Capítulo 7 (parte 2)

49 6 1
                                    

***

Algo estoy oyendo...

—Despierta, Denisse, despierta —Biancca me sacude con brusquedad.

Abro los ojos. Oh, ¿por qué Biancca tenía que despertarme a mitad del beso que estaba por darle al profesor? Pero ¿qué es todo ese ruido? Oh, son los pies de mis compañeros que están apresurados por bajar del bus. Deben estar al igual que yo cansados de estar sentados por tantas horas. ¿Ya hemos llegado? De seguro que sí. Ay, tengo las piernas entumecidas y el cuello me duele, me siento como toda una anciana, ¿a dónde se ha ido mi juventud?

—Bien, vayan bajando uno a la vez —dice Gonzalo junto a la puerta—. En orden, por favor. Chicos, despacio.

Me levanto con cuidado. Es tanto el sueño que todavía tengo que mis pies no logran pisar con firmeza. Me sostengo de cada asiento que voy pasando a medida que camino, por las dudas de que vuelva a caerme y por ende a golpearme la cabeza, aún me duele un poco el chichón que me hice, aunque a pesar de todo creo que valió la pena porque eso hizo que pudiera estar un rato con Gonzalo a solas.

—Denisse, ¿estás bien? —Gonzalo se acerca para preguntarme. Quizás debe pensar que he vuelto a tener mareos y ha venido a ayudarme.

—Sí, estoy bien, algo dormida, eso es todo.

—Ya veo —dice riéndose de mi cara. Ay, debo estar luciendo horrible, como si una almohada se hubiese pegado a mi rostro.

Sigo avanzando ya con un poco menos de sueño. De repente algo sucede con mis pies, no sé qué, pero uno de ellos hace que tropiece. Oh, no, aquí vamos de nuevo...

—Oh, te tengo —Gonzalo me sostiene justo a tiempo.

—Gracias.

—¿Segura de que puedes ir sola?

—Segura, no, no se preocupe.

—De acuerdo —Gonzalo sonríe una vez más y marcha a la salida.

—De nada, otra vez —Biancca me dice detrás. Claro, fue ella la que me hizo tropezar.

—Biancca, por favor, lo que tratas de hacer no tiene sentido.

—Con un «gracias» es suficiente. Por cierto, ¿dónde está la nieve? —dice observando por la última ventanilla.

—Estamos en verano —dice Kevin y al oírlo hablar me pongo contenta. A penas he escuchado su voz en todo el viaje.

—Ya lo sé, idiota.

—¿Entonces?

—Pues supuse que habría nieve de todas formas, por algo se llama Sierra Nevada, ¿o no?

—Con razón has reprobado Geografía.

¡Ese es mi Kevin!

—Cállate, idiota, y baja —Oh, no, Biancca empuja a Kevin.

Voy bajando deprisa. Espero que Biancca no se le ocurra hacer lo mismo conmigo porque es lo último que me falta por hoy. Por suerte solo quedaban dos o tres escalones... Antes de que mi amigo se levante del suelo termino de bajar y lo tomo del brazo para ayudarlo. El pobre debe haberse comido un buen pedazo de tierra. Si no quiere hablarme pues que no lo haga, pero yo lo quiero mucho y aunque solo tenga un raspón yo me preocupo por él.

—¿Te hiciste daño?

—Cómo si realmente te importara —Se sacude el polvo de encima.

—Kevin, claro que me importa. ¿Por qué me hablas así?

—Porque pareciera que no escuchas nada de lo que te digo.

—Claro que sí, eres mi amigo.

Kevin se queda en silencio durante un par de segundos. Algo debe estar pasando por su mente, quiere decírmelo, pero... ¿no se atreve? ¿Será lo mismo que quiso decirme cuando al subir al bus le pregunté si estaba bien?

—Denisse, ¿tú me quieres?

—¡Qué pregunta es esa! Claro que te quiero —Le doy un fuerte, fuerte abrazo. Cómo extrañé esto—. ¡Te adoro!, ven —Lo llevo de la mano—, vayamos adentro. Me importa un bledo que me hayan asignado a Biancca como compañera. Tú y yo compartiremos habitación.

—No, espera —Kevin se detiene antes de que sigamos avanzando.

—¿Qué sucede? —digo sorprendida.

—No quiero que tengas más problemas. Te buscaré después de que desempaque. Hay algo importante que tengo que decirte.

¿Y eso?

—Kevin —Lo retengo viendo que tiene intenciones de irse—, ¿no pensarás irte y dejarme con la intriga?, ¿o sí? Dime, ¿qué es?

—Nos vemos luego —dice serio.

—¿Kevin...? —Veo que se aleja.

Conozco bien a mi amigo y estoy segura de que no podré convencerlo de que siquiera me dé una pista sobre lo que tiene para decirme. Pero ¿por qué tanto misterio? ¿Es algo muy importante o grave que no puede decírmelo ahora? Eso es maldad. Sabe lo ansiosa que suelo ser a veces y aun así piensa dejarme con la intriga por un rato más. ¿Será que va a confesarme que habló con Gonzalo, que ya no es un secreto lo que siento por él? ¡Lo mato! ¡Por más que sea mi amigo lo mato! Ay, no, ¡Kevin no pudo haber hecho una cosa así!

Loca de amor #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora