel jamás había estado en la oficina de Michael, por lo que era un gran día para él.

- ¿Cuántos ángeles faltan de reincorporar?

- Estamos calculando el número exacto, aunque el 2% de los ingresados se niega a colaborar con la reincorporación. – Informó, sin mirarle directo a los ojos.

Michael no estaba muy feliz cuando se enteró de que su padre había obviado sus órdenes, pero fue poco después del episodio con Castiel en la habitación, por lo que pudo soportarlo bien. Sin embargo, quedaron en hablar los próximos cambios radicales que se tomaran. Mike aceptaba que no estaba en sus cabales, pero le molestaba no tener el control absoluto de las cosas.

- ¿Qué es esto? – Señalo un último número, que pasaría desapercibido para otro, pero no para él.

- El número de rebeldes. – Dijo, como lamentándolo. – Una pareja de los reincorporados escapó.

- ¿Y cuándo pensaban informarlo? – Elevó un poco su tono el arcángel. - ¿Cuándo cometieran alguna estupidez en tierra?




Castiel estaba en la habitación aun cuando vio las luces parpadear. No significaba gran diferencia a los días anteriores, pero el golpe que escuchó al asomarse, si lo era. No lo pensó demasiado y se adentró en la oficina, justo a tiempo para detener a Michael de lanzarse sobre Gadreel para una segunda ronda de golpes.

- ¡MICHAEL, PARA! – Rogó el ángel, interponiéndose entre ambos.

Gadreel estaba en el suelo, con su rostro sangrando y se puso de pie a duras penas, en un rincón a la derecha de la salida. Mientras, Michael no podía quitar su mirada carmesí del rubio, como culpándolo por todo lo que iba mal en su perfecto hogar.

- Gadreel, sal de aquí. – Apresuró Cas.

Pero eso no estaba en los planes del arcángel, por lo que la puerta se cerró de un golpe y se volvió imposible de abrir.

- Nadie se va de aquí. – Sonrió de aquella forma que asustaba a cualquiera. – Nadie.

Castiel intentó acercarse, calmarlo, pero solo logró que liberase su ira con él. Michael dio dos golpes a su rostro y vientre, para luego lanzarlo contra la puerta.

Sí, señor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora