Miro la hora en mi móvil de camino al salón. Si tan solo Helga no me hubiese hecho lavar tantos platos y cubiertos no estaría llegando tan tarde... Como el sujeto dijo y todos saben siempre suelo llegar mucho después de que suene la campana, pero no casi media hora tarde. Es cierto que la señora Jenkins no dará la clase hoy y Dios vaya a saber cuándo, ni siquiera sé si tendremos clase de matemáticas, pero nada de eso me asegura que quizás detrás de esa puerta el mismo director la esté dando o incluso ya haya reemplazo. ¿Qué tal si la profesora suplente es peor que la señora Jenkins? Ay, el cielo mi libre. Entro rápido a la clase con la cabeza gacha rogando por dentro pasar desapercibida o que al menos quien sea que esté al frente ni le importe que haya entrado tarde.
—Buenos días —dice una voz masculina a mis espaldas.
Esa voz grave, clara... sensual ya le he oído antes. Giro para ver de quién se trata. Es el sujeto que vino a pedirme frutas a la cafetería y yo quedé observándolo como una idiota. Pero ¿qué hace aquí?... Qué tonta soy. Claro, por eso me dijo que no llegara tarde a clases. Lo habría deducido a la perfección si su presencia no me hubiera distraído al irse marchando.
—Lo siento.
—Buenos días —vuelve a repetir. No sabía que le era tan importante que lo salude.
—Buenos días —Creo que es una de las pocas veces que respondo sin desagrado a una expresión de ese tipo.
—Siéntate —dice con amabilidad.
Me siento junto a Kevin. Doy la vuelta para buscar en la mochila las hojas con la tarea que se supone que debería haber hecho y que copiaré ahora, pero algo me detiene: es el sonido de los zapatos del sujeto que escucho que se acercan a mi mesa. ¿Qué querrá ahora?, ¿que vuelva a decirle: «buenos días»?... Tal vez quiere que le entregue los ejercicios resueltos. Pues que ni crea que va a atemorizarme como la señora Jenkins cuando sepa que no los he hecho.
—¿Cómo te llamas?
Su mirada me incomoda y no es que esté mirándome de una manera extraña, no, soy yo la que siente que su rostro es demasiado hermoso para que mi vista pueda resistirlo. Me observa con una sonrisa que me transmite paz y... otras tantas cosas que no pienso decir. ¿Qué fue lo que acaba de preguntarme? No lo escuché, es que acabé perdiéndome dentro de sus ojos.
—Perdón, ¿podría repetirme lo que dijo?
—Además de tonta es sorda —oigo que Biancca susurra.
—Todos tus compañeros se han presentado, menos tú —pone sus brazos delante y cuando lo hace puedo ver lo trabajado que están sus bíceps. Debe hacer algún deporte o entrenar mucho en el gimnasio.
—Es que estaba —No tiene sentido que me explique—... Denisse, Denisse es mi nombre.
—Denisse —repite mi nombre y me encantaría que nunca dejara de hacerlo porque suena tan bien en su boca—. Mi nombre es Gonzalo y soy tu nuevo profesor de matemáticas.
Gonzalo: mi mente saborea su nombre y el hacerlo produce en mi estómago un sin fin de sensaciones tan extrañas, pero tan placenteras. No puedo dejar de mirarlo. No puedo creer que este sujeto, que este hombre tan delicioso vaya a ser quien reemplace a la vieja gruñona. Me siento fuera de este mundo por tanta felicidad que siento. Alguna parte de mí se ha ido a otro sitio porque en este momento nada parece importarme demasiado: ni las humillaciones de Biancca, ni las peleas con mi madre, ni lo que vaya a hacer luego de acabar la escuela, nada. Nada que no sean esos ojos transparentes me importa.
—Di algo —Kevin me codea haciéndome volver en sí. Creo que a partir de hoy comenzará a hacerlo bastante seguido, al menos en cada clase que tengamos con Gonzalo.
—Genial... estupendo —logro decir.
Gonzalo me sonríe o sonríe una vez más y vuelve al frente seguramente para continuar o más bien comenzar la clase. Viendo los apuntes de Kevin y el pizarrón vacío al parecer no han hecho nada todavía. Lo más probable es que el tiempo que estuve ausente hayan estado escuchando la presentación que el profesor nuevo estuvo haciendo de sí mismo. ¿Cómo es que me lo perdí? Oh, pero al menos tiene intenciones de seguir hablando... Escuchémoslo, escuchemos cómo cada cosa que sale de su boca parece ser música.
—...Así que seré yo quien en lugar de la señora Jenkins los acompañe en su viaje.
—¿Viaje?, ¿de qué está hablando? —le pregunto a Kevin.
—¿No lo recuerdas? El del año anterior, el que ganamos por el concurso —dice animado.
Ese concurso. Cómo olvidarlo después de que Biancca me humillara frente a todo el público. Estaba diciendo mis líneas cuando de repente sentí caer una sustancia viscosa sobre mi cabeza. Miré hacia arriba y la vi riendo con una de sus falderas. Me sentí tan mal que tuve ganas de llorar, quería salir corriendo del escenario, pero decidí no hacerlo, me armé de valor e improvisé algo. No quería arruinar la obra que tan felizmente Kevin había preparado para que ganemos. De no ser porque me quedé, a pesar de lo apestoso que olía lo que sea que me hubiesen echado, no nos habríamos quedado con el primer puesto entre tantas escuelas participantes. Me alegré mucho después de saber que el mal trago que había pasado había valido la pena.
—No sé si sea correcto decir esto —sigue diciendo Kevin—, pero me alegra que este sujeto vaya a ser quien nos acompañe y no la señora Jenkins. ¿Te imaginas lo que eso sería?
—No me lo imagino, lo sé.
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Loca de amor #1
Teen FictionUn ¿accidente? puede hacer que tu vida gire por completo; que las bravuconas que a diario te molestan ya no te resulte tan importante, que asistir a la escuela ya no sea tan aburrido, al contrario, que te haga contar los minutos para que la clase qu...