Capítulo 10 (parte 1)

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—Nada, ya me iba.

Demonios. Acabo de meterme en la cueva del lobo y por un lado no sé si quiera salir, pero si él está aquí, entonces ¿dónde está Kevin?, ¿dónde está Eddie? Miro a mi izquierda. Solo hay una cama vacía sin colchón. Cuando Kevin fue a buscarme me dijo que estaría en la habitación número doce, no lo entiendo... ¿Será que entendí mal? Seguramente. ¿Y ahora cómo hago para irme? Mi mente dice que corra, que alguien podría llegar a enterarse de que a estas horas estoy en su habitación, a solas, que incluso él podría mal interpretar mi presencia o quizás enfadarse, pero mi corazón me dice que me quede al menos unos minutos más para seguir viéndolo así como está.

Por supuesto que esos brazos no podían ser de Kevin, sino de Gonzalo que ahora me observa con los ojos entrecerrados y echando un bostezo. Debe estar muriéndose del sueño así como yo lo estoy en estos momentos de darle un tierno beso en los labios. Está recostado, lo único que veo encima de su pecho es un colgante dorado y un tatuaje por encima de su tetilla derecha. Es natural que esté durmiendo sin casi nada puesto, así como creo que es natural que no pueda y no quiera quitarle los ojos de encima. Me pregunto si debajo de las sábanas que cubren el resto de su ejercitado cuerpo también estará vestido...

—¿Necesitas algo? ¿La señora Nesbitt está con ustedes?

Necesito que me sujetes bien fuerte y me arrojes sobre la cama en la que ahora estás para...

—¿Denisse?

—Sí, está con nosotras, sus ronquidos se oyen por todo el piso —No puedo sacarle la vista de su pecho y creo que se está dando cuenta.

Gonzalo deja ver su encantadora sonrisa, no sé si lo hace por lo que acabo de decirle o porque se ha dado cuenta de que me es irresistible. Vamos, haz algo, di algo. No sé si algún día me atreva a hacer al menos la cuarta parte de todo lo que sueño hacer contigo. Ay, si mi madre se enterara de esto, de lo que pienso, de lo que estaría dispuesta. Basta, no pensemos en eso ahora. Para ella siempre he sido un motivo de decepción y de vergüenza, ¿por qué le importaría que me involucre sentimentalmente con un hombre mayor? ¿Cuál sería la diferencia de todas las veces anteriores en las que se ha enfadado conmigo? Quiero a Gonzalo y creo que nada me haría más feliz que él. Pero debo irme. No es así como quiero que sucedan las cosas entre nosotros. No quiero que piense que soy una lanzada, no, quiero que se enamore de mí así como yo pienso que lo estoy de él.

—Creí que Kevin estaba aquí, siento haberlo despertado —Me alejo hacia la puerta.

Aunque no me molestaría que saliera de su cama a detenerme, a decirme que no me vaya...

—Oye, Denisse, espera —dice algo agitado.

¿Este hombre ha leído mis pensamientos y quiere hacerlos realidad?

Gonzalo sale de su cama como un animal feroz que corre directo para atacar a su presa. Avanza con pasos firmes porque sabe lo que quiere y cómo lo quiere. Pero qué ojos tan grandes ahora veo que tiene. Ojalá su boca también se haga grande para comerme mejor... ¡Ah! Choca sus labios con los míos. Vamos, devórame con fuerza hasta que no quede rastro de mi boca ni de ninguna otra parte de mi cuerpo. Siento su respiración agitada sobre mi rostro, sobre mi cuello mientras con sus manos calientes recorre todo mi trasero. Gonzalo me alza de las piernas y me apoya de manera tosca contra la pared. Apunto a su entrepierna y...

—Denisse, Denisse, quisiera seguir durmiendo —dice Gonzalo desde su cama.

Maldición, otra vez mi cabeza se ha colgado imaginando cosas que quizás nunca sucedan, ah, pero que se ha sentido rico se ha sentido rico.

—Claro, lo siento. Adiós, que descanse.

—Tú igual.

Tiro de la puerta. Pero ¿qué...? ¿Qué sucede? No, esto no puede ser, no otra vez.

—¿Qué ocurre?

—La puerta... no abre.

—Creo recordar esto —Escucho que Gonzalo se levanta. No quiero dar la vuelta y haré lo imposible para no mirarlo cuando venga. No quiero quedar más como una tonta frente a él—... Biancca, ¿eres tú? —¡Cielos! No lleva pantalones, solo un bóxer negro. Basta, no debo mirar, no debo mirar—. No es gracioso. Tendré que hablar con tus padres, ya te lo he dicho.

—¿Se lo ha dicho? —Bien, tengo que continuar así, con la vista puesta en sus ojos, en sus hermosos ojos.

—Sí, y al parecer ni le ha importado.

—Pues no, es que es Biancca. ¡Biancca, por favor! —Golpeo la puerta.

—Denisse, creo que lo mejor será que no gritemos, no hay necesidad de despertar a nadie.

Oh, entiendo lo que trata de decir.

—Usted cree que la situación podría llegar a mal interpretarse, ¿verdad?

—Así es. En algún momento supongo que se cansará y se irá.

—Pues eso espero.

Conociendo a Biancca dudo de lo que Gonzalo acaba de decirme. De ser por ella cuánto más me pueda fastidiar, mejor. Ahora, no entiendo por qué se empeña tanto en acercarme al profesor. No somos amigas. Quizás muy en el fondo se siente culpable por haber estado enfadada conmigo durante tanto tiempo y no sabe cómo enmendar las cosas sin que, claro, de su boca salgan palabras de arrepentimiento. Mi ex mejor amiga siempre ha sido muy orgullosa, sí, tal vez quiera animarme en esta locura. Me quedo junto a la puerta esperando oír en algún momento que Biancca nos ha dejado libres. Gonzalo está dando vueltas o al menos eso escucho que hace. No quiero girar para verlo porque a pesar de lo fascinante que esta escena me parece, me siento algo incómoda. 

Loca de amor #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora