Capítulo 16 (parte 2)

24 3 2
                                    

—Gonzalo, ¿hacia dónde estamos yendo?

—¡Dobla a tu izquierda! —Impulsa su remo hacia donde dice.

Intento hacer lo mismo, pero es inútil.

—¡No puedo! —grito con todas mis fuerzas desesperada.

¡Nos vamos acercando cada vez más a donde creo que el agua nos arrastrará hasta habernos ahogado! ¡Maldición! ¡¿Por qué ahora que Gonzalo es mío todo tiene que acabar así?! La vida, el destino, no sé, ¿no habría podido esperar un poco más a que esto pasara? Sé al igual que todos que también moriré un día, pero no quiero hacerlo hoy. Quiero compartir si es posible el resto de mi vida entera junto a este hombre que está tratando de nuevo de salvarme la vida mientras sigue remando.

—¡No te sueltes! —grita Gonzalo.

Me aferro tanto como puedo a la canoa, Gonzalo hace lo mismo y luego, no sé él pero yo cierro los ojos, no quiero ver cómo nos hacemos papilla. La canoa se inclina. Entretanto oigo cómo grita Gonzalo a medida que vamos en picada lo recuerdo todo: cómo un día apareció en la cafetería y no podía, no quería, más bien, sacarle los ojos de encima, cómo después me enteré de que era mi nuevo profesor de matemáticas, cómo desde ese momento no pude dejar de pensar en él día y noche... y ¿hoy?, ¿qué fue lo que sucedió? ¡Me besó! Aquello que tanto había soñado se hizo realidad y fue increíble. Bueno, al menos tengo la alegría de saber que lo nuestro pudo haber continuado por mucho más.

No creo que mis manos puedan seguir aferrándose a esta madera. ¡Ya! ¡Iré a soltarla! Lo siento, Gonzalo, has hecho lo que pudiste para rescatarme desde el primer momento en el que me encontraste perdida en el bosque, pero todo fue inútil. Perdóname, mamá, perdóname por no ser la hija que querías que sea.

Mi cuerpo se sumerge en lo profundo. Intento nadar a la superficie antes de que el aire se me acabe. ¡Quizás si logro nadar lo suficientemente rápido lejos de la cascada pueda salvar mi vida y hasta la de Gonzalo! ¡Oh, aquí está! Lo veo entre tantas burbujas. Viene hacia mí. Me toma entre sus fuertes brazos y me lleva fuera del agua.

—¿Estás bien? —me pregunta sacándose el agua del rostro.

—Sí —contesto agitada. Y yo que quería salvarlo a él, él acabó haciéndolo.

No puedo creer que esté respirando, hace segundos nada más creí que todo acabaría. Qué alegría es saber que sigo con vida y que se debe a mi profesor porque sin él estoy segura de que nada de esto hubiera sido posible. ¿Qué habría sido de mí si me hubiera quedado sola en el bosque? Posiblemente seguiría en el mismo lugar aterrada. Ya, ya no tengo nada que temer, tengo a mi superhombre a mi lado y nada malo va a pasarme si estoy con él.

—¿Tienes alguna idea de dónde estamos? —pregunto.

—Creo que sí —Veo que examina los árboles que nos rodean, sí, más árboles, y al parecer no se ven muy amistosos que digamos—, pisemos tierra y sigamos caminando.

—De acuerdo.

—Ven, toma mi mano —La saca a la superficie, yo me acerco un poco más, me aferro a ella y ambos comenzamos a marchar—. No quiero que te hagas daño con nada.

—Gracias.

Cuando llegamos a tierra me detengo un momento para observar con mayor detalle el lugar en el que vamos a meternos. A pesar de que no estamos tan lejos esto no se parece en nada a donde pasamos la noche. Los árboles son mucho más grandes y desde aquí no se alcanza a ver la luz del día que penetre entre ellos.

—¿Qué ocurre? ¿Tienes miedo de que un monstruo vaya a comerte? Vamos —Gonzalo me sujeta de la mano y continuamos caminando.

—¿Qué fue eso? —Alzo mi vista con algo de miedo.

Escuché algo por allí arriba, quizás el sonido de unas hojas moviéndose. Es extraño, no hay viento y creo que ni lugar por donde pueda correr. Oh, no, aquí va de nuevo, estoy segura de que acabo de escucharlo detrás de mí.

—No te muevas —me dice Gonzalo.

Claramente no pienso hacerlo. ¡Ay! ¡El crujido de una rama se escucha! ¿Qué cosa puede andar por aquí sin que nos demos cuenta? ¡Una serpiente! ¡Ay, no, le tengo terror a las serpientes! Una vez cuando era niña no sé cómo en el zoológico intenté acariciar a una que era inofensiva, ¡inofensiva!, ¡por poco me deja sin brazo de la fuerza con la que se estaba enroscando en él!

—Gonzalo, si es una serpiente, por favor...

—Shhh —Me tapa la boca—... Silencio.

Gonzalo observa para todos lados, yo lo imito pero no logro distinguir nada, hay demasiada oscuridad arriba entre los árboles.

—A la cuenta de tres corre de regreso al agua.

—Pero...

—Tú solo corre. Uno, dos...

Loca de amor #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora