Concentrarse en el papeleó no era fácil, dejar de pensar en lo que su corazón clamaba no era fácil. Estaba obligado a trabajar por mucho que anhelara solo quedarse en un rincón y aislarse del mundo. Sus hermanos le necesitaban y Michael ya no.
Había odiado por tanto tiempo el aburrimiento de la habitación que compartía con el arcángel, y ahora solo quería estar allí, recostado sobre el suelo, mirando el blanco techo y esperando. Pero, indudablemente, Michael habría cerrado la habitación con llave, sino la destruyo.
Balthazar le sacó de su ensoñamiento, despeinando su cabello al pasar por detrás de su silla. El rubio se sentó en la silla contigua, parecían apartados del resto de sus hermanos que trabajaba, así que Cas no podría huir de las preguntas.
- No creas que soy un chismoso, Cassie. – Susurro, acercándose un poco. – Pero, ¿Todo bien con el grandote? No sueles estar aquí seguido y...
- Se acabó.
En cuanto dijo eso, Balth lo tomó del brazo, arrastrándolo al lugar más apartado del cielo. Lo tomó por lo hombros, observándolo directo a los ojos.
- No hablas en serio. – Dijo.
- Quisiera que no. – Lamentó Castiel. – Pero es lo que paso. Quizás se arrepienta después, pero no duele menos.
El rubio no supo que decir y le abrazó contra sí. Cas sollozó entre sus brazos, sintiéndose un poco a salvo. Era tan frustrante, y se sentía tan definitivo.
Después de haber pasado por tanto, superarlo y haber logrado ablandar el corazón del arcángel, volvían al principio. Él quería alejarlo como si se tratara de un químico toxico, y probablemente no lo enviaba de vuelta a la tierra porque Chuck no se lo permitiría.
Un día era el único apoyo que Mike tenía, y al segundo siguiente era solo su error, el que intentaba reparar alejándolo. Comprendía su confusión y que realmente no quería hacerle daño, pero eso no hacía que se sintiera menos descartado.
Dios lo sabe todo, y Chuck no tardó en enterarse de lo que Michael había hecho. Era su vida personal, el pequeño trozo de ella que tenía, y no podía interferir en ese tipo de decisiones aunque supiera que su hijo no estaba bien. Y aun así, quiso averiguar que estaba pasando.
Tocó dos veces y esperó a que Michael le permitiese entrar a su oficina. No recibió respuesta, incluso después del tercer intento y se preocupó. Al entrar, Mike estaba bien, o al menos eso aparentaría para alguien que no lo conocía. Ordenaba alfabética y numéricamente informes y archivos que nadie necesitaba tener en orden. Le mantenían ocupado, lejos de la montaña rusa de emociones.
- ¿Puedes detenerte? – Sugirió Chuck.
- No.
- Detente, es una orden.
Y Michael se detuvo, a regañadientes, aunque su mano empezó a tamborilear nerviosamente sobre el escritorio.
- ¿Por qué alejaste a Castiel? Tú y él estaban perfectamente.
- No es perfecto, es indecente. – Sentenció, con la mirada confusa, como si fuese algo obvio y estúpido.
Mike se puso de pie, Chuck pensó que para irse, pero solo era porque se sentía incómodo. Necesitaba moverse, necesitaba hacer algo. Mezclar el vigor de la marca roja con la pasividad de la blanca era explosión constante dentro del arcángel.
- Mike, escucha. – Intentó que el menor dejara de mirar a todas partes y se centrara en él. – Olvídate de tomar cualquier decisión. – Ordenó.
- Hazte cargo del cielo, entonces. – Dijo de repente.
- ¿Qué?
- Es tu responsabilidad absoluta ahora. Si no crees que tenga que hacer nada, toma tu puesto y hazlo tú. – Había un toque de sinceridad mezclado con enfado en su voz. – Es lo justo, ¿No? Luego de que estoy así resultado de las responsabilidades que pudiste haberme evitado.
Tenía razón en sus dichos, pero Chuck sabía muy bien que ese no era Mike, que él no permitiría que le quitaran el cielo. Era cierto, el arcángel tenía en sus hombros un peso ajeno, pero creía a su padre incapaz de llevarlo tan bien como él, y por ello jamás quiso realmente devolverle el cielo a Dios.
- Es tu cielo, Mike. – Intentó convencerle. – Es tu orgullo, tu sueño.
- ¡Nunca fue mi sueño!
El rojo carmesí se mezcló con las lágrimas repentinamente y, de nuevo, Michael era un huracán sin control.
- ¿Qué iba hacer? Todos se fueron y yo me quedé solo con un millón de miradas que necesitaban de un líder que les dijese como vivir. ¡¿Qué podía hacer, padre?! – Tomó aire, como si le costara demasiado. – Ahora estoy corrupto y no puedo liderar... falle igual que tú.

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Sí, señor.
FanfictionMichael quiere castigar al culpable de su desgracia, pero termina descubriendo cuanto Castiel desea eso. Michastiel Michael x Castiel Advertencia: Sadomasoquismo.