Capítulo 14 (parte 1)

41 4 0
                                    

Intento detener a Gonzalo, pero ya es demasiado tarde. Al atravesar los arbustos los tambores dejan de sonar y el grito de uno de los indígenas que estábamos espiando se escucha. ¿Qué hago?, ¿qué hago? ¿Me quedo aquí parada viendo lo que ocurre o voy a buscarlo? ¿Por qué no pude hacer nada para evitar que se acercara a pedirles ayuda? ¡Podrían lastimarlo!

—Hola, amigos, mi nombre es Gonzalo... yo y mi amiga nos hemos perdido en el bosque...

Mi profesor no termina de hablar cuando dos hombres se acercan a él y lo sujetan fuerte del brazo.

—¡No! —digo atemorizada sin darme cuenta. ¡No quiero que le hagan daño!

Cuando me doy cuenta de lo que he hecho me quedo paralizada. Debí haberme quedado callada, lo sé, pero no pude, no cuando la vida de Gonzalo puede estar corriendo peligro.

En cuestión de segundos otros dos hombres atraviesan los arbustos, me toman de ambos brazos y me obligan a regresar con ellos. ¿Qué será lo que irán a hacerme? Presiento que nada bueno. Intento encontrar a Gonzalo con la mirada, pero no está por ningún lado, ¡¿dónde está?!, ¡¿adónde se lo han llevado?!, ¡¿qué han hecho con él?! Lo único que veo es un fuego que llega casi hasta el cielo y gente alrededor bailando, eso por supuesto que no me tranquiliza para nada.

—¡Suéltenme! —digo inútilmente porque siguen llevándome no sé hacia dónde.

Una melodía comienza a escucharse; son tres o más mujeres cantando. El oírlas hace que me calme y me deje guiar por los indígenas que me llevan a sentarme en una enorme silla de madera. Observo a mi derecha: un muchacho dos o tres años mayor que yo me sonríe sin decir nada. ¿De qué se trata esto?

Enseguida una anciana sale por en medio de la multitud con una corona de flores en mano, se acerca hasta donde estoy y luego de hacer una reverencia al sujeto que me acompaña, se inclina para ponerme lo que tan alegre trae.

—Son muy amables, pero... lo siento, yo... no, no puedo ser su princesa, reina o lo que sea.

Si tan solo pudieran entender lo que trato de decirles... Oh, ¿qué sucede? El muchacho a mi lado me toma de la mano y hace que me ponga de pie. ¿A dónde quiere llevarme? No lo sé, pero tal vez si lo sigo pueda saber dónde está Gonzalo. Si algo malo llegara a pasarle no sé qué haría. Giro para observar mi alrededor mientras sigo caminando delante de la multitud. Ya no creo que esta gente pueda hacerme algo malo. De todas formas correría los riesgos que sean necesarios por encontrar a Gonzalo. Si él arriesgó su vida por mí para que encontráramos la forma de regresar, yo también arriesgaría lo que sea por él. Pero antes debo saber dónde está.

Nos detenemos frente a lo que parece una tienda. ¿Lo habrán llevado allí dentro? Un par de gritos de alegría se escuchan y luego toda la gente desaparece, a excepción del muchacho. Vuelvo a observarlo y él solo sigue sonriendo sin decirme nada. Hace a un costado las pieles que cubren la entrada y sin soltarme la mano me guía para que entre. El sitio está casi a oscuras, solo una luz ilumina el centro donde parece haber... ¿Qué es lo que veo?, ¿una cama? Oh, no, de ninguna manera. ¿No pensará en que él y yo...?

El muchacho me dice un par de palabras que por obvias razones no logro comprender, se acerca para darme un beso y cuando está a punto de hacerlo hago lo que mi madre me enseñó que haga en momentos como este: dar un golpe duro en la entrepierna.

—¡Ay! —logro entender que el indígena dice y de inmediato se cae al suelo para seguir gimiendo de dolor.

Creo que no había otra forma de explicarle que yo no soy su reina y que por lo tanto no dejaría que me besara, mucho menos que nos acostáramos. Si voy a tener sexo la primera y las veces que sean será con alguien por quien sienta amor.

¿Dónde está Gonzalo? No alcanzo a verlo por ninguna parte. ¿Adónde se lo habrán llevado? Si no está aquí, entonces ¿en qué otro sitio puede estar? Antes de que el indígena se reponga o pueda llamar al resto para que venga por mí corro directo a la salida. Un momento. ¡Allí! ¡A esa tienda están llevando a Gonzalo! Tengo que tener cuidado, alguien podría verme. Bien, echemos un vistazo antes de avanzar. No, los hombres que lo han dejado se han ido y no veo a nadie más por ningún lado. Perfecto. Salgamos.

Corro lo más rápido que puedo. Hago a un costado las pieles que cubren la entrada de la tienda y entro. Entonces, lo veo. Al igual que en la tienda anterior en la que estuve solo una luz ilumina el centro. Aquí no hay ninguna cama ni nada que se le parezca, solo Gonzalo que me observa atado a algo que llega hasta el techo. ¿Qué es lo que tiene este hombre que me vuelve loca de solo mirarlo? Tiene todo el cabello revuelto, varios botones de la camisa desprendidos o rotos. Su mirada... hay algo en ella que siento que me enternece hasta el fondo del corazón. Me acerco y le quito la mordaza de la boca, de esa boca que suspira y me es tan apetecible. Oh, cómo quisiera comérsela en este instante de un solo bocado.

—He venido por ti, John Smith.

Gonzalo me sonríe y con sus ojos parece querer decirme tantas cosas, pero solo se pone de pie, toma mi mano después de que termino de liberarlo, me sujeta fuerte y me dice que salgamos. ¿Escucharé algún día de su boca que me quiere?

Me lleva a la salida y luego hace a un lado las pieles para que podamos huir. Ponemos un paso afuera cuando tres hombres fuertes aparecen frente a nosotros y al parecer no están dispuestos a que nos vayamos con tanta facilidad. ¿Y ahora qué?, ¿y ahora qué? Para nuestra suerte no llevan lanzas ni nada que se le parezca, nada con que puedan hacer daño, a excepción de su fuerza, claro está. Pero ¿qué está haciendo Gonzalo? No pensará pelear contra ellos, ¿o sí?

—Tú solo corre —me dice alistando sus puños.

Loca de amor #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora