Capítulo 13 (parte 1)

35 4 0
                                    

Giro mi cabeza de un lado al otro. Ni siquiera hay rastros de que esté cerca de donde el autobús quedó aparcado. Tuve que haber salido por otra dirección, es la única explicación lógica que encuentro a esto que acaba de sucederme. Pero ¿a quién se le ocurre poner en un mapa la salida a un sitio que no conduce a ningún lado? Ahora que lo pienso bien quizás esté puesta para algún fin específico, como una salida de emergencias o... no lo sé, algo propio del personal que trabaja en las cavernas, por ejemplo. En fin, da igual, concentrémonos, lo importante ahora es regresar y buscar la otra salida a la que debería precisamente haber salido. Ahora más que nunca debo darme todavía más prisa en volver. La caverna es enorme y tardaré en llegar al otro lado. Bien, volvamos... Solo debo dar la vuelta y regresar por donde vine.

Corro. Intento no pensar en que puedan estar dejándome en este preciso instante, no puedo contagiarme de los pensamientos de Kevin. Sería ridículo que nadie se diera cuenta de que no estoy con el resto de la clase. Bueno, cientos de veces ni siquiera han notado que estaba cerca, no veo cuál sería la diferencia. Siempre he sido invisible para todos, excepto para Biancca y sus falderas, claro, que no dejan de hacerme la vida miserable, y bueno, tampoco hay que olvidar a Kevin, pero eso no cuenta. Oh, vamos, ¿qué sucede? Ya debería haber vuelto, no pude haberme perdido también dentro del bosque.

Me detengo. Respiro agitada e intento calmarme. ¿Y ahora qué haré? Enfrente solo tengo más y más árboles. ¿Cómo podré salir de aquí si ni siquiera sé dónde estoy parada? Me doy por vencida. Moriré, moriré sola en medio de este bosque y todo por haberme querido divertir un rato con mi amigo. Pero ¿quién me manda a mí a querer hacer de las mías dentro de un sitio tan grande como este y que encima no conozco?

—¡Denisse! ¡Denisse! —oigo que alguien dice detrás.

Giro de inmediato al escuchar esa voz. Si mis sentidos no me fallan sé exactamente de quién se trata, quien es que me llama por mi nombre mientras avanza sin que lo vea.

—¡Por aquí! —grito y espero que mi voz sea suficiente para guiarlo a mí.

Intento encontrarlo con la mirada entretanto sigo escuchando que me llama. En un momento oigo a mi izquierda el sonido de unas hojas siendo pisadas. Doy la vuelta. Sé que este sitio jamás podría comparársele al jardín del Edén, o al menos al que yo imagino, pero para mí el sujeto que veo aparecer entre los árboles es mi Adán, solo que vestido, claro.

—Gonzalo —Mi príncipe me ha venido a rescatar del bosque tenebroso. Oh, cómo quisiera ser su princesa—, digo, profesor, qué bueno que me encontró, por un momento creí que me habían abandonado y luego que me había perdido. Gracias —No me contengo y le doy un abrazo al que responde con más fuerza.

—No es nada —dice al desprenderse—, volvamos, no te das una idea de cómo está la señora Nesbitt con esto de que te has perdido.

—No lo sé —Me pongo en marcha—, pero creo imaginarlo muy bien, debe estar saltando de la alegría por haber retrasado su «expedición».

—¿Expedición? —Mi respuesta le causa gracia.

—Sí, así llama ella a las excursiones que... Oiga, ¿está seguro de que estamos yendo por el camino correcto? —Me surge la duda.

—Claro, fue por aquí directo por donde vine a buscarte. Avancemos un poco más y... no, deja, tienes razón, era para el otro lado. Volvamos.

—Vio, lo sabía.

—Al menos reconozco que me equivoqué, cualquiera puede cometer un error, ¿o no?

—Se equivoca, usted no.

—Y eso ¿por qué?

—Porque usted es el profesor y se supone que debe saberlo todo —Río.

—Tú te ríes, pero hay gente que así lo cree. Muchos de tus compañeros, por ejemplo.

—Eso es porque no han madurado lo suficiente.

—¿Y tú sí?

—Eso depende.

—¿De qué depende?

—De lo que me convenga.

—¡Mierda!

Su reacción me asombra. No creo que haya dicho lo que dijo por mi respuesta, ¿o sí?

—¿Qué...? —Oh, ahora entiendo. Se ha dado cuenta antes que yo de que no hemos llegado a donde se supone que íbamos.

—Toma el móvil e intenta llamar tú también a alguien.

—Claro —Saco el teléfono de mi bolsillo—. No... no hay servicio aquí.

—Intenta con apagarlo y encenderlo.

—Espere... No, sigue igual.

—Mierda, el mío se ha quedado sin pila. Vamos, sigamos caminando —Se dispone a continuar.

—Pero ¿hacia dónde?

—Quizás encontremos un camino, la carretera, algo que nos ayude a poder regresar.

—¿Está usted seguro?

—¿Prefieres quedarte aquí?

—¡Claro que no!

Gonzalo comienza a marchar y yo lo sigo detrás hasta alcanzarlo. Estoy segura de que no tenía intenciones de dejarme sola en caso de que no estuviese de acuerdo en seguir caminando, pero aun así me encantaría escucharlo de su boca. Quizás de esa forma hasta se atreva a decir algo más. Bueno, soñar no cuesta nada, ¿verdad?

—¿En serio iba a dejarme sola?

—No —dice en tono serio—, ¿cómo se te ocurre? No podría hacerlo.

Oh, y ¿por qué? ¿Porque tampoco puedes estar separado de mí como yo tampoco lo puedo estar de ti? ¿Es eso, Gonzalo?, ¿o solo soy una alumna más a la que tienes que cuidar?

—¿Teme cargar con un muerto en su conciencia? —respondo de manera animada.

—¿Qué dices? No podría dejarte sola porque ahora más que nunca eres mi responsabilidad. Si algo llegara a pasarte sería el primero al que echaran la culpa.

Oh, entonces, ¿es solo eso? Bueno, de todas formas nada me dice que un día no vaya a suceder lo que realmente quiero que suceda, que es que tú, Gonzalo, me quieras tanto como yo a ti.

—Eso lo convierte a usted en mi... ¿guardaespaldas? o... mejor aún, ¿en mi esclavo? Vamos, ahora tiene que hacer todo lo que yo diga o de lo contrario...

—¿O de lo contrario qué?

—No me desafíe.

—Vaya, qué brava resultaste ser.

—Todo sea por el pastel de chocolate que estoy esperando que me dé.

—Te prometo que en cuanto salgamos de aquí te lo daré —Yo espero que me dé mucho más que eso.

—Pues más le vale.

—Claro que sí, no quisiera meterme en problemas —contesta burlándose.  

Loca de amor #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora