Capítulo 5 (parte 2)

60 6 0
                                    

—Tú sí que no te quedas atrás —dice una voz a mis espaldas.

—No entiendo lo que quieres decir.

¿Se habrá dado cuenta Biancca de que estaba tratando de no perderle el rastro a Gonzalo?

—Vamos, no finjas. Ahora que seremos compañeras de cuarto tienes que contármelo todo.

¿Qué es lo que le sucede? ¿Se ha vuelto loca? ¿Desde cuándo le interesa mi vida personal? Lo único que ha hecho siempre es buscar la manera de fastidiarme y no solo eso sino que todos también rían con ella de los malos momentos que siempre me ha hecho pasar, bueno, no siempre, solo desde que nuestra amistad, si podríamos llamarlo así, se echó a perder.

—No tengo nada que contar.

No diré una sola palabra más de lo que siento hacia Gonzalo, menos a Biancca.

—¿Segura? Ahora que tu perro faldero está enojado contigo no creo que tengas a alguien más con quien hablar.

—¿De qué hablas?

—Te dejó sola —Apunta su dedo para que alce la vista al bus.

Por medio de la ventanilla veo a Kevin sentado en la penúltima fila. Me acerco un poco más para ver mejor y logro ver que el pesado de Gregor está sentado junto a él. ¡No puede ser que esté haciéndome esto justo cuando nos habíamos prometido que la pasaríamos genial juntos!

—Vamos —Biancca entrelaza su brazo con el mío y me lleva dentro. ¿Dónde está su ejército de falderas? Es extraño que no estén aquí.

Cuando subo al bus lo primero que hago es ir directo a Kevin. Gonzalo está fuera subiendo las maletas así que tendré un poco de tiempo antes de que el motor arranque. Tengo que convencerlo a como dé lugar de que la actitud que está tomando conmigo no es la más adecuada, no si en realidad siente que debe cuidarme como la hermana menor que siempre he sido para él.

—Kevin, no puedes hacerme esto —Ni siquiera me mira. Solo mantiene la vista hacia afuera—. Vamos, no puedes enfadarte por una cosa así.

—Déjalo, Denisse, y vayamos a sentarnos.

Dejo que con su mano apoyada sobre mi hombro Biancca me guíe hacia donde iremos a sentarnos. Ya no hay otro lugar disponible en todo el bus así que no tengo otra alternativa más que sentarme al lado suyo y de sus simpáticas amigas. ¡Tenías que enojarte conmigo, Kevin, justo hoy!

—Gracias, Kevin —Biancca da la vuelta para hablarle—, ahora tu amiga también podrá charlar con nosotras... tú sabes, cosas de chicas —Se ríe y sus amigas que están ya sentadas se unen a su burla.

—Oye, Biancca —Por primera vez siento el valor de responderle así como Kevin siempre lo ha hecho en mí lugar.

—¿Sí? —Me observa desafiante.

¿Y ahora qué?, ¿y ahora qué?

Biancca me sonríe, pero no lo hace por alegría, no, sino porque debe estar esperando a que termine o en realidad a que empiece a retarla. Esta vez no he podido contenerme, que se meta conmigo es una cosa, pero que lo haga con Kevin... no lo tolero, aunque ahora creo que ya se me han ido las fuerzas que de repente me salieron de pelear contra ella.

—Nada, nada —contesto frustrada conmigo misma.

¿Cómo es que por un segundo llegué a creer que de verdad iba a poder enfrentarla?

—Oigan, chicas —les dice Biancca con emoción a sus falderas al sentarse—, hay algo que Denisse tiene que contarnos.

—¿Denisse? —responde una con cara rara, seguramente escuchar a su amiga hablar de esa manera le causa tanto asombro como a mí.

—Siéntate —Biancca me toma el brazo y me hace sentar al lado suyo—. ¿A qué no saben quién la trajo a la escuela? —dice susurrando.

—¿Su mamá? —contesta la otra faldera a toda voz.

—¡Shhh! —la hace callar Biancca—. No, idiota. Oh, ahí viene.

De inmediato Biancca saca una sonrisa de muñeca al ver subir a Gonzalo y luego el resto de su secta a favor del acoso escolar se une también a ella. Por un momento el verlas reaccionar de esa forma me resulta extraño, incluso estúpido, pero luego al poner mi atención en quien tengo enfrente lo entiendo todo y es más, me pregunto si yo no estaré quedando más tonta de lo que Biancca y sus falderas lo están haciendo. No puedo evitar sonreír y al mismo tiempo suspirar por dentro, sobre todo ahora que Gonzalo se ha desprendido un par de botones de la camisa y tiene el cabello ligeramente revuelto. Ay, si tan solo pudiera acercarme un poco más para ver cómo el sudor recorre su pecho...

—¿Cómo están? —dice Gonzalo acomodándose un poco el cabello—, ¿bien?

—Viéndote a ti de maravilla —dice Biancca por lo bajo.

—Espero que no se hayan olvidado de nada porque —continúa diciéndonos Gonzalo—... no volveremos a sus casas...

Mientras Gonzalo sigue hablando y usa sus manos para hacerlo, yo no puedo desviar mi atención de ellas. Sus manos son grandes, fuertes... apuesto a que sabría dar ricas nalgadas, a que sabría cómo sujetarme y hacer lo que quisiera con mi cuerpo mientras estuviese...

—Imbécil —escucho que Kevin dice entre las risas que Gonzalo logró provocar de algo que dijo, entre ellas la de Biancca que no deja de mirarlo.

—La señora Nesbitt no nos acompañara durante el viaje en bus, pero prometió reunirse con nosotros en Sierra Nevada. Al parecer prefirió tomarse un avión.

—¿Y quién no? —nos dice Biancca—, ¿cómo es que a mí no se me ocurrió hacer lo mismo? Bueno, si lo habría hecho me estaría perdiendo de tan linda vista, ¿no creen?

Al oír la voz de Biancca vuelvo en sí, a lo que está sucediendo, a lo que debería estar prestándole atención. Esto es ridículo, absurdo. ¿Cómo es que acabé sentándome junto a mi enemiga número uno, bueno, la única, por suerte, y sus seguidoras? No tiene ningún sentido que ahora vayamos a conversar tan a gusto como si fuésemos amigas de toda la vida. ¿Qué rayos hago entre ellas? Debería irme a pasar el viaje a cualquier otro lugar, al suelo de ser necesario, no quedarme aquí entre estas fieras que lo único que han hecho siempre fue intentar despedazarme con sus palabras. Lo peor de todo es que Kevin ni siquiera quiere mirarme a los ojos y mucho menos hablarme, pero ¿hasta cuándo?, ¿hasta que acabe el viaje?, ¿hasta que acaben las clases y nos graduemos? ¡¿Cuándo?! ¿Qué tal nunca? ¡¿Y si Kevin decide no volver a hablarme nunca más?! ¡No, no puede hacerme eso! ¡Es mi amigo! ¡Me tengo que bajar del bus, no podré soportar estar cerca de él y al mismo tiempo tan lejos!...

—Denisse, ¿está bien? —Gonzalo interrumpe mis pensamientos.

Veo sus ojos. Algo extraño sucede; me calmo. Su mirada tierna me llena de la paz que necesito para entender el otro motivo por el cual también acepté hacer el viaje: él. Gonzalo es una de las razones y no debo echar a perder la oportunidad que tengo de que algo suceda entre nosotros.

—Sí, sí.

—Bien. El viaje será un poco largo, así que descansen. Yo estaré aquí sentado en el primer asiento por si necesitan algo.

—En este momento estaría necesitando sentarme a su lado... o encima suyo, tú, ¿no? —me dice Biancca—. Ay, eres pésima para mentir, Denisse. ¿Por qué no admites como nosotras que estamos prendidas fuego por él? —Las tres me miran ansiosas porque responda.

—Porque no es así.

—Pues díselo a tu cara de tomate.

Las tres ríen a carcajadas viéndome y luego se recuestan. Esta vez no se burlan de mí, o eso creo, se ríen de que mis intentos por ocultar lo que siento son tan inútiles que dan chiste.

Loca de amor #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora