Los indígenas no entienden mucho lo que mi profesor está haciendo, solo lo miran extraño hasta que ambos empezamos a correr. Entonces, uno de ellos intenta detenerme y los otros dos van por él. Gonzalo les pega unos cuantos puñetazos en la cara. Los sujetos lo sueltan por un momento, pero vuelven a tratar de golpearlo mientras sigo atrapada en brazos del otro indígena. Esta vez Gonzalo los derriba haciéndolos caer directo al suelo y viene por mí. El sujeto que me tiene al ver que mi hombre viene dispuesto a todo por mí abre los brazos de par en par y sale corriendo.
—¡Hay más por si quieren! —les grita a los tres que salen huyendo.
De repente se escucha el sonido de algo parecido a una trompeta y segundos más tarde todo un grupo de personas; hombres y mujeres aparecen corriendo en dirección a nosotros. Vienen dispuestos a pelear.
—Ahora sí, corramos —Gonzalo vuelve a tomarme de la mano y echamos a correr antes de que puedan alcanzarnos.
Mientras corremos oímos gritos de la multitud que parece estar más que enfadada con nosotros, o quizás con Gonzalo porque sin él yo no hubiera podido huir de ser su reina. Su reina... jamás he sido reina de nada, ni siquiera en alguno de todos los bailes que la escuela ha hecho. Imagínense: yo gobernando a una tribu cuando ni siquiera puedo con mi vida.
—¡Resiste! ¡Un poco más y los perderemos de vista! —me dice Gonzalo.
No quiero mirar atrás, no voy a voltear, si lo hago me quedaré paralizada del miedo. Ni siquiera sé adónde estoy yendo, bueno, en realidad, tampoco lo sabía antes de encontrarme con esa gente. No doy más. Mis pies... ¡Oh! Estoy a punto de caerme cuando Gonzalo me toma rápido de las piernas y vuelve a cargarme como bromeando ya lo había hecho. Esto se siente tan bien, no lo digo por estar salvándome de seguir corriendo, sino por estar aferrada a su espalda y poder oler su cabello... mmmm... sigue oliendo fresco. Pero ¿qué estoy diciendo? El pobre está corriendo conmigo encima y yo pensando en todo lo que me provoca esta situación... Ay, bueno, sí, ojalá más indígenas nos siguieran a diario.
—¡Sostente fuerte!
—¡Claro! —respondo sin tener idea a qué se estará refiriendo exactamente.
Giro la cabeza tanto como puedo. Oh, no. ¡No estará pensando saltar eso!
—¡Ay! —grito del miedo antes de que nuestros cuerpos quieran cruzar hacia el otro lado. Gonzalo será muy fuerte, pero eso no resta que el vacío me genere terror.
Aterrizamos en tierra con un par de raspones. No puedo creer que hayamos saltado eso, es decir, que Gonzalo lo haya saltado conmigo encima. ¿Ven esa distancia? No hay duda alguna, es mi superhéroe, mi superhombre.
—¿Estás bien? —me pregunta ayudándome a levantar del suelo.
—Sí, solo un par de raspones, nada más —Me sacudo la tierra de los pantalones—. ¿Qué tal su espalda?
—Bien —Ríe un poco. Debe estar doliéndole bastante.
—No lo dice muy seguro.
—Pues no —Vuelve a reírse—. Pero mira, ha valida la pena, se han ido.
Volteo para ver. Es cierto. No hay rastro de los indígenas por ningún lado. Lo único que hay frente a nosotros son más y más árboles. Esperemos que del otro lado no se repita el mismo dibujo...
—Oh, mire. Qué preciosa laguna se ve a lo lejos.
—Vayamos allí. ¿Puedes caminar?
—La verdad es que preferiría volver a tomarme el bus ecológico.
—¿Lo dices por mí? Anda —Me da una palmada en la espalda y comenzamos a marchar—, no te pases de lista.
—Lo siento, lo siento, lo siento.
—No tienes idea de cómo tengo la espalda.
—No, pero quisiera verla —¡Mierda! ¡Lo dije en voz alta!
—Perdona, ¿dijiste algo? No te escuché bien.
Respiro profundo. Gracias al cielo que es medio sordo.
—No, nada, solo... quiero agradecerle lo que ha hecho por mí.
—No fue nada —Pone su atención en mí y luego la desvía para indicarme algo que tal vez ya venía pensando—. ¿Qué te parece que nos recostemos allí hasta que amanezca?
—Claro.
Observo el sitio señalado entretanto nos vamos acercando. Por supuesto que no es para nada acogedor, pero tendrá que ser suficiente hasta que encontremos la forma de regresar a nuestras camas o a las del albergue. Aunque como dije antes no me molestaría para nada pasar un poco más de tiempo con Gonzalo. Con decir que se ha portado bien conmigo es poco. Estoy tan agradecida por haberme defendido de la forma en la que lo hizo. Bueno, ustedes lo vieron, anduvo de puñetazos solo por sacarme de allí, se enfrentó a tres hombres solo y más tarde para que no nos atraparan me cargó encima de él y corrió con todas sus fuerzas. Ahora estamos aquí frente a una hermosa laguna a mitad de la noche, a punto de sentarnos o acostarnos contra el respaldo de un árbol gigantesco, de la abuela Sauce, ¿por qué no? Oh, si ella existiera y pudiera aconsejarme, ayudarme a que sucediera algo entre el profesor y yo... ¡Qué feliz sería!
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Loca de amor #1
Teen FictionUn ¿accidente? puede hacer que tu vida gire por completo; que las bravuconas que a diario te molestan ya no te resulte tan importante, que asistir a la escuela ya no sea tan aburrido, al contrario, que te haga contar los minutos para que la clase qu...