***
—Así no —Helga me arrebata la cuchara antes de que la meta en la bandeja del exhibidor. Creo que es la sexta vez que hace lo mismo, pero con un cubierto distinto.
Ha estado repitiéndome una y otra vez las cosas desde que llegué, lo sé... ¡pero es que hace que me pierda! Comienza mostrándome dónde debo meter una cuchara y luego empieza a hablar sobre cualquier otra cosa. ¡Si vamos a estar así todos los días esto no va a ir para ningún lado! ¡Va a volverme loca! Estoy segura que de ser por ella entre historia de vida e historia de vida estaríamos hablando sobre el tipo de cuchara que se utiliza para cada comida hasta que cierren la escuela.
—¿Y cómo quiere que lo haga?
—¡Como acabo de explicártelo, niña! —Toma de la mesa una cuchara más grande, o un cucharón, cómo sea.
—Que no me llame niña, Denisse es mi nombre.
—Bueno, Denisse, escúchame. Tomas este cucharón que te muestro —Lo alza como si fuera a dármelo por la cabeza. ¿La he exasperado un poco? Pues lo siento, no es culpa mía—. ¿Lo ves?
—Sí, lo veo —No estoy ciega.
—Bien, recuérdalo.
—Lo haré, presiento que esta noche soñaré con él... —digo esperando que se note la ironía.
—Qué bueno, qué bueno, niña. Lo siento —dice al ver mi cara de enfado—, Denisse, Denisse. Ya. Tomas este cucharón...
—Sí, lo tomo.
—Y lo metes en esta bandeja, pero solo hasta la mitad.
—Pero ¿no sería más fácil usar una cuchara?
—Que no, que para esto tienes que usar el cucharón. ¿En qué idioma quieres que te lo diga? Mira que apenas sé hablar español.
Río inevitablemente. Sabrá apenas hablar español, pero lo hace bastante fluido.
—Ay, no lo resisto. Renuncio —Ojalá pudiera hacerlo.
—Vamos, déjate de burradas y ponte a trabajar que tus compañeros ya deben venir hambrientos como lobos.
—Ha dado usted justo en el blanco al compararlos con lobos.
El rostro de Biancca se acerca con una sonrisa de oreja a oreja. Debe estar disfrutando mucho el hecho de verme detrás de una caja de vidrio sirviendo el almuerzo, con una red en el cabello y además usando un delantal. No entiendo por qué ya no le caigo bien. ¿Qué es lo que le he hecho para que se esfuerce en humillarme y hacerme quedar mal frente al resto del grupo? Seguramente a eso es a lo que viene ahora, a ridiculizarme por estar ayudando a la señora O'Higgins.
—Dos de esos, por favor. ¿Denisse?, no te reconocí. Como saliste antes del salón creí que te habías vuelto a escapar. Felicitaciones, ya era hora de que hicieras algo productivo aquí en la escuela, ¿no te parece?
—¿Quieres algo más?
—No, eso es todo, gracias. Oigan —les dice al resto de mis compañeros que hace la fila para pedir su almuerzo—, ¿no merece Denisse un aplauso? La semana pasada casi mata a nuestra profesora y hoy nos está dando de comer —Se ríe en mi cara.
Le escupiría en su almuerzo, pero me está observando.
—Que acabes bien tu... jornada laboral —dice al recibir la bandeja y luego desaparece. Si tan solo lo haría también de esta tierra tal vez me haría feliz.
—La odio —menciono en voz alta sin poder contenerme.
—¿Por qué no se lo dices? —dice Helga muy seriamente.
—¿Está loca?
¿Qué pasaría si le dijera a Biancca cuánto la odio? Bueno, pues se reiría en mi cara, me insultaría y después de seguro con sus amigas se encargaría de hacerme la vida más miserable de lo que la hace. Definitivamente no puedo decírselo, no puedo decirle nada en realidad: hacerlo significaría estar a su altura y yo no estoy preparada para pelear contra ella con ninguna de mis palabras, nunca lo he estado y tal vez nunca lo estaré.
—Hola, buenos días —dice un sujeto sonriendo.
¿Quién es?, ¿de dónde ha salido?, ¿cómo es que no lo he visto nunca por aquí? Un rostro así no se olvidaría fácil.
—Hola... —lo saludo embobada. ¡Rayos!, ¿por qué es tan atractivo?—. Digo, hola —Trato de concentrarme en otra cosa que no sea su sonrisa, ¿qué tal sus ojos? ¡No! Vamos, Denisse, vuelve al mundo real—. ¿Qué... qué te sirvo? —Seguramente debo estar sonriendo como una estúpida.
—Me llevaré uno de lo que tienes ahí y dos de aquellas —¿Por qué no deja de sonreír?, ¿se estará riendo de mí, de lo boba que debo estar pareciéndole?
Me quedo observándolo. Su bella sonrisa está rodeada por su barba crecida. Tiene el cabello castaño corto algo ondulado, cejas anchas y ojos transparentes color miel. Es tan hermoso, algo mayor, pero hermoso. ¿Cuántos años deberá tener? ¿Veintiocho?
—Disculpa, ¿estás bien? —vuelve a decir.
Bofetada mental y regreso a la vida real, a esa a la que no quisiera volver si no pudiera seguir viendo esa boca. ¿Qué estoy diciendo?, tengo que entregarle su plato y... verlo marchar tal vez para no volver a verlo nunca más. Ay, qué alguien por favor ponga en cámara lenta todo este momento. Así podré atesorar cada minuto.
—Lo siento, aquí tienes —Le doy su almuerzo o postre porque solo pidió frutas.
—Gracias, y trata de no llegar tarde a clases.
¿Cómo sabe que siempre suelo entrar al salón mucho después de que suene la campana?
—¿He oído bien? —giro para decirle a Helga que está trapeando el piso.
—Sí —Se detiene y me mira—, te ha dicho que no llegues tarde a clases, así que apresúrate —dice chasqueando sus dedos.
—Pero ¿por qué? Si yo a él no lo conozco, nunca lo he visto. ¿Quién es?
—¿No te lo imaginas?
Vuelvo mi mirada. El sujeto desconocido va saliendo de la cafetería. Su camisa a cuadros entalla a la perfección su ancha espalda, y sus pantalones... ¡ni hablar! Ese trasero firme y regordito luce adorable. ¡Tengo que dejar de mirarlo, tengo que dejar de mirarlo! ¡Pero no puedo! Si Dios ha hecho algo así tan bello pues es para que se le admire, ¿no?
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Loca de amor #1
Teen FictionUn ¿accidente? puede hacer que tu vida gire por completo; que las bravuconas que a diario te molestan ya no te resulte tan importante, que asistir a la escuela ya no sea tan aburrido, al contrario, que te haga contar los minutos para que la clase qu...