Capítulo 20 (parte 2)

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No hay otra cosa en el mundo que quiera más que eso. Solo espero que así sea; que cuando volvamos las cosas sigan siendo igual que ahora, que nada nos separe, que nada pueda quebrar esto tan lindo que ha surgido gracias a... ¿el destino, quizás? No lo sé, pero estaré eternamente agradecida a quien haya puesto en mi vida a un hombre tan maravilloso como él.

—Sí, claro que sí.

—Entonces, cambia esa cara —Sonríe y me pellizca con cuidado la mejilla—. Eso es, así me gusta. Adoro tu sonrisa.

—Y yo la tuya.

—Ven, ven aquí —Me rodea con sus brazos—. Nada va a separarnos.

Caminamos tanto que ya no estoy segura de que estemos yendo por la dirección correcta. Aunque quisiera que en realidad estuviésemos perdiéndonos un poco más no me gusta ver lo nervioso que está Gonzalo. No deja de rascarse la cabeza y echar suspiros. Si tan solo estuviera haciendo esto último por alguna otra causa, bueno, sería distinto. ¿Cómo es que aun teniendo el mapa no tenemos ni la menor idea de dónde estamos? Ay, ahora soy yo la que echa un suspiro porque me he quedado sin más galletas y mi estómago empieza a reclamarme que lo alimente.

—Desearía en estos momentos contar con mi GPS —le oigo decir a Gonzalo.

—Y yo al menos que mi móvil siguiese con pila —A ver si con esto lo animo un poco—. No tengo ninguna fotografía tuya en él.

Sí, ha levantado la cabeza y ha sonreído.

—Pues ven, el mío sí tiene algo —contesta sacándolo de su bolsillo.

Me acerco para ponerme a su lado, para al menos apoyar mi cabeza sobre su pecho porque estoy bastante lejos de poder inclinarme a la suya; Gonzalo es bastante alto. Veo que alza su brazo y abre la aplicación de la cámara. ¿Por qué tomarme una simple fotografía junto a él sonriendo? ¿Por qué la primera captura de todo esto que pasamos tiene que ser tan sencilla, tan... no lo sé... común? Nada de lo que nos pasó lo fue, y nada lo describiría mejor que esto...

1, 2, y... antes de que el flash acabe lo beso. No podía resistirme a que nuestra primera foto juntos enmarcara esto tan loco, pero tan real y hermoso que nos sucede.

—Sabía que ibas a hacer eso —me dice al desprenderse.

—No podía evitarlo.

En el momento en el que comienzo a perderme solo un poco más dentro de lo profundo de sus ojos, veo que Gonzalo se distrae con algo... ¿qué?, ¿qué cosa?, ¿qué puede ser más importante que nosotros?

—¡Allí!, ¡allí está el puente! —dice emocionado.

Rayos.

Lo sigo detrás a toda prisa. Parece estar yendo en busca de un tesoro perdido por el empeño con el que camina. Cualquiera diría que el deseo de hacerse rico lo ha poseído. Tengo que acelerar un poco más el ritmo, no sea que me quede atrás y termine perdiéndome sola.

—Gonzalo, espera.

Sigo caminando sin otra cosa que mirar más que el suelo por las dudas de que pueda tropezarme con algo. A esta velocidad tranquilamente podría caer y romperme la cabeza. Ay, qué alivio. Gonzalo ha parado. Frente a él no veo más que un vacío. Oh, no, ¿el puente no está?

Me acerco y entonces lo veo... Un puente hecho no sé de qué, plantas quizás, pero que se ve bastante, bastante feo de caminar y que además parece estar colgando. No me sorprendería que en cualquier momento algo realmente pequeño lo hiciera caer hasta el final de lo que sea que hay allí abajo.

—No lo veo muy seguro —le digo a Gonzalo que se ha quedado mirando ese vacío tan oscuro.

—Nada de aquí lo es. Sujétate de mi mano —La extiende, me gustaría tomarla, pero...

—¿No sería mejor que cruzáramos uno luego del otro?

—Espera —Se detiene a pensar—. Sí, creo que es una mejor idea. Pasa tú primero.

—¿Yo?

—Sí, si algo te pasara sería más fácil de que pudiera rescatarte.

Cierto, es mi superhéroe.

—Bien, pero no me quites los ojos de encima.

—Nunca lo haré.

Sonrío y luego avanzo tratando de concentrarme en que tengo sus ojos detrás. Me aferro cuanto puedo a cada lado del puente y continúo. Digo cuanto puedo porque se siente algo húmedo, quizás por la lluvia, y tengo miedo de que al ejercerle tanta fuerza termine deshaciéndolas. Oh, vaya, el piso también está algo resbaloso. ¿Qué tal si en una de esas patino hacia cualquier lado y me caigo? Bueno, estoy segura de que Gonzalo saldría corriendo a rescatarme tal como dijo, pero ¿si por alguna razón no logra hacerlo? No creo que ese agujero me lleve a ningún País de las Maravillas.

—Gonzalo tengo miedo, esto está muy resbaladizo.

Niña miedosa, me dice una parte de mí. Sí, le contesto; soy una niña que necesita ser cuidada por un hombre y ese es mi Gonzalo.

—Tú sigue caminando lento —grita tratando de que no pierda la calma—, no mires hacia abajo, ¡Denisse, no mires hacia abajo!

—Es que tengo miedo de caerme, ¿has visto lo profundo que es eso?

—Sí y por eso estoy diciéndote que no mires. Hazme caso y sigue caminando. No te sueltes del borde.

De acuerdo. Respiro profundo y exhalo. No, no puedo hacerlo. Sé que tal vez sería peligroso que ambos cruzáramos al mismo tiempo, pero no creo que pueda seguir el resto del camino sola. Además si hasta ahora no se ha deshecho por algo es, ¿no? No debería de haber problema en que Gonzalo me acompañe. Bien, voy a decírselo. Doy la vuelta para hablarle. ¡Al apoyar uno de mis pies el suelo donde piso se quiebra en cientos de partes! ¡Mis piernas son lo primero que se acerca al tan temido vacío! ¡Con ambos brazos intento aferrarme al suelo antes de que pueda caer, pero solo una de mis manos logra hacerlo mientras ruego desesperada que Gonzalo venga pronto!

—¡Denisse! —oigo que grita.

Trato de encontrarlo con la mirada, pero no puedo. Si hago un movimiento más podría caerme y quizás... morir.

¿Cómo es que esto está pasando? ¿La vida puede ser tan injusta conmigo que primero me da al hombre que quiero y luego... y luego hace que desaparezca? ¡No! ¡Esto no es justo! Quiero a Gonzalo y no permitiré que nada nos separe.

Entretanto oigo que se acerca intento hacer fuerza para poco a poco ir alejándome de ese horrible agujero. Voy a demostrarle a Gonzalo que lo que siento por él es tan fuerte que es capaz de todo... o casi todo. ¡Maldición! ¡¿Por qué tengo estos brazos tan debiluchos?!

—¡Toma mi mano!

Eso quisiera, pero si lo hago correría aún más peligro del que ya corro.

—¡No puedo!

—¡Si no lo intentas vas a caerte, tómala!

Tiene razón. Las fuerzas se me están acabando, ya no resisto más. Será mejor que haga lo que me dice. Confiemos en que al hacerlo justo a tiempo tomará mi mano y con todas sus fuerzas me llevará lejos de ese vacío. Extiendo el brazo, Gonzalo toca mi mano, pero solo alcanza a rozarla.

—¡Denisse! —oigo que grita y lo próximo que veo es su bello rostro haciéndose cada vez más pequeño.

Loca de amor #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora