Capítulo 1 (parte 2)

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La señora Jenkins no responde. Está echada en el suelo con los ojos abiertos. ¿Qué es lo que le ocurre? ¿Por qué no dice nada? Ya lo sé. De seguro debe estar pensando en mil maneras de torturarme ahora que se ha caído, y según ella, esto es lo que me imagino que dirá: por mi culpa. Debe estar pensando en todas las cosas que me dirá cuando se ponga de pie, en todas las cosas que me gritará y que le dirá al director de mí... porque de esta no me salvo. El director se enterará de lo que supuestamente le he provocado y quizás... quizás hasta me corran de la escuela, bueno, eso no sería tan malo. Es lo que siempre he querido, ¿no?

—Señora Jenkins, hábleme —Me acerco y la sacudo a ver si reacciona. Pero ¡qué ha pasado! ¡Está muerta! ¡La señora Jenkins está muerta!

¿Y esto?, ¿qué es lo que estoy viendo? ¿Qué hace el jabón en el suelo si lo he estado buscando por todas partes y no lo he encontrado, si Biancca me ha dicho que había acabado lo último que quedaba?

¿Qué debo hacer? Vamos, Denisse, ponte de pie y echa a correr al salón —me digo a mí misma. Es que no puedo, no puedo quitarle los ojos de encima a la vieja gruñona. No puedo creer que se haya resbalado con un tonto jabón y haya acabado muerta en el suelo del baño. ¡Dios mío! Van a culparme, van a acusarme, toda la escuela va a acusarme por ser testigo de tantas riñas que han habido entre nosotras. Dirán que fui yo quien la maté, o peor aún, que tenía todo fríamente calculado para hacerle pagar todos sus malos tratos. Aunque en alguna oportunidad ganas no me han faltado de darle, ¿por qué no?, un martillazo en la cabeza, jamás lo hubiese hecho, jamás lo haría, pero... ¿irán a creerme? ¿Creerán que todo en realidad se debió a un tonto accidente? ¡Ya imagino la cara de mi madre! Imagínense si ya me ve con su cara de decepción cómo me verá ahora que pensará que soy una asesina. Lo siento, me equivoqué, mi madre no me vería solo con cara de decepción, me vería además con cara de vergüenza.

Tengo que moverme, tengo que salir del baño.

Me pongo de pie y echo a correr tal como mi mente me insistía en que lo hiciera hace unos pocos minutos. Al llegar a la sala de clase algo me detiene. Me quedo paralizada nuevamente por el solo hecho de pensar en todas las cosas que mis compañeros dirán de mí. Es cierto, nunca me ha importado mucho que me llamaran fea o tonta, bueno... sí, pero ¡es que no quiero que piensen que soy una criminal! ¡Yo no le he querido hacer daño a la señora Jenkins, es decir, no se lo he hecho! Rayos, no puedo moverme. Soy consciente de estar parada detrás de la puerta, sin embargo no logro abrir la boca. Quiero pedir ayuda, contarle a la clase mi versión, la verdadera y única versión de esta historia y que crean en mí, pero no puedo. ¡¿Por qué no puedo hablar?! Es que tengo miedo, mucho miedo...

—¿Vas a quedarte ahí parada como una estúpida toda la clase? —oigo que Biancca dice.

—¿Por qué no te callas y la dejas en paz? —Kevin sale de su silla y viene directo hacia mí.

Creo que estoy a punto de desmayarme o tal vez no... La cuestión es que las manos están temblándome o moviéndose demasiado rápido y siento un cosquilleo en las piernas como si se estuviesen durmiendo. Intento abrir la boca de nuevo, pero no hay caso, es imposible: siento como si una presión invisible insistiera en mantenérmela cerrada. Vamos, Denisse, abre lo boca, di algo —me digo de manera inútil.

—Oye, ¿estás bien?, ¿qué sucede? —me dice Kevin.

El cosquilleo va desapareciendo poco a poco. La pesadez que sentía sobre todo en la mandíbula inferior también se va yendo. Creo que es un buen momento para volver a tratar de abrir la maldita boca y explicar qué es lo que sucede... o lo que sucedió con la profesora.

—La se —Siento como si alguien me quitase la voz de repente—... se... señora... —alcanzo a decir después de masajearme con rapidez la barbilla.

—¿Jenkins?

—Sí... —Suspiro aliviada.

—¿Qué sucede?

—¿Qué es lo que está ocurriendo aquí? —dice Biancca al ponerse de pie.

—Metete en tus cosas, ¿quieres? —le responde y luego voltea a mirarme, pero yo me distraigo viendo a Biancca venir a mí. Viene a interrogarme, a hacerme escupir la verdad porque sabe lo que ha pasado—. ¿Denisse?

—No, hay algo que no nos está diciendo. ¡¿Qué ha ocurrido con la señora Jenkins?! —me pregunta a mí.

—No lo sé... Está... muerta —respondo y al decirlo siento que me libero de un gran peso de encima. Ahora puedo hablar.

—¡¿Cómo que muerta?! —sigue diciendo Biancca.

—Está echada sobre el suelo del baño y no respira.

—Pero ¡¿qué hiciste, tonta?! —Me da un fuerte empujón—. ¡¿Ahora quién demonios va a subirme las calificaciones?!

Biancca abre la puerta de otro empujón y sale de seguro en busca de la señora Jenkins. Como era de esperarse toda la clase sale detrás suyo para ver qué fue lo que ha ocurrido. Kevin y yo también seguimos sus pasos, no como su ejército de falderas o el grupo de curiosos, no, vamos directo al baño o escena del crimen, como oigo que uno de mis compañeros le dice, porque es preciso que al menos yo me defienda de todas las acusaciones que Biancca irá a hacer para lograr hacerme quedar como una asesina en serie. Aunque no sé si pueda hacerlo, primero porque cuando Biancca dice que algo es cierto todo el mundo se lo cree y segundo porque no creo que pueda enfrentarme a ella, nunca lo he hecho y tal vez nunca lo haga, pero Kevin sí. Él sí sabe ponerla en su lugar y no dudo en que esta vez, a pesar de ver el cadáver de nuestra profesora, también lo haga.

Cuando Kevin y yo estamos a punto de entrar en el baño, el director aparece con su ancha espalda que parece ocupar casi todo el espacio de la puerta y echa un largo e incómodo suspiro al verme. Está enfadado, tiene la nariz incluso más humeante que la de la señora Jenkins, su rostro siempre pálido ahora está más rojo que un tomate, e incluso se lo ve bastante sudado. ¿Qué será lo que irá a decirme luego de haber visto con sus propios ojos a la señora Jenkins muerta en el suelo?

—Señorita Moretz, está en serios problemas —dice quitándose las gafas. Luego saca de su bolsillo un pañuelo y se seca la cara—. A la dirección, ¡ya!

—Pero yo no... —intento explicarme.

—¡Ya, he dicho!

Loca de amor #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora